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Historia Breve De La Química (Alquimia)


Enviado por   •  1 de Septiembre de 2014  •  1.276 Palabras (6 Páginas)  •  425 Visitas

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La alquimia

Alejandría

En la época de Aristóteles, Alejandro Magno de Macedonia (un reino situado al

norte de Grecia) conquistó el vasto Imperio Persa. El imperio de Alejandro se disgregó

después de su muerte en el año 323 a. de C., pero los griegos y macedonios mantuvieron

el control de grandes áreas de Oriente Medio. Durante varios siglos (el «Período

Helenístico») tuvo lugar una fructífera mezcla de culturas.

Ptolomeo, uno de los generales de Alejandro, estableció un reino en Egipto,

cuya capital fue la ciudad de Alejandría (fundada por Alejandro). En Alejandría,

Ptolomeo y su hijo (Ptolomeo II) levantaron un templo a las Musas (el «Museo») que

cumplía el mismo fin de lo que hoy llamaríamos un Instituto de Investigación y una

Universidad. Junto a él se construyó la mayor biblioteca de la antigüedad.

La maestría egipcia en la química aplicada se unió y fundió con la teoría griega,

pero esta fusión no fue totalmente satisfactoria. En Egipto el saber químico estaba

íntimamente ligado con el embalsamado de los muertos y el ritual religioso. Para los

egipcios, la fuente de todo conocimiento era Thot, el de la cabeza de ibis, dios de la

sabiduría. Los griegos, impresionados por la altura de los conocimientos de los egipcios,

identificaron a Thot con su propio Hermes y aceptaron una buena dosis de misticismo.

Los antiguos filósofos jonios habían separado la religión de la ciencia. Esta

nueva unión operada en Egipto entorpeció seriamente los posteriores avances en el

conocimiento.

Como el arte de khemeia aparecía tan estrechamente relacionado con la religión,

el pueblo llano recelaba a menudo de quienes lo practicaban, considerándolos adeptos

de artes secretas y partícipes de un saber peligroso. (El astrólogo con su inquietante

conocimiento del futuro, el químico con su aterradora habilidad para alterar las

sustancias, incluso el sacerdote con sus secretos sobre la propiciación de los dioses y

posibilidad de invocar castigos servían como modelos de cuentos populares de magos,

brujos y hechiceros.)

Los destinatarios de estos recelos no solían mostrarse resentidos, sino que con

frecuencia se crecían, conscientes de que aumentaban su propio poder y quizá también

su seguridad. Después de todo, ¿a quién se le iba a ocurrir ofender a un mago?

Este respeto o recelo popular impulsó a los practicantes de la khemeia a redactar

sus escritos mediante simbolismos oscuros y misteriosos. El sentimiento de poder y de

estar en posesión de un saber oculto aumentaban aún más con esa oscuridad.

Por ejemplo, había siete cuerpos celestes considerados «planetas» («errantes»,

porque continuamente cambiaban de posición con respecto al fondo estrellado) y

también eran siete los metales conocidos: oro, plata, cobre, hierro, estaño, plomo y

mercurio (véase figura 2). Pareció atractivo emparejarlos, y llegó un momento en que el

oro se designaba comúnmente como «el Sol», la plata como «la Luna», el cobre como

«Venus» y así sucesivamente. Los cambios químicos pudieron entonces incluirse en una

corriente mitológica.

Aún quedan recuerdos de aquella época. La denominación del compuesto ahora

llamado nitrato de plata era «cáustico lunar». Este nombre, ya en desuso, es un claro

indicio de la antigua relación entre la plata y la luna. El mercurio debe su actual nombre

al planeta Mercurio. El verdadero nombre antiguo era hydrargyrum («plata líquida»), y

el nombre inglés antiguo era el casi idéntico de «quicksilver».

Esta oscuridad más o menos deliberada sirvió a dos desafortunados propósitos.

Primero, retardó el progreso, ya que los que trabajaban en esta materia ignoraban -en

parte o del todo-lo que los otros estaban haciendo, de modo que no podían beneficiarse

de los errores ni aprender de la lucidez de los demás. En segundo lugar, permitió que

charlatanes y engañadores -contando con la oscuridad del lenguaje- se presentaran a sí

mismos como trabajadores serios. No podía distinguirse al embaucador del estudioso.

El primer practicante de la khemeia greco-egipcia que conocemos por su nombre

fue Bolos de Mendes (aproximadamente 200 a. de C), una población del delta del Nilo.

En sus escritos utilizó el nombre de Demócrito, por lo que se le conoce como «Bolos-

Demócrito» o, a veces, como «pseudo-Demócrito».

Bolos se dedicó a lo que se había convertido en uno de los

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