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ANÁLISIS DE LA OBRA "LOS PIES DE BARRO" - SALVADOR GARMENDIA


Enviado por   •  1 de Mayo de 2016  •  Trabajo  •  5.083 Palabras (21 Páginas)  •  1.925 Visitas

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Facultad de Educación y Ciencias de la Comunicación

Especialidad: Lengua y Literatura

Docente        :         Elmer González López

                               

Alumno        :        Alva Javes ZoraidaMargarita

                Núñez Zambrano, Lourdes

                Quiroz Hernández Ana

                Quispe Calderón Madisson

                Salazar Castro María Cecilia

                Vásquez Cotrina Eduardo

        

Año        :         

                Cuarto

Trujillo – Perú

2013

"Uno escribe porque necesita responder a un impulso de escribir, porque cree que está obligado a expresar determinada realidad, a indagar en la memoria..."

Salvador Garmendia

ANÁLISIS DE LA OBRA "LOS PIES DE BARRO" -  SALVADOR GARMENDIA

  1. ACERCAMIENTO A LA GÉNESIS DE LA OBRA

  1. Fijación de los datos históricos que conciernen a la obra

El texto narrativo  “Los pies de Barro” presenta elementos que tienen referentes de carácter histórico. En esta obra se alude simbólicamente a hechos similares dados en Caracas, donde los días de la novela son los de la violencia, la guerrilla urbana cuyas referencias rozan la existencia cotidiana del personaje y lo empujan casi instintivamente a un propósito oscuro de sacrificio, a la aceptación de una responsabilidad que solo consigue resolver en el juego, la simulación histriónica de una muerte violenta.

Con una morosa descripción de la infancia recuperada debió haberse coronado “los pies de barro”, en los años treinta y comienzos del cuarenta; una pequeña sociedad pueblerina con sus peculiares tradiciones, pero más que nada una manera de percibir la realidad que por lo general se ha adscrito a la infancia, con su opacamiento de los límites concretos y su libre manejo de lo maravilloso, con su apropiación tumultuosa de lo real y su arrebatado lirismo subjetivo.

Desde esa tarima, podemos tener la visión completa de la gran explanada que albergó durante tres días a una multitud de 300,000 jóvenes; una concentración como sólo habían podido ser vistas, en las concentraciones políticas fachístas, anteriores a la segunda guerra mundial, lo que tenemos a la vista es un amanecer mojado, desanimado, pálido. Sólo alguna pareja retrasada vaga inútilmente entre los desperdicios, que el aire fatigado apenas consigue remover un poco. Nada ha quedado por aquí que no sea desolación y abandono. Ni cuerpos ni almas ni música ni humo ni nada que recoger del suelo. Un minuto después, las cámaras se apagan. La pantalla ha quedado vacía. Aquí, la década nos está enseñando su legado.

“…Vimos la estampida de la multitud en la calle y los enmascarados que aparecían con sus hocicos chatos por entre el humo de las lacrimógenas…” (pág. 28)

En medio de esta algarabía formal y esta avalancha de rupturas e irreverencias que impregnan de vibraciones la década de los sesenta, Venezuela se enfrenta al advenimiento de un nuevo periodo de democracia política. En aquellos primeros momentos, todo ocurría en la calle. Los acontecimientos se desvanecían en el aire antes de cumplir veinticuatro horas. Durante el gobierno provisional, Caracas vivió más de un mes sin policía y aunque nadie, tal vez, pueda recordar de memoria lo que pasó, el hecho es que todos lo vivimos alegremente, sin preguntar nada. Las ilusiones se desbordaban sobre una realidad sin referencias inmediatas, que parecíamos ir inventando cada día. Fue como la propagación de un brote de acné juvenil, que penetró sin miramientos hasta en los sectores más indiferentes de la sociedad.

La tesis del compromiso literario y la responsabilidad del escritor ante la sociedad empezaron a hacer carrera lírica en el mundo, precisamente durante esos años inquietantes. Escritores y artistas compartimos una actitud intransigente y discola, que rechazó con igual vehemencia el conformismo, la hipocresía burguesa, como los manuales de la pálida ortodoxia marxista (denunciados un día por el mismo Fidel Castro, que terminó quedándose dormido con un manual en la cabeza).

Los diversos grupos literarios de componente juvenil que aparecieron en Venezuela en los años inmediatamente posteriores a la dictadura del 50 testifican con amplitud sobre la autenticidad de cada conducta.

“…Aunque te encojas de hombros y achiques los ojos o tuerzas la boquita, tal vez demasiado pequeña para ti, habló del compromiso del artista y del papel del artista en la revolución. Te encojonaste gritando que el único compromiso posible era agarrar el fusil y entrarle a tiros al sistema…” (Pág. 53)

  1. Fijación de los datos literarios de la época

Salvador Garmendia es el escritor venezolano considerado el mejor representante de la novela urbana en su país, cuya producción literaria trasluce una época característica de la cultura venezolana en todos los órdenes artísticos: una nueva estética, nuevos valores, técnicas e influencias conceptuales, explora de manera implacable los vericuetos físicos y mentales de la ciudad y de sus habitantes alienados y atormentados. La novela fue censurada por las autoridades españolas, pero al mismo tiempo proyectó a Garmendia como uno de los representantes del boom literario hispanoamericano y, aunque no figuró oficialmente como miembro, así como sucedió con Rulfo y Onetti; para sólo destacar dos nombres importantes, contribuyó con su obra a dar la vuelta; lo que tanto necesitaba nuestra literatura, y a ponerla a la altura de las corrientes literarias universales.

Dentro   de   sus   características encontramos las siguientes:

  • Toma como marco una ciudad sacudida por la violencia de la guerrilla urbana.

  • Tiene como protagonista un escritor frustrado.

“…Ella puede quedarse tranquila si la dejas reposar en paz como un animalito satisfecho atajada en cualquier hendidura de la piel, pero tú no sabes estarte quieto y la pones a correr arriba y abajo, fustigándola para desesperarla, la empujas hasta el mismo vacío, la sofocas, y, después pretendes deshacerte de ella sacudiendo la mano con fuerza, hasta que te das cuenta de que nunca podrás eliminarla ni siquiera dejarla a un lado y olvidarte de ella,…” (pág. 16)

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