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Cuerpos que devienen género


Enviado por   •  29 de Enero de 2021  •  Ensayo  •  2.161 Palabras (9 Páginas)  •  111 Visitas

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SEMINARIO SOBRE UN FILÓSOFO DEL SIGLO XX

(FEMINISMOS)

Ensayo: Cuerpos que devienen géneros

Natalia Deocón Buitrago

Avanzar por las olas del feminismo supone ir revelando las construcciones que el sistema de dominación masculina ha erigido para legitimar su poder sobre las mujeres. Se podría decir que el feminismo ha ido desnaturalizando la condición de inferioridad de la mujer con el objetivo de liberarla de las violencias que se ejercen sistemáticamente sobre sus cuerpos y sus identidades.

El feminismo queer supone un punto de inflexión respecto a otros feminismos, pues pretende luchar por la emancipación de la mujer sin considerar a la misma una identidad esencial, preestablecida, sino un cuerpo configurado de tal forma que pertenecer al género mujer conlleve la condición de opresión. El género en sí, para la teoría queer, no existe, es una construcción socio-cultural que además responde a unos intereses muy específicos, los cuales están tan normalizados que no son fácilmente distinguibles.

      El género como actividad (actuar el género hasta devenir determinado cuerpo)

Los géneros no son esencias que se despliegan, sino fenómenos que los cuerpos expresan, producen y reproducen constantemente en la sociedad. No existe un yo antepuesto a sus actos, una esencia natural: el Yo se va formando, el cuerpo se va haciendo, en él se materializan distintas posibilidades, siempre está en proceso de devenir algo. Los cuerpos devienen géneros. Los cuerpos son conjuntos de posibilidades históricas que se forjan mediante actos performativos. Los actos performativos son el ir haciéndose del cuerpo mismo, el conjunto de acciones que nos va constituyendo bajo una determinada identidad de género. Por tanto, el género no es un hecho, sino una actividad que practicamos cada día desde nuestras acciones más cotidianas (la forma de caminar, de hablar, de mirar, de vestir, de dirigirse a los demás…) hasta la manera en la que deseamos, en la que expresamos y gestionamos nuestras emociones, en la que juzgamos a los demás y a nosotras mismas, en la que nos relacionamos con los otros cuerpos-género.

Esta actividad no es meramente individual, pues la subjetividad no nos pertenece al completo, sino que se estructura mediante configuraciones histórico políticas. Esto significa que el momento histórico y las normas y mores culturales que imperen en él influyen en la forma en que los géneros se expresan. No se puede considerar que lo que sostiene esta manera de construirse de los cuerpos son los actos individuales, pues ello conlleva obviar las condiciones sociales hegemónicas que sustentan el sistema heterosexual y condicionan a los cuerpos a actuar como agentes activos en su producción y reproducción. Además, aparte de todas las prácticas informales que sustentan esta construcción de género, existe un conjunto de instituciones y poderes encargados de perpetuarla. Las experiencias de las performances de género de los individuos han de conectarse para desentramar los tejidos de la estructura dominante. Esta estructura condiciona la configuración de la forma de ser, del deseo, de los roles, e incluso la construcción de la intuición, del instinto (por ejemplo, el instinto de maternidad).

      El sistema heterosexual como beneficiario del binarismo sexo-genérico

Que el género sea una actividad colectiva implica que tampoco es un proyecto, pues no hay voluntad radical en él. De cierta forma, actúas un papel ya establecido antes de que salieras a escena, guion dependiente de la circunstancia histórica. No existe una libre configuración de los cuerpos, pues éstos adquieren su identidad genérica en base a sus genitales. Tanto en los casos de los cuerpos-mujer como de los cuerpos-hombre se configura el deseo sexual dirigido hacia el género opuesto, manteniendo de esta forma los intereses reproductivos del sistema heterosexual.

Este sistema es ni más ni menos que la totalidad en la que estamos inmersas, el entramado de ideas que conectan instituciones, discursos y prácticas. Hablar del sistema heterosexual no es referirse únicamente a la heterosexualidad como orientación sexual, sino como sistema de producción y reproducción de la categoría mujer para propósitos de dominación masculina (es un sistema político, cultural y económico). Esta categoría de mujer implica todo el entramado heterosexual; es fabricada, producida y reproducida en ese discurso mediante ciertos actos que le pertenecen a su guion de feminidad, en el cual está escrita la interiorización del mismo, hasta el punto en el que es muy difícil para los sujetos construidos dentro de esta categoría ver y asimilar su naturaleza performativa. Los cuerpos percibidos fenomenológicamente como femeninos (según sus genitales) se van construyendo socialmente de forma que ser mujer sea, por definición, hallarse en situación de opresión. Además, esta construcción implica naturalizar la dominación masculina.

       Mandatos de género

Resulta muy útil rescatar el concepto mandato de masculinidad, de Rita Segato, para referirnos al imperativo que indica qué significa ser hombre, cómo tiene que actuar el cuerpo percibido como masculino para alcanzar su identidad de género de manera efectiva. De igual modo, existe también un mandato de feminidad, que implica todo el conjunto de ideas y prácticas que definen lo que es ser mujer.

Los mandatos de género podrían definirse entonces como el acervo de actos normativos que van conformando el cuerpo bajo una determinada identidad genérica. Estos actos son repetitivos, pues el género, al no ser algo cerrado y definitivo, se ha de reafirmar constantemente para ser reconocido. Si asumimos que el ser es existencia y no esencia, la noción de sujeto pasa a generarse por repetición, pues siempre se está en proceso de construcción. Este refuerzo de lo que se es no se realiza en soledad, sino en la relación con el otro, y en el binarismo genérico esta relación es jerárquica y opresiva. Performamos aquello que creemos ser según los mandatos de feminidad y masculinidad imperantes y, parcialmente, terminamos siéndolo. Incluso desde antes de nacer, somos insertados en una de las dos categorías que maneja el sistema heterosexual, estamos condicionados a configurar nuestro cuerpo dentro del esquema del binarismo sexo-genérico.

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