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NEUROMITOS


Enviado por   •  10 de Enero de 2022  •  Documentos de Investigación  •  1.290 Palabras (6 Páginas)  •  102 Visitas

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Asignatura

Datos del alumno

Fecha

Educación y Atención Temprana

Apellidos: Somarriba Munguía

4-12-2021

Nombre: Carolina Patricia

Los neuromitos

El prefijo neuro- ha venido cobrando, en los ambientes intelectuales y sociales de nuestros días, marca de modernidad. Por todas partes se encuentran libros con los más diversos títulos precedidos por neuro-. Pienso que, claramente, este te termino se está utilizando de un modo desproporcionado y, con ello devaluando su verdadero significado. El prefijo neuro- tiene desde sus orígenes, cuando se comenzó a utilizar en los estudios de medicina o biología, el claro propósito de distinguir subdisciplinas relacionadas con el sistema nervioso. Y así nació de la anatomía, la neuroanatomía, de la fisiología, la neurofisiología; de la cirugía, la neurocirugía; y desde luego, la neurociencia que las ampara a todas. Por tanto, el prefijo neuro ha venido siendo utilizado de modo profuso y con abuso. Y es que este prefijo vende. De este modo, a todo aquello que se quiera tildar de moderno y actual en el mercado intelectual solo hay que añadirle el neuro.

Entrando en el tema que ahora nos incumbe, un neuromito es un mito creado alrededor de ese cocinar nuevos conocimientos en el encuentro que existe entre neurociencia y humanidades. Son mitos que se refieren al cerebro y su funcionamiento, pero también y más particularmente, a los mitos que relacionan la neurociencia y educación o, si se quiere, neuroeducación.

El término neuromito, según recogen varias fuentes, fue originalmente acuñado por Alan Crockard, quien hizo critica de conceptos e ideas sobre neurociencia no aplicadas con rigor en el mundo de la medicina. Más tarde, la organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), en el año 2002, definió neuromito como “un concepto erróneo generado por un malentendido o una cita errónea de hechos establecidos científicamente (por investigación del cerebro) para justificar el uso de la investigación neurocientífica en la educación y en otros contextos”.

Hoy se piensa que, en general, estos errores han sido aceptados y trasmitidos por la gente o profesionales sin ninguna mala intención. Lo cierto es, y yo lo creo al menos de esta manera, que en el caso de los maestros en particular esto es así. Es decir, la aceptación y aplicación de estos mitos por los educadores ha sido casi siempre hecha con los buenos deseos de mejorar la enseñanza. Tratando de dar respuesta a la competitividad entre colegios con una distinción en sus metodologías y nuevas aplicaciones docentes.

Os describo alguno de los ejemplos de esos mitos que nacieron de una mala interpretación de los procesos fisiológicos de nuestro organismo y que ha sido aplicado a los colegios como un clásico. El mito plantea que los niños debieran beber cada día una cantidad de seis y ocho vasos de agua. Pues, bien, aun a pesar de que no existe ningún trabajo en la literatura científica, ni tampoco evidencia alguna, de que un incumplimiento de este aserto produzca un descenso en su rendimiento escolar, debido principalmente al hecho de que los niños beben bien directa, o indirectamente (refrescos, alimentos y frutas), la cantidad de agua diaria que necesitan para mantener adecuadamente sus funciones fisiológicas normales, esto ha sido el origen de un mito ampliamente extendido en nuestro entorno cultural.

Señala Paul Howard- Jones: “Más de un 25% de los maestros del Reino unido que fueron preguntados acerca de este tema creen que un fallo en cumplir con este requisito podría ocasionar que su cerebro se encoja o arrugue”. Este es uno de esos mitos que se ha mantenido pensando en el bienestar de los niños. Su persistencia, al parecer, nace de un hecho cierto y es que en los casos de severa deshidratación, las personas sufren, entre otros síntomas, una afectación de sus funciones mentales. Pero esto, sin embargo, no es ni se acerca, a la posibilidad de que tal sea el caso de los niños que no ingieran ese especifico y concreto número de vasos de agua diariamente.

Como afirma Francisco Mora, hay un hambre en los docentes de cualquier nivel, desde preescolar a enseñanza superior, por conocer detalles del funcionamiento del cerebro que pudieran ser aplicados en la enseñanza, tanto en la educación como en la instrucción. Es un deseo explicito, claramente expresad, por anclar en el suelo firme de las ciencias del cerebro (neurociencia) conceptos, ideas y metodologías hasta ahora solo provenientes de las humanidades. Hay un deseo de confirmar lo que es verdaderamente autentico y, por tanto, desfacer los entuertos, ya existentes.

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