El cambio demográfico en México
less8903Documentos de Investigación21 de Abril de 2016
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Tuirán, Rodolfo. Desafíos del Envejecimiento en México. México, Porrúa, 2003.
El cambio demográfico en México se ha producido con tal velocidad que hoy nos encontramos ante la necesidad de atender los efectos del alto crecimiento poblacional del pasado y de preparar las respuestas institucionales y sociales para encarar los desafíos presentes y futuros que representa el envejecimiento demográfico. Este proceso seguramente influirá de distintas maneras y formas en la sociedad, la economía, la política y la cultura.
Se deben de crear nuevos planes y nuevas organizaciones e Institutos para el apoyo del Adulto Mayor, para atender todas sus necesidades básicas. Este es un problema que nos compete a todos como parte de la sociedad, ya que algún día todos seremos ancianos y necesitaremos ayuda por parte del Estado para cumplir de una manera optima, con nuestro desarrollo como seres humanos.
El envejecimiento impulsará profundos cambios en nuestra manera de ser y de pensar: las personas tendrán que adaptarse a los nuevos ritmos de la vida social, a las cambiantes percepciones del curso de vida, a las nuevas normas y expectativas sociales relacionadas con la edad, a fenómenos sociales emergentes como la proliferación de familias multigeneracionales y el surgimiento de nuevos arreglos residenciales y domésticos. Todos estos ajustes tendrán profundas ramificaciones y múltiples consecuencias para las relaciones sociales y familiares y para las relaciones de género e intergeneracionales.
La transformación de la vejez en un problema social con múltiples connotaciones, no sólo se origina en el número creciente de individuos que alcanzan esta etapa de la vida, sino principalmente en las propias rigideces institucionales para dar respuesta a sus necesidades y demandas.
Cuevas Sosa, Alejandro y Vera Alcocer, Eutimio Armando. 1993. ¿Qué hago con mis abuelos?: Los conflictos de la familia con el anciano. México. Pax.
El paulatino incremento en la esperanza de vida, el aumento relativo de la población considerada anciana, así como el aumento de la probreza han suscitado una serie de preocupaciones sobre sus formas de vida, sistemas de apoyo, independencia financiera y estado de salud. En las últimas décadas, para conocer el grado de bienestar del anciano se ha puesto una mayor atención en las formas de apoyo social entre las que destacan los apoyos familiares.
El énfasis hacia los apoyos familiares se debe a que es común presuponer que envejecer se asocia con un deterioro económico y de la salud (física o mental) que genera una pérdida de autonomía, por lo que los parientes y la descendencia, principalmente, se presentan como las fuentes de apoyo más directas en esta etapa de la vida.
Los apoyos sociales se han clasificado, entonces como de tipo familiar o institucional.
Se considera como apoyo familiar a aquel tipo de ayuda que se da por parte de los miembros de la familia, residan o no con el anciano. La desventaja de este concepto radica en que no permite saber si el apoyo familiar que recibe el anciano es efectivamente de alguien que reside con él o de alguien que vive en otras unidades domésticas.
Ham Chande, Roberto. Conceptos y Significados del Envejecimiento en las Políticas de Población. México, Porrúa, 2006.
La cercanía del siglo XXI es un motivo de reflexión no sólo acerca de lo que nos depara el futuro, sino también y de manera más importante, sobre cómo mejorar nuestras perspectivas como individuos y como sociedad. En las muchas proposiciones que se hacen sobre las alternativas de desarrollo del país y sus opciones para las próximas décadas, existen siempre controversias que van desde la misma identificación de cuáles son los problemas, qué prioridades asignarles, cómo abordarlos y qué soluciones darles. Las diferencias emanan de intereses, ideologías, posiciones políticas y también de la incertidumbre que siempre enmarca al futuro.
Sin embargo, dentro de la incertidumbre de los mundos posibles hay un aspecto de la sociedad futura que tiene un acuerdo prácticamente unánime sobre lo que se debe esperar. En el campo de la demografía se ha observado que cuando las naciones reducen sus tasas de mortalidad y de fecundidad a consecuencia de avances en el desarrollo, ya sean mayores o limitados, entre otros efectos se acarrean tres situaciones que tienen que ver con la población en las edades mayores.
Piña Morán, Marcelo. 2004 Gerontología Social aplicada: visiones estratégicas para el Trabajo Social. Buenos Aires. Espacio
Uno de los puntos que preocupa especialmente a nuestra sociedad es que, dado que los ancianos son un colectivo de “no activos” que debe ser alimentado por el grupo de los “activos”, la relación numérica entre ambos es proporcionalmente desfavorable, cada día más, para el segundo grupo.
Pero la sociedad también preocupa a los propios ancianos, ya que son ellos los que sufren gran parte de las consecuencias negativas de la desproporción comentada. Los ancianos no han creado el problema de la ancianidad, son parte de él. Asumir este hecho y poner los medios para que los individuos consigan vivir una vida plena y satisfactoria a cualquier edad, es tarea de todas las personas integrantes de un grupo determinado.
Las formas sociales de producción han influido en todas las culturas sobre la suerte del anciano. La miseria o la riqueza, la seguridad o la inseguridad de la sociedad convierten a los ancianos en débiles poderosos. En el fondo la vejez, aun en situaciones de poder, es respetada, pero no amada ni deseada. En la literatura, las sátiras y burlas de la vejez son abundantes y constantes. Se considera que el viejo es una persona que ya no es de este mundo y que, por tanto, debe renunciar a satisfacciones y placeres de la vida. Cuando no acepta su “papel” es incomprendido por sus conciudadanos.
Lockenhoff, Rice C. 2002. En busca de independencia y productividad: cómo influyen las culturas occidentales en las explicaciones individuales y científicas del envejecimiento. Revista Latinoamericana de Psicología.
Cada sociedad, desde la antigüedad, define las etapas etarias de la vida del individuo y fija las condiciones de acceso de una a otra. De modo tal que el envejecimiento social puede identificarse por las características que se le asignan a la persona en determinadas edades que la sociedad considera “vejez”.
Ser socialmente viejo implica ser reconocido como viejo por la sociedad en que uno vive y por sus instituciones. Un ejemplo de ello es la jubilación que, en las sociedades actuales, representa la marca oficial del “ser viejo” y del regreso a la dependencia económica y social.
El envejecimiento social se traduce en una sucesión de cambios irreversibles, muchas veces críticos tales como la pérdida o disminución de roles sociales, familiares, profesionales, la disminución de los ingresos o la limitación de las relaciones sociales. Sin embargo, el envejecimiento social es, al igual que el biológico, de tipo diferencial entre las personas y de un grupo social a otro ya que está marcado por la clase social y la historia familiar y personal del anciano, su preparación técnica o profesional, su proyección laboral.
Cerejido, Marcelino. Et al. Coord. Arechiga, Hugo. El envejecimiento sus desafíos y esperanzas. México: Siglo XXI Universidad Nacional Autónoma de México. Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades, 1997.
El combate a las enfermedades ha ocasionado un aumento en la esperanza de vida para los hombres de 71.4 años y para las mujeres de 77.5 años, lo cual ha incrementado el número de personas de la tercera edad de manera muy importante. Para el año 2020 la presencia de los ancianos en México deberá modificar la visión de las políticas públicas, incluidos aspectos como el equipamiento de las zonas urbanas de todo el país para atender las necesidades de este sector de la población.
Desde el punto de vista demográfico, adulto mayor es aquella persona que ha entrado en el sexto decenio de la vida. La Asamblea Mundial sobre el Envejecimiento, convocada por la Naciones Unidas en Viena en 1982, adopto la definición de anciano respecto a la población de 60 años y más. Desde el punto de vista económico, una persona mayor es aquel individuo que se encuentra jubilado y, por lo tanto deja de ser considerado como un sujeto productivo; esto por lo regular, sucede después de los 65 años en los hombres y de los 60 años en las mujeres.
Estos cambios demográficos no previstos suficientemente por las políticas poblacionales, presentan importantes desafíos. Por ello, nuestro compromiso deberá aportar lo necesario para que unidos empecemos a revertir esta situación, debemos anudar convergencias para impulsar un conjunto de acciones políticas, legislativas y de gestoría. Debemos asumir esta causa que, poco a poco, se transforma en un clamor social.
Cervera Díaz, María del Carmen y Saiz García, Jesús. 2009. Actualización de Geriatría y Gerontología II. UDC. España.
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