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La Problemática Ecológica Desde El Pensamiento De Jean-Jacques Rousseau

mchiari2 de Agosto de 2014

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La problemática ecológica

desde el pensamiento de

Jean-Jacques Rousseau

Mario Chiari

Año 2005

Introducción

El planeta está asistiendo a una degradación cada vez más veloz de su estado. Los indicios de esa situación no son soslayables: recursos no renovables que comienzan a agotarse; polución que empieza a mostrar sus nefastos efectos; catástrofes naturales que en otros tiempos se producían esporádicamente y hoy aparecen como muy frecuentes; destrucción de habitats por uso intensivo e incauto de recursos renovables; cambios climáticos bruscos; desertificación de grandes áreas…

Ciertamente que lo antedicho es imputable a la acción del ser humano. Es lícito, luego, interrogarnos acerca de las causas y motivaciones de nuestra forma de vincularnos con la naturaleza.

Si bien la problemática puede ser enfocada desde el pensamiento de una pluralidad de autores y bajo la lente de numerosas disciplinas, en el pensamiento de Jean-Jacques Rousseau se encuentran determinadas concepciones que pueden servir de importante punto de partida para nuestro análisis. Desde su ideario, entonces, se abordará esta problemática.

Civilización, ciencia y tecnología

En sintonía con el pensamiento de L. Boff , podemos afirmar que nuestra civilización antropocéntrica y dominadora es una de las causas más importantes de la crisis ecológica actual. Ciertamente, la civilización nace del sentido que los seres humanos se auto-adjudican, lo que conduce necesariamente a un estudio de nuestra civilización y de la posición que como seres humanos creemos que detentamos si lo que se pretende es echar luz sobre las causas de la problemática ecológica actual.

Así, un análisis de tipo sistémico de nuestra civilización mostrará que ésta está formada a partir de la interacción de cuatro grandes subsistemas: el sistema normativo, el de representación, el de expresión y el de acción. Es claro que cada uno de estos subsistemas están indisociablemente ligado a los otros: la acción está marcada por las normas (convenciones que, siendo el asiento de la autoridad legítima nos demarcan el campo de lo lícito) de la misma forma que la representación en una democracia puede concebirse como la delegación de parte de nuestros derechos de expresión, y ambas están signadas por las normas que las enmarcan.

Sin embargo, pese a que estos subsistemas conforman entre sí ese todo llamado civilización, centraremos nuestro análisis en uno solo de los subsistemas nombrados, el último, y particularmente en las características de la interacción entre el hombre y la naturaleza.

Nuestra civilización se caracteriza fundamentalmente por el ejercicio del poder y la dominación, ya sea sobre otras civilizaciones/hombres, como sobre los demás elementos de la naturaleza. Es la nuestra, además, una civilización básicamente tecnológica, lo que implica que tanto las relaciones humanas como las relaciones hombre/ambiente están signadas por un fuerte uso de instrumentos sofisticados que se interponen entre las partes de las relaciones. Las consecuencias de este tecnocentrismo son múltiples.

En primera instancia, si al decir de Rousseau el cimiento de la sociedad civil fue echado por aquel que se apropió por primera vez de una parcela de tierra , seguramente podemos afirmar que quien se apropió y se apropia de la tecnología establece las pautas que rigen gran número de los comportamientos que tienen lugar en el seno de esa

sociedad. El uso privado de la tecnología, lejos de ser neutro, aumenta la brecha de desigualdad a favor de quien posee el uso de la techné. Tal como expresara Rousseau, “nuestro dominio de la naturaleza allanó (…) el conceptualmente camino a la dominación de unos sobre otros que nos caracteriza”

En segundo lugar, sabido es que el uso de la tecnología como instrumento de acción sobre la naturaleza se realiza en un intento por lograr una extracción de riquezas a mayor escala y a más velocidad. De acuerdo a lo antes expuesto, esta acumulación de riquezas no es destinada en forma equitativa a satisfacer las necesidades naturales sino que gran parte de ellas son derivadas a la generación de mayores comodidades y lujos que, como expusiera Rousseau, con el tiempo se transforman en necesidades.

En este punto podemos encontrar una de las cuestiones centrales de la problemática de nuestro interés. En efecto, queda claro, a partir de la visualización de la dinámica antes expresada, que todo lleva a la gestación de un número infinito de “necesidades”, a partir del refinamiento de nuestros gustos y la habituación a las comodidades. Pero además, estas “necesidades” desmedidas deberán ser satisfechas con una cantidad finita de recursos naturales, lo que nos deja frente a una doble conclusión: esta es, que estamos ante la esclavización de la naturaleza y la esclavización de los otros hombres porque, como dice Rousseau, “una vez que toda la tierra es poseída, a los hombres para sobrevivir no les queda más que el robo y la esclavitud” . La finitud de los recursos naturales determina que ninguno de ellos quedará sin un poseedor dada la voracidad del ser humano. Y, en este contexto, no importa la supervivencia del esclavo, sino sólo el bienestar del amo, y aquella debe ser sólo en virtud de su utilidad para este segundo objetivo.

Al respecto, Rousseau afirma “…estas palabras, esclavitud y derecho, son contradictorias, se excluyen mutuamente…” . El someter a la esclavitud al ambiente y a los otros los priva de sus derechos. El hombre se erige en déspota de sus semejantes y su medio natural. Pero esta fuerza ejercida en contra de ellos- trazando un paralelismo con lo que afirma Rousseau de la sociedad civil- no engendra el derecho y por lo mismo el medio y los semejantes no están obligados a obedecer a tal poder ilegítimo. ¿Podrían entonces interpretarse los cambios en el ambiente como la respuesta de éste a la

violencia ejercida contra él? Si así fuera, debería considerarse que semejante reacción podría entrañar la muerte del propio déspota, quien no podrá separarse de la suerte que éste deparo al ambiente que lo alberga. El hombre se hace en cierto sentido esclavo al pretender erigirse en dueño y señor.

En tercer término, es dable destacar que el uso de la tecnología en nuestra relación con la naturaleza y el resto de los hombres nos hace dependientes de ella, hasta tal punto de hacernos perder nuestra habilidad natural de relacionarnos echando mano sólo de nuestros atributos inherentes como especie. En este punto, coinciden Boff y Rousseau. El primero afirma que “esta actitud instrumental rompe con la inmediatez, con el contacto directo, con la experiencia de contacto epidérmico en relación con la naturaleza” , mientras que, en consonancia, el segundo nos advierte el uso de instrumentos, como es el caso de una manta, hace que se concluya por naturalizar el uso de los mismos, por lo que terminan condicionando nuestra capacidad de subsistencia. Es notoria la creciente incapacidad del hombre de prescindir de elementos otrora considerados “de lujo”, como la luz artificial, los medios de transporte, cierto tipo de alimentos…Como dijera el pensador ginebrino, el hombre civilizado se ha debilitado, ha perdido capacidades que antes poseía, lo que conlleva aparejado, además de dicha pérdida de cualidad natural, un inevitable aumento de las necesidades básicas a satisfacer. Así, la creación y uso del instrumento “vestimenta” no sólo ha implicado la desaparición de la vellosidad protectora del cuerpo humano sino también la generación de una dependencia del hombre para con el elemento satisfactor de su necesidad, en este caso el ropaje.

Tecnociencia, poder y libertad

En su “Discurso sobre las ciencias y las artes” J.J. Rousseau advierte: “...he aquí cómo el lujo, la disolución y la esclavitud han sido en todo el tiempo el castigo a los esfuerzos orgullosos que hemos hecho para salir de la feliz ignorancia donde nos había situado la sabiduría eterna...”.Este conocimiento afanosamente buscado por el hombre encuentra su aplicación –en el contexto del mundo moderno- en la tecnología. ¿Es cierto, entonces, el pensamiento de Rousseau y por ello podemos afirmar que el lujo, la disolución y la esclavitud son hijos de la tecnología?

Es evidente que en todo caso no son sólo éstas las consecuencias de la alocada carrera por el avance tecnológico. Pero del análisis de la realidad eco-social surge claramente que las secuelas negativas de esta obsesión por lo tecnológico pueden eventualmente ser más drásticas que aquellas que son positivas.

Y la causa de esto está en la base de la problemática. La tecnología, nombre de hoy de la ciencia aplicada, es un saber operativo. Es, además, la forma que el hombre tiene de apropiarse de la naturaleza y la realidad. Y así como el primer hombre que se apoderó de una parcela de tierra lo hizo en función de un excesivo interés personal que iba más allá de sus reales necesidades, el apropiamiento de la naturaleza a través del uso de la tecnología es movido por el mismo motor egoísta. Las herramientas técnicas son puestas al servicio de la potenciación de la fuerza dominadora que ejerce quien

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