CIEN AÑOS DE SOLEDAD

CIEN AÑOS DE SOLEDAD

“Y vivieron felices por siempre” es sin lugar a duda una frase hermosa que todos en algún momento de la vida querrían gozar de escuchar, y es por eso es que se suelen escribir hermosas historias de amor, donde todo es bello; pero realmente ese no es el tema a tratar, porque en una obra como “cien años de soledad” no es precisamente el amor el que se hace notar, es más bien, de hecho, relegado a un segundo plano, lo que se puede notar en ese “que me-importismo” de las parejas de la obra que no se entregan en su totalidad al ser amado (como pretende mostrarlo el romance ) sino que se restan importancia entre sí. Un claro ejemplo de esto es el fundador José Arcadio Buendía y Úrsula Iguarán, ellos viven su vida aparte, José Arcadio se encierra en un cuarto por tratar de practicar el alquimismo y Úrsula no es que haga un gran esfuerzo por sacarlo de su guarida; ó también cuando ella se va atrás de su hijo, atrás de los gitanos, al esposo no le importa su partida por el hecho de que se vaya su mujer o porque le vaya a pasar algo, a él le importa porque no sabe cómo va a cuidar a sus hijos, porque no sabe como cambiarle el pañal a Amaranta. Sin embargo es el amor, de una u otra manera una ficha clave o fundamental para descifrar la soledad que viven los personajes en esta novela del escritor colombiano y Premio Nobel de Literatura (1982), Gabriel García Márquez.

Cien años de soledad relata la historia de la familia Buendía a lo largo de seis generaciones en el pueblo de Macondo. Una familia que se caracteriza por tener cola de cerdo –como se dice popularmente en alusión a mala suerte-. Luego de la pelea de José Arcadio Buendía y Prudencio, en el cual el primero mata al segundo, el fantasma de este lo tenía todo el tiempo presente y es por eso que José Arcadio Buendía y Úrsula deciden de irse del lugar que habitaban. Entonces fundaron un pueblo llamado Macondo, un lugar aislado, rodeado de agua que estaba lejos de la posibilidad de tener los avances de la ciencia del momento. José Arcadio Buendía era un hombre muy emprendedor y soñaba con traer a Macondo los últimos adelantos y así modernizarla con la ayuda de los gitanos, entre los cuales estaba Melquíades su amigo; el final de la vida de José Arcadio Buendía fue atado a un árbol. Su matrimonio, el fundador, tuvo tres hijos José Arcadio, Aureliano y Amaranta, luego adoptaron a Rebeca.

La idea de que Macondo se modernice se transmitía de generación en generación en la familia Buendía y es así como Aureliano “el Triste”, unos de los diecisiete hijos del coronel Aureliano Buendía, decide traer el hierro al pueblo como lo había intentado hacer José Arcadio Buendía, le deja la empresa a uno de sus diecisiete hermanos y va en busca de traer el tren a Macondo; con el éxito de esto también llega a Macondo el telégrafo y el cine. Los extranjeros empezaron a llegar a Macondo y así se instaló la industria bananera que sufrió una importante huelga la cual terminó en una masacre en la cual murieron alrededor de tres mil trabajadores que fueron tirados al mar. Luego de eso llovió cuatro años, once meses y dos días en Macondo. Úrsula había prometido que luego de la lluvia, ella moriría; y así ocurrió el jueves Santo luego de vivir más de cien años, de los cuales muchos estuvo ciega. Luego de la muerte de Úrsula el pueblo vuelve a ser solitario y queda casi sin vida; de los Buendía quedaban solo Amaranta Úrsula, quien era hija de Aureliano Segundo y Fernanda del Carpio, y Aureliano Babilonia quien era hijo de Meme y Mauricio Babilonia. Entre Amaranta Úrsula, la tía, y Aureliano Babilonia, su sobrino, se gesta un amor a espaldas de Gastón el marido de Amaranta Úrsula, quien decide volverse a Bruselas por la desolación que había en Macondo; Así, entre Amaranta Úrsula y Aureliano Babilonia, tuvieron un hijo

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