Etimología

Veía a la gota de agua bajando por el vaso color azul turquesa, mientras imaginaba a la lluvia que hace meses no caía en el pueblo, de repente, sintió la necesidad de orinar. Se levantó de la litera, avanzo con ese caminar lento que tanto le disgustaba a su esposa. Enfrente del retrete, con la bragueta abajo, y con su pene en las manos, peroro - Me estoy desbordando. La tierra tiene lagos crecientes que pronto dejaran de estar solo en estas manos de trabajo. Si ellas se mojan, se moja el papel, y del mar no escribo- Soltó su miembro, subió la bragueta, y se dispuso a lavarse las manos. Tomo la jícara que flotaba en el agua. – No más agua, a la chingada- dijo. Soltó de inmediato el plástico. El líquido salió disparado al contacto, lo salpico en gran parte de su torso desnudo, y en la mitad baja de la cara. – Solo me falta llorar- vocifero.

Regreso a la litera, se sentó en ella, tomo el vaso, lo empino en su boca. Mientras esperaba que callera la metáfora, tocaron a la puerta. Por fin había llegado. – Pase, la idea esta puesta- Ella, sin decir, entro, de inmediato se dirigió al cuarto, se quitó la ropa, la doblo con mesura, y se colocó en la cama en posición de cruz. Él vio el ritual con la misma excitación que en la primera vez, como en aquel tiempo cuando no se encontraba bien por la muerte de su señora esposa, a la que tanto veneraba y consentía. Con el pantalón puesto se colocó por encima de la mujer. Con sus manos delicadas la acaricio en sentido ascendente desde la barbilla, delineo cada detalle del rostro, lo estrujo y lo estiro, con especial afán en los labios. Pasaba el dedo de una comisura labial a otra, y cuando regresaba a la del lado izquierdo la besaba. Ella respondía cada beso con ternura. Al finalizar la secuencia la penetro. Se vieron, entonces supieron que ya había terminado, era tiempo de que se fuera. Se salieron uno del otro, se observaron y sonrieron. Ella se vistió con calma mientras él la veía, después se acomodó el cabello rizado color negro intenso viéndose en el espejo que estaba en el ropero, se puso delineador, y se acercó a él para despedirse con un ósculo.

Despertó temprano, somnolienta, debido a que gran parte de la noche no pudo dormir. Tomo café para desayunar, mientras leía el periódico de bromas vulgares que la alejaba de sus pensamientos por un rato. Termino de comer, y se dispuso arreglar el vergel. A cada fruta que limpiaba se quedaba paraba inerte, obirando atreves de las ramas, recordando aquel día cuando colocando en la estantería recién comprada unos libros se le cayó encima el mueble, causando que se le fracturaran 3 dedos de la mano derecha. Desde aquel día no pinta. De pronto, flores, frutos y hojas, empezaron a caer estrepitosamente. Estaba temblando. No se sorprendió, ya que en esa región era común. Se recargo en un naranjo viejo hasta que dejo de temblar, fueron 2 minutos de mareo, en los cuales pensó en pintar un

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