Técnicas autogénicas y de Alexander
Enviado por • 26 de Octubre de 2014 • 810 Palabras (4 Páginas) • 197 Visitas
pode las técnicas autogénicas y de Alexander. Estos dos métodos se incluyen para señalar su contribución a este campo; se describen por el interés y por la aplicabilidad de sus ideas centrales. Por ejemplo, las imágenes de calor y de pesadez (autogénicas) son relajantes en cualquier contexto, al igual que los consejos posturales (técnica de Alexander). Estos Nconceptos e incluyen indicaciones de la efectividad de las técnicas, pero el libro no se ha dispuesto para analizar la evidencia de la literatura científica. Otros trabajos lo hacen, por ejemplo, Lichstein (19Los peligrcapítulos correspondientes. a palabra «relajación» se usa aquí de dos maneras, al igual que en otros trabajos: primero, en un sentido general donde significa un estado global de reposo; y segundo, como una técnica tal como la
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relajación progresiva. Es difícil evitar ambos significados en un libro como éste. No obstante, a lo largo del trabajo se intenta distinguir los significados allí donde aparece la ambigüedad. a autora es consciente de las implicaciones del lenguaje cargado con el peso de los géneros. Es consciente asimismo del molesto redactado a que puede dar lugar la determinación de evitar las formas sexistas del lenguaje. Intentando evitar ambas trampas y por el bien de la claridad, se ha decidido referirse a lo largo del libro al preparador como mujer. Al entrenado se le menciona como varón en los capítulos 2-15 y como mujer en los capítulos 16-25. L e usdependiendo la elección en gran parte de la naturaleza del método: por ejemplo, en autogenia, en el entrenamiento de la relajación progresiva y de la relajación de la conducta se usa con frecuencia la palabra «preparador», mientras que en la representación mental, la meditación, la técnica de Alexander y el método de Mitchell, parece más apropiada la palabra «instructor». La palabra «terapeuta» se utiliza también cuando parece adecuado. n la preparación de este libro han contribuido un cierto número de personas. Un colaborador importante es el señor Keith Bellamy, cuyas fotografías han heE S a tanto la palabra «preparador» como la de «instructor»,
cho mucho para que el libro sea lo que es, sin
señorita Sarah McDermott, que actuó como modelo. Quisiera
a señora Dinah Thom, la señorita June
la doctora Elizabeth Valentine. Por último, unas palabras de
olvidar a lamencionar también a quienes han leído los capítulos y a los cuales estoy en deuda por sus valiosos consejos. La señora Alexandra Hough, el señor Ian Hughes, la señorita Wendy Mair, la señora Margaret Polden y el Doctor Jim Robinson han sido, todos ellos, lo bastante amables para hacerlo, y el Dr. Christopher Rowland Payne emprendió la lectura de todo el manuscrito. Doy las gracias también al Dr. Michael Adams, la señorita Joyce Gibbs, la Doctora Olga Gregson, la señorita Brenda MacLachland, la señora Pat Miller, la señora
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