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¿Qué consecuencias éticas provocan los avances biotecnológicos protegidos por patentes?


Enviado por   •  31 de Enero de 2016  •  Documentos de Investigación  •  3.108 Palabras (13 Páginas)  •  289 Visitas

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Tecnológico de Costa Rica

Sede Cartago

Seminario de Estudios Filosóficos Históricos

¿Qué consecuencias éticas provocan los avances biotecnológicos protegidos por patentes?

Integrantes:

XXXX

XXX

XX

Profesora:

A H M

II Semestre, 2015

Cartago, Costa Rica

Justificación

Los avances tecnológicos nos acompañan en el día a día de nuestras vidas. Aunque nosotros no lo notemos, en este momentos se están desarrollando nuevos inventos, nuevas máquinas, nuevos objetos que nos facilitarán de una u otra forma la vida. La tecnología es quién nos ha traído como humanidad a actualmente lo que somos, la diferencia con el presente, es que ésta palabra es más utilizada, debido a todos los avances que se van dando continuamente.

En la actualidad, el ser humano está tratando de aplicar estos avances a todos los campos científicos, con una mentalidad perfeccionista. Ese perfeccionismo y ese deseo de experimentar y mejorar las cosas en su estado normal, va de la mano con la experimentación sobre los recursos netamente naturales. Las plantas, los animales y los mismos seres humanos hemos sido estudiados desde el punto de vista tecnológico; donde, los genes parecen ser la mina de oro de esta experimentación. Aquí aparece el término “biotecnología” definida por la Real Academia Española como “el empleo de células vivas para la obtención y mejora de productos útiles”.

La biotecnología ha crecido a pasos agigantados; lo que ha hecho despertar el interés de muchas compañías sobre los distintos “inventos” que se crean. En este momento es donde comienza el cercamiento de los avances que se dan, ya que podrían ser utilizados por otros, sin autorización de quién los creó; y por estas razones, y según las leyes que existen en las distintas sociedades, para reconocer un invento como propio, limitando el uso que personas externas le puedan dar, se patentiza. Es aquí donde comienza el debate ético-moral de si un “invento” biotecnológico es patentable o no. El conflicto se da, ya que como seres humanos debemos encontrarle un sentido a todo lo que somos y hacemos, y por consiguiente como nos afectaría moralmente (Cortina y Martínez, 2001, p9)1.

Todo este debate comenzó en 1971, cuando Ananda Chakrabarty solicitó a la Oficina de Patentes y Marcas Registradas de Estados Unidos la patente de un microorganismo modificado que se destina a consumir los vertidos de petróleo de los océanos; pero fue hasta 1980 cuando se logró patentar el microorganismo. En octubre de ese mismo año, el Tribunal Supremo de Estados Unidos deja libre el camino de la explotación comercial de los genes de los distintos seres que conforman la naturaleza. Durante todo este tiempo, se dieron debates, discusiones y conflictos, sobre lo que realmente era un invento humano y lo que no, independientemente de si se trataba de un “ser vivo” (Rifkin, 1999, p54)2.

En 1976, se dio un caso bastante particular y que puso llamó la atención de los medios de comunicación en su momento. Ese año, el Centro Médico de la Universidad de California, extirpó (por recomendación del doctor David Golde) el bazo de John Moore, un hombre que padecía tricoleucemia. El Doctor Golde, y sus asistentes utilizaron el bazo con fines de investigación y descubrieron que varias sustancias que estaban en él, podían ser empleadas para el tratamiento contra el cáncer. Luego de años de investigación y experimentación, lograron desarrollar una línea celular a partir de linfocitos T extraídos. Todo esto se dio a espaldas del señor Moore, quien desconocía completamente del proyecto. En 1984, se concede la patente número 4438032 al Doctor Golde, que despertó el interés de dos empresas de biotecnología, quienes aportaron cantidades significantes de dinero. Moore, al darse cuenta, no dudó para poner una denuncia ante este proyecto por estar utilizando células que según él “le pertenecían”, apelando la titularidad de la patente, y por lo tanto, debía ser remunerado por toda la experimentación que se había desarrollado. El Tribunal Supremo de California rechaza la apelación de Moore pues “no había sido uno de los inventores”, pero sí admitió que un médico debe informar al paciente sobre cualquier interés económico que se le dé al estudio de sus tejidos, y en este caso, el paciente sí tiene derecho a demandar (Revista de la OMPI, 2006)3.

Ya para el año 1987, la Oficina de Patentes y Marcas Registradas de Estados Unidos promulga una directriz donde dicta que todos los organismos vivos pluricelulares transformados genéticamente son susceptibles a una patente (excepto los seres humanos); dejando libre el tránsito para todos aquellos que quisieran patentar sus inventos con genes o seres vivos modificados.

Otro caso parecido al del Señor Moore, se dio en 1993, cuando los aldeanos de una tribu al oeste de África presentó su malestar porque se estaba explotando la planta katemfe, productora de la proteína taumatina, 2500 veces más dulce que el azúcar. La taumatina se extraía y era enviada a Inglaterra donde, por medio de la biotecnología era purificada, y posteriormente comercializada. A los aldeanos no se les remuneraba nada al respecto, y fueron quienes al principio tenían conocimiento de las propiedades de la planta (Hobbelink, 1992, p112)4.

Dos años después, la Oficina de Patentes permite una patente sobre el gen de la relaxina, basándose en las razones de que: “el ADN no es vida” y “la patente no supone desmembrar al individuo”.

La biotecnología se ha prestado para muchas cosas; tanto para marcar un antes y un después sobre la definición de “invento”, como para crear conflictos y debates éticos sobre el desarrollo de la misma. También, para la creación de un importante mercado para la comercialización de los avances.

Es aquí, donde se deben analizar las consecuencias éticas y morales que podrían presentar los avances biotecnológicos patentados, o por patentar.  

Igualmente, saber explicar el impacto ético que crean estos avances, tanto para los experimentadores como para los experimentados; y al abrirse un mercado para este tipo de avances, hay que valorar la utilización que le darían las empresas multinacionales a los inventos biotecnológicos ya patentados. Es por eso que nace la pregunta: ¿qué consecuencias éticas provocan los avances biotecnológicos protegidos por patentes?

Independientemente de si son genes humanos, animales o plantas, los avances biotecnológicos han pasado muchos obstáculos legales y éticos para llegar a ser patentados. En la actualidad se cuenta con una amplia cantidad  de inventos biotecnológicos que de una manera u otra han sido patentados, dejando atrás los inconvenientes legales y sobre todo, los ético-morales.

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