Fundamentación.
El Taller de ética se plantea como una asignatura básica y común a todas las carreras del SNEST. Esto se fundamenta en lo siguiente:
- En el Modelo del Siglo XXI del SNEST se busca una formación profesional que integre, en una totalidad dinámica, la competencia en el quehacer profesional con el ejercicio de una ciudadanía activa, responsable y el desarrollo psicosocial de la persona.
- En el Código de ética del SNEST se promueve el desarrollo armonioso de todas las facultades del ser humano.
- El desarrollo del profesionista en todas sus dimensiones requiere de la capacidad ética; la práctica profesional sin reflexión y crítica sistemáticas no garantiza en sí misma ese desarrollo integral.
- El ejercicio reflexivo docente-alumnos es oportunidad de formar y desarrollar actitudes que se revierten en beneficio de la función social de las profesiones y del profesionista como persona y como ciudadano
- La oportunidad de reflexionar sistemáticamente en torno a lo ético, de desarrollar el juicio ético y de actuar éticamente, permitirá al estudiante formarse en el convencimiento de que el ejercicio de su profesión constituye no sólo una práctica con responsabilidades laborales y técnicas diversas, sino que es al mismo tiempo una práctica con responsabilidades como ciudadanos y como personas en la construcción de una mejor sociedad para todos.
- La comprensión de conceptos y métodos de la ética, así como la reflexión y experiencia de actos éticos busca propiciar que se involucre de manera consciente en la búsqueda de la congruencia entre su pensamiento, sus palabras y sus actos.
- Es también ocasión de aprender a aprender para desarrollar su capacidad de confrontarse consigo mismo, de interrogarse y de reconocerse como un profesionista que tiene dignidad, ideas propias y convicción de su quehacer profesional; derechos, deberes y compromisos en contextos organizacionales, tecnológicos, comunitarios y sociales cada vez más complejos, inciertos y cambiantes que requieren también cada vez con mayor frecuencia de reflexiones y decisiones tecnoéticas.
- Consideraciones generales.
En los diferentes ambientes de enseñanza sobre ética surgen inevitablemente, en cualquier momento, directa o indirectamente, las prenociones implícitas que son de gran influencia en la vida de la gente y que con mucha frecuencia pueden constituir un obstáculo insuperable para la formación y el desarrollo ético de los estudiantes. En este sentido, consideramos necesario partir del siguiente marco de referencia: - La ética es parte de la filosofía y como tal consiste esencialmente en un constante cuestionamiento del ámbito de lo moral. Su marco conceptual, métodos y la diversidad de orientaciones teóricas le permiten no solo cuestionar las diferentes morales sino también poder pensar y analizar conceptos morales, estudiar lo que son los valores, cómo surgen y por qué y en general puede investigar cualquier hecho relacionado con lo moral. (Del Rivero Weber Paulina, 2004).
- Lo ético es indefectiblemente de carácter personal. Es ante todo, opción por determinados valores y voluntad de hacerlos realidad.
- La ética no se reduce a un conjunto de normas que se impone fatalmente al individuo desde una autoridad exterior a él, que apenas le deja espacio para el ejercicio de su libertad y responsabilidad. Una ética de la prohibición no hace al ser humano más persona, lo que sí es posible con una reflexión ética de los valores en la que se pone en juego la persona misma con su libertad y responsabilidad.
- Lo ético es una dimensión de la realidad humana y social; está presente en los diversos ámbitos de la existencia porque en todos ellas hay valores en juego. Es en el análisis mismo de esa realidad y de su devenir donde se pueden encontrar los criterios éticos que deben inspirarla.
- La ética no se limita a formular grandes principios difícilmente aplicables a situaciones complejas, sobre todo cuando se dan conflictos de valores. La ética también orienta el comportamiento humano en situaciones concretas que pueden ser muy sencillas pero también muy complejas y dilemáticas por la existencia de conflictos de valores, de múltiples factores condicionantes de la decisión, y la diversidad y aún contraposición de intereses en juego. Esto exige el reconocimiento de valores éticos, el desarrollo del juicio ético, una gran capacidad para plantear problemas, de reflexión, de pensamiento hipotético, de sensibilidad y sentido de riesgo; en donde más allá de manifestar adhesión a determinados valores, el gran reto es hacerlos realidad en las decisiones, tanto en las de grandes consecuencias como en las de pequeño alcance.
- Si aún hay quienes niegan o subestiman la ética desde el ejercicio profesional, también los hay quienes desde la ética desconfían de las prácticas profesionales, en algunos casos incluso como si la lógica intrínseca a ellas tuviese una fuerte tendencia a la inmoralidad. Para superar esta postura es necesario una comprensión de las profesiones desde dentro, sólo así pueden descubrirse las posibilidades que en ellas hay para la realización de valores, pero también las muchas veces que esta se desdeña y se niega. Con todo, es el camino para comprender los condicionamientos que la realidad impone al ejercicio profesional, así como los márgenes de libertad que ofrece para una actuación ética.
- Asimismo, llega a afirmarse que la ciencia y la tecnología son ajenas a la ética, tanto por la exigencia de objetividad que debe caracterizar a la ciencia como por el carácter instrumental de la tecnología. Ante esta postura habría que reiterar y enfatizar que el comportamiento humano se fundamente y soporta en valores, al servicio de los cuales se pone la tecnología; y habría que cuestionar también aquella noción de objetividad científica como neutralidad axiológica.
- Resistencias a incluir una asignatura sobre ética.
- El cuestionamiento sobre la misma posibilidad de enseñar la ética.
¿No es la ética algo tan personal que se resiste a ser enseñada? ¿No se refiere la ética al carácter mismo de la persona? Eso es posible moldearlo en las primeras etapas de la vida, pero ya en la educación superior cabe dudar de la eficacia de esa tarea. Evidentemente lo primero son las actitudes, y éstas en modo alguno pueden ser sustituidas por conocimientos. Pero los conocimientos pueden servir para confrontar al sujeto con la realidad y con las actitudes de otros.
El universo ético de cada persona, su opción ética fundamental, está dotado de cierta estabilidad, pero no es algo completamente estático: en ese sentido el diálogo con otros sujetos, la apertura y el estudio de la realidad ofrecen oportunidades para reforzar, matizar o modificar las convicciones éticas del estudiante. Por otra parte, el conocimiento de la ética como rama del saber práctico aporta al estudiante unos contenidos y un método. Aunque esto no llegue a modificar las convicciones de quien estudia ética, sí le ayudarán a la reflexión ética.
- Hay riesgo de exhibir y cuestionar –implícita o explícitamente- las convicciones y los juicios personales, propios de la esfera privada del alumno.
Un alumno puede llegar a percibirse exhibido, cuestionado y humillado en sus costumbres, creencias y convicciones por la intervención de un profesor e incluso es posible que este lo haga intencionadamente y hasta lo utilice con fines de evaluación-calificación. Se subraya que corresponde -en primera instancia- al alumno, reaccionar ante ese cuestionamiento y trato que recibe en el ámbito estricto de su vida privada. Y al profesor le corresponde abordar lo ético en un marco de respeto a la individualidad.
- La sola existencia de un curso sobre lo ético significa asumir en nuestros estudiantes inmoralidad y falta de ética personal.
Es una presuposición injusta y fuera de lugar ya que el alumno se desarrolla en otros ambientes que no están ajenos a la formación de lo ético y lo moral y que no se pueden ni deben excluir.
- Es incómodo explicitar los valores que personalmente nos mueven.
Se ha aprendido que es más confortable vivir en una cierta opacidad y ambigüedad que manifestarse públicamente en favor de unos valores u otros o a tomar una postura ética sobre los problemas.
- La enseñanza de la ética es igual a sermón, a teoría adormecedora que deja en evidencia la inmoralidad y la doble moral, para ‘no llegar a nada’.
En su pragmatismo, nuestro estudiante suele alejarse de los grandes principios rectores y afirmaciones ‘ideales’ a los que se acostumbra a reducir la ética. Si la ética se queda en los grandes principios rectores, está bien…aunque no sirva para nada. Y si llega a lo concreto, resulta impracticable en la vida cotidiana. De este modo el estudiante asume que no tiene sentido aprender sobre ella.
- La insuficiencia de conocimientos, capacidad y disposición en el profesor de la asignatura.
Esta dificultad es muy real, ya que para ser profesor en la materia es preciso desenvolverse en ámbitos diversos: el de la propia profesión, la docencia, la filosofía y la ética y lo ético.
- La pretensión de la neutralidad de la enseñanza de la ética.
Las grandes diferencias entre la ética y los campos del conocimiento técnico-científico hacen que quien se mueve con soltura en este segundo campo suela cuestionar cualquier campo del conocimiento en donde prevalecen fuertes debates sobre la pretendida objetividad de la ciencia.
- La dificultad de cuantificar los resultados.
El profesor acostumbrado a las materias técnicas, se siente desorientado acerca de cómo evaluar en ética, que no es tan tangible o medible como otras materias. Supone, al menos en principio, sistemas diferenciados de evaluación.
- La resistencia de la institución educativa ante posibles cuestionamientos éticos desde esta asignatura.
Y es que la ética tiene una pretensión de globalidad que no deja nada fuera de su alcance. Un carácter ético y una sensibilidad crítica son instrumentos para cuestionar las instituciones, su organización y su funcionamiento.
Todas estas resistencias y dificultades son reales, puede haber más y han de ser tenidas muy en cuenta en la práctica docente en el Taller de ética.
2.2. Intención Didáctica. - Reflexiones sobre el sentido curricular de un Taller de ética.
- Identificar el terreno de lo ético en la vida profesional.
Se trata de acostumbrarse a reconocer en la práctica profesional que la ética es una dimensión siempre presente en estas actividades. Y se puede hacer por distintos caminos: descubriendo la lógica de medios y fines, constatando cómo tras el discurso técnico, a veces muy sofisticado, se esconde la opción por los valores, etc. El objetivo último será, sin duda, juzgar si algo es bueno o malo éticamente hablando. Pero no está de más detenerse en ese estadio previo: el de reconocer que toda decisión profesional admite otras alternativas, y que la opción por una u otra depende de los valores éticos desde los que se decide y actúa.
- Crear una actitud positiva hacia los valores que deben presidir la actividad de nuestros profesionistas.
Se trata ahora de comprender, no sólo que hay valores en juego, sino que no todos merecen igual adhesión. Evidentemente, llegados a este punto, se impone un estricto respeto a las convicciones de cada uno. Pero el respeto no es incompatible con el hecho de que el docente tenga su propia opción personal, ni con el deseo de que esa opción sea compartida por otros: naturalmente, no es una opción que se impone, sino que se ofrece, y a partir de esta oferta se entabla un diálogo con el otro, que beneficiaría no sólo al alumno sino también al profesor, en la medida en que le obligara a formular y razonar sus convicciones.
- Saber armonizar una firme adhesión personal a ciertos valores y una apertura a otros sistemas éticos vigentes en nuestra sociedad.
La apertura al pluralismo ético sola puede derivar en un cierto relativismo ético; la firmeza de las propias convicciones sola corre el peligro de caer en la intransigencia. Ese equilibrio es inestable, frágil, dinámico.
- Ofrecer un método para el análisis ético de los problemas.
No basta con tener intuiciones éticas al juzgar la realidad y tomar las decisiones. La complejidad de muchas situaciones y el hecho de que frecuentemente las decisiones tienen que ser compartidas son dos circunstancias que exigen una cierta disciplina para estudiar los problemas hasta llegar, según los casos, a tomar una decisión o a pronunciar un juicio ético. Todo esto no se improvisa, y un Taller de ética debería ofrecer no sólo criterios, sino también procedimientos y técnicas para ese análisis, así como ocasión para ejercitarlas y reflexionar sobre ellas.
2.2.2. Reflexión sobre la incorporación curricular del Taller de ética. - La opción que hoy se va imponiendo de incorporar la ética aplicada o profesional como una asignatura curricular en los diferentes estudios profesionales tiene ventajas innegables. La principal, el reconocimiento de la ética como una disciplina científica, con una racionalidad muy diferente a la racionalidad técnica. Y junto a eso, la apuesta por la dimensión ética de la realidad como algo que forma parte del estudio de cualquier parcela de la actividad humana: con otras palabras, si se quiere por ejemplo conocer una ingeniería en todas sus dimensiones, no se pueden olvidar la reflexión ética y los valores que están en juego en su ejercicio profesional.
- Hay quienes temen que una asignatura de ética aísle excesivamente las consideraciones éticas del resto de la formación profesional y preferirían que la formación ética se incorporase en todas las asignaturas y fuera responsabilidad de todos los profesores. En teoría esta solución es la que mejor integra que lo ético forma parte de toda realidad profesional. Pero tiene también algunas desventajas.
Desde el punto de vista práctico, es problemático pensar que todo profesor va a estar dispuesto a asumir esa responsabilidad o que se va a encontrar preparado para ello. Pero incluso hay algunas dificultades de principio: porque así diluida en todas las materias, será poco probable que los alumnos perciban que la ética es un saber, una saber hacer y un saber ser que tienen su propia racionalidad y su método específico; más bien corre el peligro de diluirse en consideraciones morales y de buenas costumbres que se añaden al estudio de cada tema o problema.
Por estas razones el Taller de ética debe ser una asignatura común y básica a cursarse en los primeros semestres de todas las carreras (tercero, por ejemplo) del SNEST
2.2.3. Otras posibilidades didácticas del Taller de ética - Su vinculación con la Residencia Profesional y con otras asignaturas básicas, de apoyo e incluso de diseño.
- Cabe pensar que ese proyecto puede estimular iniciativas interesantes. Puede dar lugar, por ejemplo, a que un grupo de profesores de asignaturas afines o incluso muy diferentes, constituyan un grupo de reflexión ética que profundice sobre la dimensión ética de sus materias y estudie la forma de darle cabida en el desarrollo de sus programas. Pedagógicamente hablando tampoco sería necesario que estas reflexiones se diesen en cada asignatura: bastaría con que ocurriese en algunas. Con esto el alumno podría apreciar que la reflexión ética no es sólo cuestión del profesor de ética ni del Taller de ética, sino que es tarea de toda persona que se enfrenta libre y responsablemente con la realidad.
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