Historia Y Evolucion De La Medicina
Enviado por alexmora2893 • 9 de Septiembre de 2014 • 2.733 Palabras (11 Páginas) • 1.018 Visitas
HISTORIA Y EVOLUCIÓN DE LA MEDICINA VETERINARIA
Al remontarnos a los inicios de la historia de la medicina veterinaria, no podemos omitir el nombre de Aristóteles, que en su extensa obra sobre historia natural dejó plasmados importantes conceptos sobre patologías inherentes a los animales.
Estos conocimientos, consultados y ampliados por varios autores, dieron orígen a los primeros tratados sobre la medicina y la zootecnia de los animales. En el caso de los escritores latinos sobresale “Catón el viejo” (234 – 149 a.C.) en su escrito De re rustica y Varrón (116 – 27 a.C.) Autor de tres libros de agricultura Rerum rusticarum libri III. A finales del siglo primero, Lucio Julio Columela, en su obra Los doce libros de agricultura, utilizó por primera vez el término veterinario para definir al pastor que cura las enfermedades de los animales (Egaña, 1941). Si bien los pastores ancestrales se dedicaron al tratamiento de enfermedades de los ganados, y en especial de los ovinos y bovinos, arte reconocido como buiátrica o buiatría, el mayor avance se logró con los estudios realizados para curar enfermedades de los caballos, por razón de la importancia fundamental de estos animales como medio de transporte
Y por su fortaleza y su valor en los ejércitos que los destinaban a las guerras y a las conquistas, conformando con ellos las divisiones de caballería.
EL HIPIATRA GRIEGO
La veterinaria, ciencia hermana de la medicina, toma como nombre una palabra directamente emparentada con el latín vetus, ‘viejo’. Pero no porque se trate de una disciplina vetusta o anticuada, sino a partir del nombre que daban en la milicia a los efectivos que habían cumplido el tiempo estipulado de servicio y estaban ya viejos: veteranus en el caso de los legionarios, veterinus en el caso de los caballos.
Del mismo modo que los veteranos o soldados viejos no son ya útiles para el servicio de las armas, tampoco el viejo caballo o veterinus servía para luchar en los campos de batalla, por lo que solía destinarse a la carga de material.
Dado que para bestias de carga se escogía, tanto en el ejército como fuera de él, a los animales más viejos, impropios para montar, el plural femenino veterinae y el plural neutro veterina pasaron a utilizarse en latín como sinónimo de “animal de carga”. Y como los animales viejos suelen enfermar con más frecuencia que los jóvenes, el encargado de mirar por la salud de estas bestias de carga recibió el nombre de veterinarius (veterinario). Esta designación sustituyó con éxito a las que habían venido utilizándose hasta entonces, como el mulomedicus latino o el hipiatra griego, nombres estos que ponen también de manifiesto, en cualquier caso, la enorme importancia que los caballos tuvieron en los orígenes de la ciencia veterinaria.
En sus orígenes, digo bien, pero también en su desarrollo posterior, a juzgar por los títulos de los principales libros medievales sobre veterinaria, como la Cirurgia de cavalls(1248) del catalán Gallien Corretger o De medicina equorum (1250) del siciliano Jordano Rufo; o también, ya en pleno Renacimiento, la valiosísima Dell’anatomia, e dell’infermità del cavallo (1598), del italiano Carlo Ruini.
A lo que parece, eso de asociar la figura del veterinario al cuidador de perros, gatos, periquitos y otras mascotas domésticas es cosa solo de nuestro tiempo.
Las raíces culturales del arte veterinario romano se remontan a los etruscos que eran grandes amantes de los animales. En sus tumbas se han encontrado relieves de finos caballos y toros. Los etruscos desarrollaron la adivinación y el presagiar en dos modalidades: el “Augury” basado en el vuelo y gritos de los pájaros, y el “Haruspicy” mediante la observación de las entrañas de animales sacrificados, especialmente del hígado. Los “haruspex” eran una autoridad en las enfermedades de los animales.
Los cuidadores de animales se llamaban “suovetaurinarii” palabra derivada del “suovetaurilh” sacrificio de un cerdo (sus), una oveja (ovis) y un toro (bull); probablemente “veterinarius” derivó de esta palabra. El origen puede ser de “veterina” como llamaban a los animales de carga. Veterinarium era el animal de carga de los militares romanos.
Entre 180 y 192 d. C., el veterinario estaba ubicado dentro de los individuos con inmunidad por su competencia en una importante especialidad.
El fenicio Mago (550-500 a. C.), padre de la agronomía y de la producción animal del Mediterráneo, autor de una enciclopedia de 28 volúmenes sobre agricultura, entrega detalles sobre la castración de potros y toros.
EL VETERINARIO ROMANO
Durante el imperio romano, la medicina humana y la medicina veterinaria no tenían un alto rango social. La veterinaria era un arte empírico al servicio del ejército y la agricultura. El fuerte de los veterinarios eran los tratamientos de traumas y heridas, sangrías y obstetricia, y cirugía mayor lo que requería una gran destreza.
Cato (234-139 a. C.) en De Agricultura cubría muchos aspectos de producción animal como crianza de abejas para obtener miel y ceras. Cato recomendaba dar a un buey enfermo un huevo crudo de gallina que sería ingerido entero, y si a un buey lo mordía una culebra se le debía administrar un cocimiento de hinojos y vino por las narices, y aplicar una cataplasma de excrementos de cerdo sobre la herida. Cato reconocía la importancia de los ectoparásitos, arácnidos y garrapatas y prescribía una loción preventiva de aceite de olivo y un extracto de lupino y vino para ser rociados sobre el animal.
Roma fue afectada por grandes epidemias en humanos y animales. Virgilio (70 a. C. – 19 d. C.) en Georgica describe horribles visiones de las plagas, una de ellas puede haber sido el carbunclo que causaba muchas muertes. Virgilio describe las prácticas para combatir las “costras sucias” en las ovejas, con baños en arroyos y pozos o por frotación con alquitrán negro, después de esquilarlas.
La escuela metódica se adecuó a las actividades de los primeros veterinarios romanos, sin embargo, hubo un escaso progreso intelectual en el estudio de las enfermedades de los animales en esta fase de empirismo.
Los primeros escritores romanos de la medicina humana y animal fueron:
Marcus Terentius Varro (116 – 27 a. C.). En su “Rerum Rusticarum” (Concerniente a la Agricultura) consideraba a las enfermedades infecciosas como contagiosas y atribuibles a organismos invisibles omiasmas del viento; él observó que un animal enfermo podía amenazar a todo el rebaño, y proponía segregar a los animales en pequeños grupos. Varro era muy conciente que el estrés ambiental,
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