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El Leviatán de Hobbes y el Poder: Reflexiones y Comentarios


Enviado por   •  6 de Enero de 2014  •  Tesis  •  11.724 Palabras (47 Páginas)  •  416 Visitas

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El Leviatán de Hobbes y el Poder: Reflexiones y Comentarios

Para Hobbes, el estado de naturaleza es “un estado de guerra y de anarquía. Los hombres son iguales por naturaleza; de la igualdad proviene la desconfianza, y de la desconfianza procede la guerra de todos contra todos. La vida es solitaria, pobre, embrutecida y corta”. No existe noción de los justo y de lo injusto, y tampoco la de propiedad. No hay industria, ni ciencia, ni sociedad. Hobbes se opone, con esta visión pesimista, a los teóricos del derecho natural y a todos aquellos que disciernen en el hombre una inclinación natural a la sociabilidad” (Touchard 1988, p. 260).

El estado de guerra que se mencionó, genera severas incomodidades y sobre éstas Hobbes (1984) explica que “en una condición así, no hay lugar para el trabajo, ya que el fruto del mismo se presenta como incierto; y, consecuentemente, no hay cultivo de la tierra; no hay navegación, y no hay uso de productos que podrían importarse por mar; no hay construcción de viviendas, ni de instrumentos para mover y transportar objetos que requieran la ayuda de una fuerza grande; no hay conocimiento en toda la faz de la tierra, no hay cómputo del tiempo; no hay artes; no hay letras; no hay sociedad. Y, lo peor de todo, hay un constante miedo y un constante peligro de perecer con muerte violenta. Y la vida del hombre es solitaria, pobre, desagradable, brutal y corta” (p. 107-108).

Hobbes (1984) coloca como ejemplo de una vida sin poder común al qué temer, a las sociedades que han coexistido primero bajo el poder de un gobierno pacífico y luego han degenerado en una guerra civil. Y es esta guerra “nada puede ser injusto. Las nocio-nes de lo moral y lo inmoral, de lo justo y de lo injusto no tienen allí cabida. Donde no hay un poder común, no hay ley; y donde no hay ley, no hay injusticia” (Hobbes 1984, p. 109).

El autor considera la existencia de leyes naturales y un derecho natural. En cuanto al derecho natural “se emparenta con el instinto de conservación. Hobbes lo define como la libertad de cada cual para usar su propio poder, en la forma que quiera, para la preservación de su propia naturaleza, es decir su propia vida” (Touchard 1988, p. 261). Asimismo entiende el concepto libertad como “la ausencia de impedimentos externos, impedimentos que, a menudo, pueden quitarle a un hombre parte de su poder para hacer lo que quisiera, pero que no le impiden usar su poder que le quede, según los dictados de su juicio y su razón” (Hobbes 1984, p. 110). La ley natural es “un precepto o regla general, descubierto mediante la razón, por el cual a un hombre se le prohibe hacer aquello que sea destructivo para su vida, o elimine los medios de conservarla” (Hobbes 1984, p. 110).

Las dos primeras leyes son la búsqueda de la paz y su mantenimiento y, “que un hombre debe estar deseoso, cuando los otros lo están también, y a fin de conseguir la paz y la defensa personal hasta donde le parezca necesario, de no hacer uso de su derecho a todo, y de contentarse con tanta libertad en su relación con los otros hombres, como la que él permitiría a los otros en su trato con él” (Hobbes 1984, p. 111). Para asegurar la paz y seguridad entre los hombres no se dispone de un mejor procedimiento que esta-blecer entre ellos un contrato (Se llama contrato (Hobbes 1984, p. 113 a “la transferencia mutua de un derecho”) y transferir al Estado los derechos que, de ser conservados, obstaculizarían la paz de la humanidad.

La preocupación por la paz está en el origen del contrato y la soberanía se basa también el mismo, sin embargo es necesario aclarar que no se trata de un contrato entre el soberano y los súbditos, sino entre individuos que deciden darse a un soberano [1]: el contrato funda la soberanía, no la limita.

Hobbes (1984 p. 145) define al Estado como “una persona de cuyos actos, por mutuo acuerdo entre la multitud, cada componente de ésta se hace responsable, a fin de que dicha persona pueda utilizar los medios y la fuerza particular de cada uno como mejor le parezca, para lograr la paz y la seguridad de todos” y se dice que un Estado ha sido creado o instituido cuando “una multitud de hombre establece un convenio entre todos y cada uno de sus miembros, según el cual se le da a un hombre o a una asamblea de hombres, por mayoría, el derecho de personificar a todos, es decir, de representarlos” (Hobbes 1984, p. 146).

Y así surge el Leviatán que tiene una apariencia gigante cuyo cuerpo es también el de cada uno de los que han delegado las facul-tades para el cuidado de defenderlos. El estado tiene una figura absorbente, pero es relativamente benigno. Touchard (1988) men-ciona sobre las funciones del Estado “debe defenderse al ciudadano; éste sólo abandona sus derechos al Estado para ser protegido. El Estado perdería su razón de ser si la seguridad no fuese garantizada, si la obediencia no fuera respetada (...) El Estado es quien fundamente a la propiedad: “Vuestra propiedad no es tal y no dura más que en tanto que place a la República”. Todo ataque al Estado es, por consiguiente, un ataque a la propiedad” (p. 261).

Ferrero (1971) menciona que “el gran teórico del absolutismo, parte del supuesto de que el hombre es un ser antisocial, lo que ha hecho necesario el Estado como autoridad omnipotente e incontrastable, nacida del temor. Los hombres lo han establecido para asegurar un orden que sustituyera el estado natural de la sociedad, que es el de una lucha implacable: “homo homini lupus”. El hombre primitivo se vio ante la disyuntiva de la anarquía o la autoridad como nada precio necesario para su seguridad. El hombre, animal egoísta, nada sabe de lo que es justo e injusto; obedece a sus naturales apetitos y aversiones, lo que determinaría un estado permanente de lucha si no se hubiera conferido la autoridad suprema al Estado, al que los hombres obedecen porque cuenta con fuerza para obligarles” (p. 27).

En este Estado ninguna autoridad espiritual puede oponerse al mismo, nadie puede servir a dos señores. El soberano es el órgano no sólo del Estado, si además de la Iglesia (Touchard 1988).

La formación de la institución del Estado traen una serie de consecuencias, cuyo resumen es el siguiente:

*Los súbditos no pueden cambiar de forma de gobierno, Hobbes (1984, p. 147) “por lo tanto están sujetos a un monarca no pueden abolir la monarquía sin su aprobación y volver a la confusión propia de una multitud desunida”.

*El poder soberano no puede enajenarse, Hobbes (1984, p. 147) “en segundo lugar, como el derecho de representar a la persona de todos es dado a quien los hombres hacen su soberano, mediante un pacto establecido entre ellos mismos, y no entre el soberano y alguno de ellos, no puede haber quebrantamiento de convenio por parte del soberano; y, en

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