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La Teoría del Conocimiento de Agustín


Enviado por   •  22 de Abril de 2012  •  Informe  •  1.439 Palabras (6 Páginas)  •  438 Visitas

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La Teoría del Conocimiento de Agustín es conocida como "Teoría de la Iluminación" y se inspira en un pasaje del primer capítulo del Evangelio de Juan, en el que se lee que el Verbo es “la luz que ilumina a todo hombre que viene a este mundo”. Las ideas eternas, inmutables e increadas, se encuentran en Dios, y él nos las comunica al conocer, de un modo natural (y no milagroso o sobrenatural). Al mundo lo vemos y pensamos gracias a la luz de las ideas, ideas que no nos pertenecen, sino que pertenecen a Dios, quien nos las comunica iluminándonos para que podamos conocer.

¿Qué es la verdad? No tanto la adecuación de nuestro intelecto a la cosa (verdad lógica), sino más bien a las ideas, especies eternas o modelos en la mente de Dios, según las cuales todo fue hecho (verdad ontológica). La verdad, por tanto, se identifica con Dios. Él es la verdad de las cosas, que fueron hechas según sus ideas divinas.

La misma reflexión sobre la verdad y el conocimiento le permitirá a Agustín formular una demostración de la existencia de Dios (no la única). El hombre conoce verdades eternas, inmutables y necesarias. Y estas verdades no pueden provenir de él mismo, que es mutable, temporal y perecedero. Por tanto, al conocer verdades ya conocemos a Dios (obviamente no en forma total, pero sí con certeza en su existencia), pues las ideas son de Dios, le pertenecen.

Agustín recoge la afirmación de Éxodo 3,14: cuando Moisés le pregunta a Dios cuál es su nombre, Dios responde: «El que es.» (Yahvé) “Todo lo que en Dios hay no es otra cosa que ser”, dice Agustín. Pero, a diferencia de Tomás, comprende el "ser" en clave platónica, como "mismidad" (ser idéntico a sí mismo), como inmutabilidad. Todo lo que es, es porque Dios le participa el ser. Así se entiende el acto creador de Dios. Dios crea de la nada, sin que preexista materia alguna a su acto creador.

Dios, en cuanto ser inmutable, está fuera del tiempo. Comienza a haber tiempo con la Creación. Por eso no tiene sentido preguntar, como hacían muchos en aquella época para poner en aprietos a los partidarios de la Creación, ¿qué hacía Dios antes de la Creación? La misma pregunta carece de sentido, porque no hubo un "antes" (tiempo) de la Creación, no hubo tiempo antes del tiempo.

Ahora bien, si Dios lo ha creado todo de la nada y, por lo tanto, todo ser proviene de Dios, ¿cómo se explica el mal? La reflexión sobre el problema del mal había llevado a Agustín, en su juventud, al maniqueísmo. Pero Agustín ha madurado y tiene ahora una respuesta para ello: el mal no es. Ontológicamente hablando no hay mal, no hay nada malo. El ser, que proviene de Dios, es bueno. Lo que llamamos mal no es sino privación o ausencia de bien, pero en sí mismo no es nada, no tiene substancia.

La antropología de Agustín muestra la tensión entre su convicción, como teólogo cristiano, de que el hombre es una unidad de cuerpo y alma, y su raíz platónica que lo lleva a concluir que el “hombre es un alma racional que tiene un cuerpo mortal y terreno para su uso”. No acepta del platonismo la preexistencia del alma, afirmación indispensable para quienes entienden el conocimiento como reminiscencia pero no para Agustín y su Teoría de la Iluminación.

En cuanto a las relaciones entre razón y fe, Agustín sintetiza su pensamiento en un pasaje de su sermón 43: “Comprende para creer, cree para comprender.” El asentimiento a las verdades de fe está precedido por la razón, que demuestra que es legítimo creer en ellas (aunque no demuestra su contenido de verdad). Pero también es seguido por la razón, que interviene, luego del acto de fe, para profundizar en el contenido de esas verdades, cosa que sin la fe la razón no podría hacer.

En La Ciudad de Dios (una verdadera filosofía y teología de la Historia) analiza la decadencia del Imperio Romano de Occidente, que era por entonces endilgada al cristianismo. Según Agustín, el hecho crucial de la Historia no es la caída del Imperio sino la encarnación del Verbo. La Historia es el espacio en el que el hombre ejerce su libertad optando entre el bien y el mal, entre la "ciudad de Dios", fundada en el amor a Dios, y la "ciudad terrena", basada en el amor a sí mismo. La obra constan de veintidós libros. Los diez primeros polemizan con el panteísmo y los restantes giran en torno a la Iglesia, su origen y su misión en

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