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Simonato y el centinela difunto


Enviado por   •  21 de Marzo de 2016  •  Ensayo  •  594 Palabras (3 Páginas)  •  177 Visitas

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SIMONATO Y EL CENTINELA DIFUNTO

Simonato era un tosco pescador del sur de Bolívar, lo único blanco en su apariencia era sus dientes grandes y fuertes. Sus ojos eran amarillosos y de mirada esquiva. Cuando el alba apenas se insinuaba, ya Simonato se había levantado, vivía cerca al rio cargabarros, que era un gran rio, de aguas turbias, violentas y de color de barro. Vivía completamente solo, aislado, de cuando en cuando se montaba en una mula tan fuerte como el, y bajaban de las serranías al pueblo más cercano a cuatro horas, en busca de los elementos más necesarios para sobrevivir: Sal, arroz, aceite, y de pronto algún lujo ocasional para él, como azúcar o condimentos. Pero aunque de manera consciente no lo reconocía venia en busca de su vicio imprescindible: El café. Realmente podía vivir sin sal, pero no sin café. Era el deseo de oler y tomar café por las madrugadas, lo único que lo conectaba con la civilización de los vivientes. Simonato madrugaba todos los días, aun en días lluviosos, domingos, festivos o días de fin de año, todos los días eran grises e iguales para Simonato. Aquella mañana cambiaría la vida de Simonato, decidió al levantarse volver al pueblo por víveres, en realidad, lo había pensado al acostarse, pero como no le gustaba hacer planes, solo lo pensaba una vez, temiendo que alguien desconocido, algún enemigo imaginario pudiera leer su mente, y lo asaltara en las cuatro horas de viaje rumbo al pueblo. Se puso en camino luego de bañarse desnudo en el presuroso rio, que a esa hora, era más frio y limpio. Después de la primera hora de camino, prendió un tabaco para acompañar los pensamientos, mientras atravesaba un paso del rio que en ese punto era de pocas aguas, entonces vio al centinela español que vigilaba, según los cuentos de muchos paisanos espantados, los tesoros de sus señores amos, muertos muchos siglos atrás. Simonato sabía que el centinela era un muerto. Así que supuso que pronto el también estaría muerto. La misma soledad irreversible en que se encontraba le dio la valentía para dirigirse, lentamente a el presunto difunto y preguntarle: Que quiere?- El difunto contesto como un vivo Hablar- sin más palabras, su rostro se perdía incierto en las sombras del amanecer. Allí nació una amistad improbable para todos los seres humanos vivos. Hablaron de lo importante de hablar. El difunto comento que lo que más extrañaba era hablar, y que desde que había muerto, ya casi doscientos treinta años, se había dado cuenta que era lo único que le quedaba. En realidad – Dijo el difunto- es la única cualidad humana con la que viajamos al otro mundo, y que nos permiten conservan, para recordar que fuimos humanos. Desde aquella aparición, con el centinela difunto, que se llamaba Antonio, Simonato comprendió el valor de hablar. Hizo amigo nuevos, compartió con pequeños grupos debates pueblerinos sobre los años de los abuelos, la fundación del pueblo o cualquier tema casual, comenzó a saludar a los conocidos del pueblo, que se extrañaban de que aquel ser ermitaño y huraño, tuviera la cualidad de hablar- claro que hablo- contestaba con una sonrisa- Es la única cualidad humana que conservamos cuando morimos- decía Simonato ante la incredulidad de los oyentes. Finalmente cambio hasta su forma de vestir, y se hizo más sociable. Al poco tiempo vestido como los paisanos con sombrero volteao, sin barba, y el cabello corto, apenas quedaba el recuerdo de un ser huraño que la palabra lo transformo en un ser que degustaba la buena palabra.

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