Buena Escritura
Enviado por 154mar • 13 de Abril de 2015 • 1.713 Palabras (7 Páginas) • 263 Visitas
I. LA BUENA REDACCIÓN.
De acuerdo con Carmen Galindo, la persona que tiene como trabajo redactar un texto debe percibirse como un artesano produciendo un objeto. El texto es el objeto del redactor. Tanto el artesano como quien escribe deben conocer –lo más profundamente posible- sus herramientas y la materia que deben vencer, ya que deberán hacerlo de una manera práctica, concreta.
Esta autora plantea que así como un carpintero no trata con rudeza el quebradizo triplay, sino que se auxilia de la sierra y el cepillo cuando tiene que cortar y rebajar la madera; la persona que redacta puede seguir este proceder con la escritura, mediante el estudio y conocimiento del lenguaje y de la palabra.
A continuación se ofrecen algunas recomendaciones para una buena redacción tomando como base precisamente el conocimiento del lenguaje y de la palabra, que son la materia prima del redactor y, sustento de la gramática y el estilo.
1. Uso de diccionarios.
La herramienta fundamental del redactor son los diccionarios. Consultarlos de manera constante es indispensable para moldear la materia del escritor que como ya se dijo, es la palabra. Existe una gran variedad de diccionarios:
a) semánticos: donde aparecen las palabras y enlistados sus distintos significados.
b) de uso: en vez de una definición, se ofrece frases en que se observan los modos de empleo de cada palabra.
c) de sinónimos: como su nombre lo indica, enlistan los vocablos afines al que se busca y con ello se evita la repetición de palabras.
d) de dudas del idioma: incluyen las principales dudas gramaticales que se presentan a la hora de redactar tales como la conjugación de los verbos irregulares, el uso de preposiciones, la ortografía de palabras provenientes de otros idiomas, gentilicios poco comunes y aun los barbarismos más frecuentes y su corrección.
e) enciclopédicos: no dedicados al idioma, sino a conocimientos de orden general. Auxilian a resolver dudas sobre personajes y hechos históricos, datos geográficos, temas científicos y culturales.
f) biográficos: además de proporcionar, por lo general en forma escueta, los principales acontecimientos vitales de un personaje, permiten verificar la ortografía correcta de nombres y apellidos. Suelen estar al día porque constantemente se reeditan, además de incluir personajes de la cultura popular, como actores de cine o deportistas, muchas veces no incluidos en los diccionarios enciclopédicos.
g) de especialidades: sirven para consultar distintos temas por especialidad. Existen de filosofía, ciencia, historia, economía, literatura, psicología, administración, etc.
2. Escribir, escribir y escribir.
Muchas veces se piensa que el arte de escribir es un privilegio para unas cuantas personas. Nada más falso. Lograr un texto correctamente escrito implica no sólo conocimiento sino dedicación y práctica; de esta forma si uno dispone de unos minutos diariamente para escribir lo que en ese momento se le ocurra, habrá iniciado el camino para lograr una buena redacción.
3. No repetir vocablos.
Al contrario de lo que podría suponerse, en el momento de escribir, cuando más las necesitamos, contamos con menos y no con más palabras. Muchos términos que empleamos al hablar son soslayados por diversas razones: desconocemos su ortografía, tenemos dudas sobre su significado exacto o son más propios del habla que de la lengua escrita. Para los dos primeros problemas, ya se comentó que el diccionario es una valiosa herramienta para su solución. Pronto estaremos familiarizados tanto con la ortografía como con los significados de nuestro vocabulario habitual. El tercer problema atañe a cuestiones de gusto y hasta de personalidad; a algunos, les agradará acercarse a la lengua de todos los días; a otros, en cambio, preferirán una lengua menos cotidiana. Sin embargo, la necesidad permanece: no hay que repetir palabras. Este imperativo lleva a la siguiente recomendación.
4. Leer
No hay mejor forma de ampliar nuestro léxico y de paso nuestro horizonte cultural que leer. Un poeta norteamericano acostumbraba colgar sobre su cama, como si fueran móviles, cartones con palabras y las cambiaba conforme se familiarizaba con ellas. Ésta es una vía; la otra, la única, es leer y de preferencia obras en español.
5. No emplear sinónimos rebuscados.
Escribamos de modo que se nos entienda y más hoy en que la literatura es cada día menos escrita y más hablada. Siempre es válido el consejo del poeta Antonio Machado, a través de su imaginario profesor Juan de Mairena, de que la frase “los eventos consuetudinarios que acontecen en la rúa” se oye y se entiende mejor cuando se traduce al lenguaje llano “Algo pasa en la calle”. Lo mismo opina de este otro ejemplo que llama de amplificación superflua: “Daréte el dulce fruto sazonado del peral en la rama ponderosa”, lo que obliga al otro a responder: “¿Quieres decir que me darás una pera?
De esta forma es necesario no olvidar que las palabras rebuscadas limitan el aprendizaje de la buena redacción.
6. Adjetivar para orientar al lector.
Debemos comprometernos con el lector para que entienda el sentido de nuestro pensamiento, no podemos suponer que lo adivina sin siquiera insinuárselo. Si describimos la característica de un fenómeno, al lector le interesará saber si la consideramos buena o mala. En este sentido cuando redactamos por ejemplo la solicitud de un trabajo que nuestros alumnos han de entregar, es importante que en nuestro texto se incluya las características del mismo por medio de adjetivos explicativos (ensayo breve, resumen ilustrado, etc.); posesivos ( su ensayo, su calificación, mi compromiso); numerales (primer
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