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MARTIN FIERRO


Enviado por   •  5 de Octubre de 2021  •  Informe  •  2.531 Palabras (11 Páginas)  •  143 Visitas

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SILVANA INES BRIZZIO

MARTÍN FIERRO

Entre la primera y segunda parte (Ida y Vuelta)

                  Aquí me pongo a cantar

al compás de la viguela,

que el hombre que lo desvela

una pena estraordinaria,

como la ave solitaria

con el cantar se consuela.

                  Pido a los santos del cielo

que ayuden mi pensamiento;

les pido en este momento

que voy a cantar mi historia

me refresquen la memoria

y aclaren mi entendimiento.

     

     Martín Fierro empieza a narrar la historia de su vida, pintándonos el ambiente esplendoroso de la pampa, donde el hombre trabaja satisfecho de su suerte y agregando que se lucía por habilidad, sin esfuerzo alguno, en las tareas rurales. “Aquello no era trabajo, / más bien era una función” (II, 224-225), pero llega el Juez de Paz, la autoridad que interfiere bruscamente y en una leva para obtener elementos destinados a defender las fronteras – líneas precursoras de la civilización y demarcatorias del ataque del indio salvaje – marcha hacia el fortín. Fierro cuenta la vida en el cantón, los entreveros con la indiada y los peligros de los malones, que pasan quemando y arrasándolo todo. Así aguanta tres años de servicio, hasta que huye después “de tanto sufrir añudo, / desertor, pobre y desnudo”, para ser un perseguido de la justicia. En su pago nada queda del hogar, no hay referencias de sus familiares, hijos y mujer dispersados por la necesidad. Jura venganza contra la sociedad por su triste suerte y en una ocasión, entre bebidas y bailongo, mata a un negro. También en otro boliche enfrenta a un pendenciero y en el duelo le da muerte. La huida se vuelve constante y vive atento al menor ruido, ya que la partida puede darle alcance. Esto sucede una noche y se enfrenta resueltamente con ellos. Del combate nace el Sargento Cruz, que “no consiente / que se cometa el delito / de matar así a un valiente” y juntos logran poner en fuga a los sobrevivientes policiales. Con el encuentro florece una amistas completa y luego de revelarse la historia de Cruz con líneas asimilables a nuestro, ambos resuelven rumbear al desierto.

                  Cruz y Fierro de una estancia

una tropilla se arriaron;

por delante se la echaron

como criollos entendidos

y pronto, sin ser sentidos,

por la frontera cruzaron.

                  Y cuando la habían pasao,

una madrugada clara

le dijo Cruz que mirara

las últimas poblaciones;

y a Fierro dos lagrimones

le rodaron por la cara.

     Y así termina el relato, revelando “males que conocen todos / pero que naides contó”. La primera edición de El gaucho Martín Fierro se lanza a fines del año 1872, y se agota en los primeros dos meses del año siguiente. En esta primera parte José Hernández se manifiesta en abierta oposición a la presidencia de Sarmiento, la novela es un canto al descontento y una queja constante al maltrato y discriminación del gaucho.

     En La vuelta de Martín Fierro, Hernández comienza narrando los sucesos de Fierro y Cruz entre los indios, el cautiverio donde proyecta detalles de sus costumbres, las visiones de los malones, de las fiestas y los bailes. Una epidemia de viruela causa estragos entre los indios y origina la muerte de Cruz a quien Fierro siente con gran emoción. Socorre luego a una mujer cautiva y pelea con un indio hasta darle muerte, huyendo después a tierras cristianas. Fierro encuentra grandes cambios a su regreso, ya la policía no lo busca, obtiene noticias de su mujer –fallecida - y aparecen dos de sus hijos. Para esto lleva diez años perdidos: “tres años en la frontera, / dos como gaucho matrero, / y cinco allá entre los indios”. El hijo mayor de Martín Fierro acusado falsamente por la muerte de un boyero, narra su vida en la Penitenciaría y los lamentos que presionan sus sentimientos. Recordemos cuando afirma: “!Qué diera yo por tener / un caballo que montar / y una pampa en que correr!”. El segundo hijo aparece bajo la tutela del Viejo Vizcacha – personaje ladino, blasfemo y cachafaz, luciendo una filosofía realista de pícaro – cuyos medios de vida y sus consejos dan unas páginas festivas dentro del libro. La muerte de Vizcacha produce un desarticulado inventario de sus bienes y el mozo termina recordando sus desdichados amores con una viuda, los consejos de un adivino y su final en la frontera, ya “que no tenía compostura”.

     Una nueva figura se incorpora junto a Martín Fierro y sus hijos: Picardía, con una historia casi paralela a Fierro. Vida llena de padecimiento donde aflora el conocimiento del naipe, todo un Tahúr pintoresco (también pastor, volatinero, protegido de unas tías, enrolado en la Guardia Nacional). Resulta, según su relato, hijo del sargento Cruz –que nos vuelve a recordar la primera parte del poema- y también la nueva figura del cantor moreno que llega desafiando en una payada (“era fantástico el negro” y hermano del muerto en un baile, como se recordará, en la Ida, capítulo VII). Esta payada es todo un símbolo, la mejor fuerza expresiva y lírica corona este encuentro, porque los temas a desarrollar requieren conocimientos y profundidad filosófica. Por encima de ellos se presiente el desafío, el llamado de la sangre y la idea primitiva de vengar otra muerte, pero el duelo esta vez no se produce. Fierro se retira con sus hijos y les da consejos paternales (el gaucho feroz ahora dice: el trabajar es la ley, el hombre no mate al hombre, los hermanos sean unidos, etc.), decidiendo separarse hacia los “cuatro vientos”. José Hernández, ya en primera persona, presiente el mérito de su labor y deja esta confesión:

en mi obra he de continuar

hasta dárselas concluída

si el ingenio o si la vida

no me llegan a faltar.

                  Y si la vida me falta,

téngalos todos por cierto,

que el gaucho hasta en el desierto,

sentirá en tal ocasión

tristeza en el corazón

al saber que yo estoy muerto.

                  Pues son mis dichas desdichas,

las de todos mis hermanos;

ellos guardarán ufanos;

en su corazón mi historia;

me tendrán en su memoria

para siempre mis paisanos.

                  Mas naides se crea ofendido,

pues a ninguno incomodo;

...

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