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Falta Un Pedazo De Cielo


Enviado por   •  23 de Enero de 2013  •  2.073 Palabras (9 Páginas)  •  1.724 Visitas

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FALTA UN PEDAZO DE CIELO.

Carl Sagan.

“Siempre quise tener un tren eléctrico de juguete, pero mis padres no pudieron comprármelo hasta que cumplí diez años… Mis recuerdos de aquellos tiempos están impregnados del olor que emanaba del transformador, una gran caja negra. Supe que el olor se debía a una determinada sustancia química—generada por la electricidad al atravesar el aire – que tenía nombre propio: OZONO.

Con este pequeño párrafo el autor comienza a darnos la introducción de lo que principalmente se va a tratar de nuestra lectura.

El aire que nos rodea contiene alrededor de un 20% de la molécula de oxigeno (O2) que posteriormente nos referiremos como oxigeno. El oxigeno molecular es lo que nos permite la respiración y al combinarlo con alimentos, extraemos energía

El ozono es una forma más rara del oxigeno combinado. Su símbolo es O3. El ozono reactivo contribuye al smog y la contaminación industrial, siendo el verdadero problema el que exista este componente en la atmosfera.

Hacia la década de los veinte la gente tenía la idea de que los frigoríficos eran algo bueno. Por razones de comodidad, de salud pública, y además, por si fuera poco, uno podía enviar y recibir comida de todo por todo el mundo pero los gases que emitía el refrigerante eran venenosos y malolientes. Un escape no era opción. Se requería un sustituto que fuese líquido en las condiciones adecuadas y que no causara ningún perjuicio en caso de avería.

Así químicos inventaron moléculas inexistentes en la naturaleza. Las llamaron clorofluorocarbonos (CFC) y estaban constituidos por uno o más átomos de carbono a los que se unían átomos de cloro y flúor. Se convirtieron en el fluido principal de acondicionadores de aire además que a los CFC se le encontraron diversas aplicaciones como aerosoles, espumas aislantes, disolventes industriales y agentes limpiadores. El más famoso de estos productos fue el freón, una marca comercial de DuPont.

Empleado durante décadas nunca pareció que causase daño alguno.

A comienzos de la década de los setenta se fabricaba cada año un millón de toneladas de esta sustancia.

El ozono se forma de manera natural a unos 25 kilómetros de altitud. La luz ultravioleta desintegra las moléculas de O2 en átomos de oxígeno, que se recombinan formando ozono. En esas altitudes una molécula de CFC sobrevive un siglo antes de que la luz ultravioleta le arranque su cloro; éste es el catalizador que destruye las moléculas de ozono sin aniquilarse a sí mismo. Hacen falta dos años para que el cloro retorne a la baja atmósfera y sea arrastrado por la lluvia. En ese tiempo, un átomo de cloro puedo haber participado en la destrucción de cien mil moléculas de ozono.

¿A quién puede importarle todo esto? ¿Por qué deberíamos preocuparnos? Por la sencilla razón de que el ozono es nuestro escudo contra la luz ultravioleta del Sol. Es este momento la capa tendría un espesor de tan solo de tres milímetros. Y esto es verdaderamente alarmante, ya que tan solo 3 milímetros hay entre nosotros y las radiaciones ultravioletas precedentes del sol.

El peligro asociado a la luz ultravioleta suele ser el cáncer de piel. Según se ha informado, la incidencia de cánceres malignos en la piel es hoy diez veces mayor que en la década de los cincuenta. La perdida de ozono y el incremento de la exposición a la luz ultravioleta parecen estar implicados. Mas sin embargo, lo más serio es el hecho de que los rayos ultravioleta afectan al sistema inmunitario, pero, a su vez, los afectados son solo aquellos que carecen de protección.

Las moléculas orgánicas, expuestas a la luz ultravioletas, se desintegran o forman combinaciones químicas indeseables. Los seres que más abundan en el océano son unas minúsculas algas unicelulares que flotan cerca de la superficie del agua: el fitoplancton. Ciertos experimentos han mostrado que incluso un moderado incremento de radiación ultravioleta dala a alas algas unicelulares comunes en el océano Antártico. Se puede esperar que incrementos mayores causen en esos seres grandes pérdidas y, en última instancia, un aniquilamiento masivo.

Una serie de repercusiones en cascada en la cadena alimentaria oceánica, la muerte del fitoplancton elimina la capacidad del océano para extraer dióxido de carbono de la atmosfera y con ello contribuye al calentamiento global.

La destrucción de las algas en la base de la cadena alimentaria determina el colapso de esta. Y este fenómeno no solamente ocurriría en el mar, sino que, un incremento de esta podría poner en peligro las cosechas y posiblemente comprometería el abastecimiento alimentario humano.

Al permitir la destrucción de la capa de ozono y el aumento de la intensidad de la radiación ultravioleta en la superficie terrestre, estamos planteando retos de gravedad desconocida pero inquietante al tejido de la vida planetaria. Nadie cree que la capa de ozono corra peligro de una desaparición inminente; no obstante, se estima una reducción global de solo el 10% del volumen del ozono, y muchos científicos creen que la actual dosis de CFC en la atmosfera determinara el resultado.

En 1974, Sherwood y Mario Molina fueron los primeros en advertir que el CFC podía dañar gravemente la capa de ozono. Experimentos y cálculos subsiguientes de científicos de todo el mundo han confirmado su hallazgo.

La empresa DuPont que vendía CFC a razón de unos 600 millones de dólares al año, publicó cartas en periódicos y revistas científicas, y sus representantes declararon ante comisiones del congreso que no estaba demostrado que los CFC representaran un peligro para la capa de ozono.

Afirmaban que los responsables primarios eran otros productos químicos y advirtieron la destrucción de empresas por una prematura acción legislativa.

Cuando la teoría quedó demostrada declararon que aún eran demasiado pronto para considerar la oportunidad de hacer cambios.

Una vez que los CFC llegan a la alta atmósfera, no hay medio de eliminarlos. Los efectos del CFC ya presentes en el aire perdurarán alrededor de un siglo. En consecuencia se prohibió los CFC.

Hacia 1978 los aerosoles de CFC fueron declarados ilegales en E.U., Canadá, noruega y Suecia. Sin embargo la mayor parte de producción de CFC no se destinaba a aerosoles. La inquietud

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