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Esteroides


Enviado por   •  23 de Noviembre de 2014  •  2.779 Palabras (12 Páginas)  •  156 Visitas

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Esteroides anabólicos:

bonitos por fuera, muy malos por dentro

Mario Caba

Una y otra vez hemos escuchado que “lo importante son los sentimientos, no lo físico”, queriendo decir la frase que para expresar un juicio sobre una persona debemos atender más los aspectos psicológicos que la apariencia física.

Sin embargo, en realidad ocurre exactamente lo opuesto: en nuestra sociedad hay un enorme interés por nuestra apariencia física. Basta con tener televisión para “disfrutar” la incesante gama de productos destinados a mejorar la apariencia: jugos, aparatos, cremas…; el colmo son unas cápsulas ¡para “aumentar los senos de las mujeres”!.

Entre los comerciales que aparecen con mayor frecuencia se halla una extensa gama de aparatos para hacer ejercicio. No importa cuántos de esos aparatos hayan desfilado ya por el televisor, pues siempre habrá uno nuevo que reclama ser mejor que todos sus predecesores.

Un hecho es evidente: todos estos productos apuntan a tener un cuerpo que llame la atención, que nos separe automáticamente de la masa sin tener que demostrar que terminamos la educación primaria o que conocemos la filosofía budista de la iluminación. No es necesario. Un cuerpo perfecto, atractivo, será suficiente para obtener pareja, intimidar al enemigo y demostrar rápidamente a todo el mundo que somos dignos de respeto, diferentes, especiales… “soñados” pues. Esta obsesión, que fácilmente se adjudica a las mujeres, en realidad alcanza ampliamente a los hombres y de manera más peligrosa, ya que frecuentemente combinan el ejercicio físico –con aparatos o no– con una “ayudita”: los esteroides anabólicos.

Todos tenemos esteroides

Los esteroides, desde el punto de vista químico, son lípidos (grasas) derivados del colesterol, el cual proviene a su vez de tejidos animales. Las plantas no lo sintetizan, pero los animales producen su propio colesterol, indispensable para la estructura y funcionamiento celular. En los últimos años, mencionar la sola palabra colesterol equivale casi a invocar algo prohibido, tenebroso y peligroso debido a que se asocia con los problemas de la circulación sanguínea y los infartos cardíacos.

Como dije antes, este lípido es esencial para la vida; el problema es su consumo excesivo, principalmente a través de lácteos, carne roja y aceites monosaturados, como el aceite de coco. A partir del colesterol, las células producen un enorme número de compuestos denominados esteroides, a los que pertenecen las hormonas masculinas, como la testosterona; las femeninas, como el estradiol y la progesterona; los glucocorticoides, como la corticosterona y el cortisol, relacionados con el estrés, e inclusive vitaminas como la D. Como se puede ver, el organismo sabe cómo manejar los esteroides que produce –a los que llamaremos endógenos– mediante complejas rutas metabólicas. El resultado de tal coordinación son sucesos tan importantes como la reproducción, la lactancia y la expresión de los caracteres sexuales secundarios. Para que estos acontecimientos ocurran, se requiere una dosificación determinada, en el momento adecuado y en un sexo particular. Esto es, en el macho no se requieren las variaciones constantes de las hormonas estradiol y progesterona que ocurren cada mes, como en las hembras, ya que no ovulan. Por otro lado, se necesitan cantidades específicas de esteroides en el periodo crítico en que se determinan las características sexuales y durante la pubertad. No es difícil imaginarlo: un desequilibrio en estas etapas críticas provocará desastrosas consecuencias físicas y psicológicas en los individuos. Pero aparte de estos periodos críticos, también la ingestión de esteroides en cualquier momento de la vida provoca efectos que aparecen inmediatamente, no así, por desgracia, muchos otros. Se recurre a los esteroides anabólicos invocando precisamente

su efecto positivo en el crecimiento muscular; sin embargo, el cuerpo reconoce que también poseen propiedades androgénicas; esto es, la ingestión de dichos esteroides ayuda de manera dramática a desarrollar una poderosa musculatura, pero a la vez provoca efectos negativos para el organismo, desde calvicie e irritabilidad, hasta infartos cardíacos y cerebrales.

¿Qué son los esteroides anabólicos?

Los esteroides anabólicos son lípidos derivados de la testosterona, la hormona masculina, una hormona que de manera natural posee efectos tanto androgénicos (el desarrollo de las características sexuales y la producción de espermatozoides) como anabólicos (el crecimiento de músculo esquelético). Los esteroides anabólicos son esteroides sintéticos, lo que significa que, a diferencia de los que llamamos endógenos, no se producen en el organismo sino en laboratorios farmacéuticos. No existe sólo uno, sino que hay disponibles aproximadamente sesenta, todos ellos diferentes; si bien poseen la estructura básica de la hormona testosterona, tienen diversas variantes. Concretamente, se sustituyen las moléculas químicas del compuesto original por otras con el propósito de retardar la degradación y, en general, el metabolismo, ocurriendo lo que técnicamente se conoce como aumento de la vida media del compuesto. El resultado final es que el esteroide permanece más tiempo en el organismo ejerciendo su acción androgénica. Sin embargo, a consecuencia de su afinidad con la molécula de la testosterona, también llega a ser metabolizado en el organismo en la forma de otros esteroides, los cuales poseen propiedades muy distintas de las anabólicas. Algunos ejemplos de estos compuestos son el propionato de testosterona y la nandrolona.

Existen en el organismo diversas enzimas que convierten los esteroides de los andrógenos (hormonas masculinas) en estrógenos (hormonas femeninas) y viceversa. Los esteroides anabólicos no escapan de estas rutas metabólicas, y por esa razón no son “anabólicos puros”, por lo que ocasionan muchos otros efectos que se describirán adelante. Fueron desarrollados a finales de los años treinta para tratar problemas médicos debidos a la falta de esteroides endógenos; por ejemplo, se utilizaron para tratar casos de hipogonadismo (esto es, la reducción del tamaño de los testículos que incluyen una disminución en la producción de espermatozoides). Actualmente se siguen utilizando desde el punto de vista clínico en problemas similares por su función androgénica, pero también se prescriben atendiendo a su propiedad anabólica; por ejemplo, se recetan para que los enfermos de sida ganen musculatura. No obstante, su utilización para aumentar la masa muscular con un objetivo puramente estético y para un mejor desempeño físico en competencias atléticas está prohibido.

Pero, ¿cuál es el problema? El problema

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