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Reproducción Asistida

JuCarlos10 de Diciembre de 2013

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Benemérita Universidad Autónoma de Puebla

Facultad de Medicina

Bioética

Sección 007

Dr. Jorge Chávez Leyva

Arellano Guevara Karen

Pérez Cordero Juan Carlos

Contreras Gonzáles R. Angélica

Puebla, Pue., a 25 de noviembre de 2013

INTRODUCCIÓN

No son pocos los problemas éticos que plantean actualmente las diferentes técnicas de reproducción asistida (TRA) existentes y este abanico de dilemas éticos parece ampliarse cuando se recibe información sobre los caminos que, con diferentes intereses, se intentan abrir con posibles futuras vías de experimentación embrionaria. Desde 1978, año en que se produjo el nacimiento de Louise Brown, la primera "bebé probeta" como resultado de una fecundación obtenida in vitro, son ya más de 100.000 los nacidos, sólo en EEUU, mediante las diferentes técnicas de reproducción que han ido surgiendo (FIV, GIFT, DIRGAT, PZD, SUZI, ICSI, etc) siempre en un intento progresivo de obtener un embarazo al filo de lo imposible en casos de infertilidad o subfertilidad no solucionables con las técnicas preexistentes. Esta situación ha propiciado también la aceptación social de métodos de reproducción artificial ya conocidos, como la inseminación artificial, intraconyugal o mediante donación de gametos, que anteriormente no gozaban de la misma consideración.

Sin embargo, este balance de lo que cabría considerar como uno más de los grandes avances tecnológicos de la medicina del siglo XX, se ha visto rodeado de polémica desde su inicio, debido, entre otras objeciones, a las connotaciones que rodean el lograr la concepción de nuevas vidas humanas a expensas de provocar la pérdida de otras en el camino. En contrapartida, es evidente que el desarrollo de las TRA responde a motivaciones loables. Estas técnicas ofrecen a muchas parejas la posibilidad de procrear unos hijos que alteraciones genéticas, congénitas o secundarias a diversas patologías adquiridas, parecen imposibilitar. Los deseos de paternidad y de maternidad resultan no sólo comprensibles sino merecedores del más digno reconocimiento, sobre todo si se pretende ofrecer a ese futuro hijo el contexto afectivo adecuado a su armónico desarrollo, como es lo habitual.

Sin embargo, la reivindicación de ese deseo de procrear no puede ser considerado como un derecho absoluto desvinculado del respeto a la dignidad del nuevo ser que se quiere engendrar. El hijo no deberá, en ningún caso, ser considerado como un posible objeto de mera autoafirmación de los padres. No existen derechos de los padres sobre los hijos, al igual que no existen derechos de unas personas sobre otras personas para beneficio propio. Lo que sí existen son deberes de los padres hacia los hijos, considerados éstos en las legislaciones de los países desarrollados como individuos desvalidos, fácilmente vulnerables, a los que la sociedad tiene la obligación de proteger. Este cambio de concepto, considerar el bien potencial del futuro ser engendrado y no sólo el de los padres, como parte del bien que se quiere lograr al trabajar en reproducción asistida, es fundamental para entender aspectos importantes de la valoración ética que conlleva el recurso a estas nuevas tecnologías.

El deseo de tener hijos no es algo nuevo del mundo actual, pero en el pasado no era posible el control de la reproducción. De hecho, en tiempos pasados, y aún hoy en las sociedades tradicionales de los países más desfavorecidos, no tener hijos constituía un estigma de incapacidad, sobre todo para la mujer.

Uno de los grandes avances del final del segundo milenio ha sido la reproducción asistida. El progreso de la ciencia, junto con el desarrollo de la tecnología han permitido: 1) la procreática con el desarrollo de técnicas de reproducción asistida (TRA), cada vez más precisas y con un mayor porcentaje de éxitos; 2) la genética y la posibilidad de recombinación del ácido desoxirribonucleico (ADN), abriendo las puertas a la terapia génica y a los organismos genéticamente modificados; y 3) la clonación nuclear, a partir de una célula adulta, que alberga el sueño de la terapia mediante células troncales, llamada clonación terapéutica o medicina regenerativa; pero también el temor de la clonación reproductiva. Los cambios sociales acaecidos en los últimos años incluyen el ejercicio de la autonomía en las decisiones sobre nuestro cuerpo y sobre el mundo que nos rodea, sobre el qué, cuándo y cómo, en este caso de la maternidad. Y de ello se deriva, una intolerancia al dolor y a cualquier tipo de minusvalía, incluida la infertilidad y la búsqueda de medios para resolver estas situaciones, aunque ello suponga, a veces, un desafío a la ética. Ciencia, técnica y autonomía del paciente han configurado esta conquista de la reproducción que se manifiesta en sus dos vertientes: en la limitación del número de hijos evitando los embarazos no deseados y favoreciendo los embarazos deseados, de manera que todo niño que venga al mundo sea un niño deseado, buscado y estimado y además recibido en el momento más idóneo para la familia.

EL PROBLEMA DE LA INFERTILIDAD EN EL MUNDO DE HOY

Se considera la infertilidad como una dolencia crónica, incurable muchas veces en sus causas, pero controlable en sus efectos. Los progresos biomédicos de las últimas décadas han orientado los tratamientos a una nueva forma de procreación llamada reproducción asistida, por tratarse de una asistencia al proceso natural de reproducción, alterado en ciertos casos. Desde el punto de vista etiológico, la infertilidad se debe a causas infecciosas, genéticas, tóxicas, congénitas, inmunológicas, hormonales, mecánicas y otras desconocidas. Se calcula que un 15% de las mujeres entre 20 y 37 años acuden a consulta por hipo e infertilidad. En el mundo hay entre 35 y 70 millones de parejas infértiles. En España, unas 600.000 parejas son infértiles con un incremento anual de 16.000 casos. Diversos factores asociados con los cambios socioculturales han repercutido en un aumento de la infertilidad conyugal. Entre ellos cabe destacar:

1. El estilo de vida acompañado de situaciones de estrés de ambos cónyuges, con la incorporación de la mujer al mercado laboral.

2. El aumento de las enfermedades de transmisión sexual, de las ya conocidas que han sufrido brotes de recrudecimiento, pero, a expensas, sobre todo, de nuevos procesos virales, (citomegalovirus, virus del papiloma humano, virus del herpes simple, HIV).

3. El efecto secundario de los anticonceptivos, reacciones endometriales e incluso miometriales a los dispositivos uterinos, complicaciones de abortos y legrados subsiguientes.

4. Por último, el retraso de la edad de los cónyuges, especialmente de la mujer, para la primera gestación.

Un 33% de infertilidad se debe al varón por alteraciones de la espermiogénesis, obstrucción del conducto deferente y otras. Además, se ha descrito en estos últimos años un deterioro progresivo de la calidad del semen, con disminución importante de la concentración espermática. El 30% son de causa femenina: fallo ovárico orgánico o funcional, cada vez más acentuado y en mujeres más jóvenes; obstrucción tubárica, y otras causas, como útero bicorne. En el 20% la causa es compartida de ambos cónyuges, incluso siendo cada uno individualmente fértil. Aún un 15 a 20% no tiene un diagnóstico conocido en la actualidad. Además de la infertilidad, hay otras situaciones en que se demandan las TRA. Así ocurre en caso de deseo genésico de mujeres solas o postratamientos con quimioterapia.

Asimismo, en caso de enfermedades hereditarias, por la posibilidad que ofrecen estas técnicas de un diagnóstico genético preimplantatorio (DGP). También, para selección de gametos en portadores de HIV. Incluso por el deseo de retrasar la primera gestación, cediendo los gametos previamente para congelación o bien por esterilizaciones previas. Incluso, no es infrecuente la demanda de asistencia a la reproducción con una indicación médica no clara y que viene marcada por la claudicación del profesional a la angustia de los solicitantes y respuesta de oferta a la demanda.

TÉCNICAS DE REPRODUCCIÓN ASISTIDA (TRA)

Al comienzo estas técnicas se denominaron reproducción artificial, pero a medida que se han incorporado a la asistencia sanitaria han sido consideradas como reproducción asistida o asistencia a parejas con problemas médicos específicos, causa de infertilidad. Se entiende como TRA cualquier manipulación de los elementos reproductores humanos sean células germinales, gametos, cigotos o embriones, con el fin de conseguir un embarazo. Su objetivo es maximizar las posibilidades de fertilización y de embarazos viables. La culminación de estas técnicas y su aceptación en la sociedad vino marcado por el nacimiento en 1978 de Louise Brown, primer bebé probeta del mundo. Se calcula que desde entonces un millón de niños han nacido mediante TRA en todo el mundo. En algunos países, los bebés concebidos mediante TRA alcanzan el 1-2% de todos los partos. A esto habría que añadir el número de tentativas fallidas y de embriones perdidos y congelados, pues incluso las estadísticas más optimistas señalan un gran porcentaje de pérdidas. Así, el registro belga refiere un 18,8% de gestaciones con éxito por ciclo iniciado. Uno de los factores determinantes

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