DIMENSIÓN ÉTICO-POLÍTICA EN LA VALORACIÓN Y USO DE LA BIODIVERSIDAD.

DIMENSIÓN ÉTICO-POLÍTICA EN LA VALORACIÓN Y USO DE LA BIODIVERSIDAD

 Mario Alberto León Amaya^[1]

La biodiversidad sustenta la mayoría de los bienes y servicios de ecosistemas forestales y muchos bosques tropicales mantienen altos niveles de biodiversidad. Según Thompson et al. (2009) los bosques tienen muchas propiedades singulares relacionadas con sus altas tasas de biodiversidad y productividad primaria, que los diferencia ecológicamente de otros ecosistemas.

Algunas de estas propiedades incluyen estructuras biológicas desarrolladas en capas verticales y horizontales de plantas vivas y muertas; complejos procesos en múltiples niveles verticales desde los estratos del suelo hasta el dosel del bosque, en donde siempre está presente la capacidad de auto-renovación frente a las constantes alteraciones de pequeña y gran escala a las que se enfrentan los bosques; interacciones planta animal y planta-planta; y la influencia que puede tener el paisaje en los microclimas y climas regionales, en las zonas donde existen superficies extensas de bosques densos (Thompson et al. 2009).

Para estas diferencias ecológicas, , asumen que la biodiversidad comprende dos atributos: composición y estructura, los que se expresan en cuatro niveles jerárquicos de organización biológica: genético, poblacional-específico, comunitario-ecosistémico y biomas. Pero se debe tener en cuenta que la biodiversidad no posee dos, sino tres atributos, tal como lo afirma Noos (1990) y son: composición, estructura y funcionamiento, en donde cada uno de estos atributos en los diferentes niveles de organización pueden ser caracterizados por diferentes indicadores relevantes. Pero la biodiversidad siempre está en permanente amenaza por las especie humana, y el mayor impacto de los humanos sobre los ecosistemas forestales incluyen la pérdida de superficie forestal, la fragmentación del hábitat, degradación de los suelos, el agotamiento de la biomasa y por ende las reservas de carbono, la transformación de la edad de los rodales, la composición de especies, la pérdida de especies, la introducción de especies, y los consiguientes efectos en cascada, como el aumento del riesgo de incendios.

Por tal razón, también se debe evidenciar que la biodiversidad posee diferentes tipos de valor que se reflejan en un valor económico total, tal como los definen ,  estos tipos de valores pueden ser: valores de uso y valores de no uso, los valores de uso a su vez se clasifican en valores de uso directo e indirecto, y los valores de no uso se clasifican en valores de opción, de existencia y de legado.

De  acuerdo a , los valores de uso se refiere a todos aquellos valores asociados a bienes o servicios que actualmente se usan para conseguir bienestar, los de uso directo son los que se generan por el uso de materias primas y se capturan de los ecosistemas, los de uso indirecto se refiere a los valores generados por servicios ecosistémicos que proveen beneficios presentes e indirectos a la sociedad y se capturan en áreas mayores a las del ecosistema, asumiendo que en su mayoría son intangibles.  

En cuanto a valores de no uso, se incluyen todos los valores otorgados a aquellos bienes y servicios que en l actualidad no se usan, pero que pueden llegar a ser usados o no en el futuro, el valor de opción se refiere al uso potencial del ecosistema por mantener su estructura y componentes y el valor de existencia se refiere al que se le da a un ecosistema solamente por el hecho de existir (Castiblanco 2003,  .

Gracias a esta clasificación la mayoría de los métodos de valoración permiten medir la demanda por un bien o servicio ecosistémico en términos monetarios, es decir miden la disponibilidad a pagar (DAP) por un beneficio determinado o la disponibilidad a aceptar (DAA) una compensación por su deterioro o perdida (Pagiola et al. 2004).

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