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Cuando la historia termina Los peligros de la narración


Enviado por   •  23 de Diciembre de 2020  •  Examen  •  2.205 Palabras (9 Páginas)  •  155 Visitas

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Cuando la historia termina     

Los peligros de la narración

 

Se debe enfatizar que este hombre permaneció entusiasmado con el proceso de la pintura, manejando la misma y viendo lo que podía hacer en un lienzo. Sin embargo, ya no podía experimentar su trabajo con la pintura como parte de un proyecto en curso, como una narración con alguna promesa de continuidad. Todo indica que su trabajo no podía contribuir al futuro, el cual ya había sido sellado, o al menos virtualmente cerrado; sólo era parte de un presente perpetuo que no llevaba a ninguna parte. En sus ojos, los mismos factores que podrían permitir que su "búsqueda" lo llevará a algún lugar simplemente no eran prácticos en el mundo en el que había venido a vivir. Tal vez por esta razón su pasado, tal como lo describe, se caracteriza menos por una serie de episodios significativamente interconectados que por una serie de arrebatos, movimientos que se desplazan de una dirección a otra, impregnados de las innumerables distracciones que pudo aprovechar para impedir temporalmente que mirara al abismo.

Observe la similitud entre la estructura de su propio predicamento y el de Ivan Ilych, como se ha discutido anteriormente. Por un lado, la duda de que haya un final significativo, exacerbada ahora por su convicción en su inevitable fracaso, lleva a la creación de una narración que, a pesar de todos sus mini-triunfos y buenos tiempos, no puede evitar parecer un ejercicio inútil y, en cierto modo, ilusorio. Es como si dijera que los buenos tiempos no podrían haber sido tan buenos; si lo hubieran sido de verdad, habrían llevado a un lugar mejor que éste. Su pasado, como el de Ilych, ha sido por lo tanto envenenado en virtud de los resultados percibidos: había un joven ingenuo allá atrás, que estaba tan perdido dentro de sus propias fantasías que las había confundido con la realidad. Todo lo que podría haber valido la pena, o que al menos parecía valer, ha sido absorbido por lo que ha seguido su curso. Sin embargo, por otro lado, surge simultáneamente la convicción de que tal vez, después de todo lo que se ha dicho y hecho, no había mucho ahí para empezar. Incluso mientras el presente desfigura el pasado, el pasado que ahora quizás se ve, como en el caso de Lych, como lo que realmente fue, un ejercicio ilusorio y un tanto masoquista, de futilidad que ha producido un presente, y a su vez un futuro carente de forma. Hay una historia que se quiere contar, no una real, del tipo que él había deseado contar. La exclusión de la narración trae consigo la pérdida de la narración misma. No puede haber una historia sin un final y no puede haber un final sin una historia.

Parte de la inmovilidad artística de Samuel sin duda se derivó de las exageradas impresiones que tenía del artista. Como proclamó hacia el final de la entrevista, cuando se le pidió que reflexionara sobre el lugar del artista en la sociedad:

Creo que el artista es una de las principales razones por las que la humanidad está aquí. Cuando escucho que la gente gana mucho dinero o inventa maravillosos dispositivos de ahorro de trabajo o lo que sea, digo que eso está muy bien. Pero todo eso es un alto nivel animal ... No te estás revolcando en el barro; no estás viviendo en una cueva. Digamos que vives en una mansión y que incluso podrías tener cosas bonitas. Pero en mi opinión, el artista es de lo que se trata. Es la culminación de la humanidad; es la llama... El artista para mí es como un dios. Es Prometeo bajando el fuego.

Teniendo en cuenta estas ideas, no es de extrañar que Samuel dudara de su propio futuro y de sus perspectivas. Él no era un “Dios” y las probabilidades estaban en contra de que se convirtiera en uno.

Otra parte de la inmovilidad artística de Samuel seguramente tuvo que ver con múltiples factores, desde los locales hasta los de la época, que, por su propia cuenta, habían conspirado para congelarlo en su carrera artística. Junto a su aislamiento geográfico, estaba el aislamiento que inevitablemente ocurrió a aquellos artistas modernos que, como él, estaban destinados a permanecer "a la deriva", abandonados a sus propios y escasos recursos en un mundo desprovisto no sólo de tradiciones artísticas significativas, sino de cuidado por lo que hacen los artistas. “Esta no es la era del artista”, se quejó en un momento dado. “Esta es la era del ingeniero, del técnico”. Sí, tuvo que admitir que tal vez alguien “extremadamente dotado” o un “diletante rico” podría seguir una carrera de por vida en las bellas artes. Pero “el arte puede ser una verdadera carga para aquellos que no tenemos la habilidad, la fuerza, la buena suerte o una combinación de estas para sobresalir en términos ‘reales’”. Se vieron forzados a “avanzar sin mucha ayuda, dirección o interés ajeno”.

Estas dos historias  sin duda merecen consideración al tratar de dar sentido a su vida, la primera se centra en las imágenes míticas de Samuel del Artista/Dios y la segunda se centra en la asediada víctima de la modernidad, irremediablemente cautiva del vértigo de la libertad, la superficialidad de las masas y el torbellino mecánico de la época. Como sugiere el texto de la historia de su vida, Samuel había interiorizado estas historias de tal manera que llegaron a habitarlo, a impregnar cada uno de sus movimientos. El que finalmente se convirtieran en excusas, en defensas diseñadas para apaciguar el hecho de que había sido el arquitecto de su propio destino, es en gran medida inmaterial; físicamente hablando, el peso de estas realidades era enorme. Así también, sugeriría, era el peso de su propia percepción de sí mismo como un hombre que envejecía, mirando a la cara su inevitable fracaso, su propia incapacidad para estar a la altura de las imágenes idealizadas que habían poblado su imaginación. Curiosamente, afirmaba haber conservado una medida de esperanza a través de todo ello: “Donde hay vida hay esperanza”, había dicho. “No creo que todo esté perdido”. Pero no estaba nada claro qué podía hacer, en este momento de su vida, para seguir adelante.

Aunque el propio Samuel sólo hizo las referencias de manera indirecta, se puede argumentar razonablemente que, junto a las historias identificadas hasta ahora, había otra que había venido a habitarlo, más disimulada y perniciosa que todas las demás. Me refiero a ese tipo de historia que es, en efecto, una historia que no es historia. En otras palabras, sugeriría que Samuel había interiorizado una historia tan desprovista de posibles episodios futuros como para perder dirección e impulso. Podríamos pensar en el proceso de lectura de obras de literatura en este contexto. A menudo, es sólo después de que hemos terminado de leer que somos capaces de entender porque las cosas pasaron de cierta manera; el final resuena hacia el pasado, sirviendo para proporcionar una medida de cierre interpretativo a lo que antes había sido fundamentalmente abierto. Hay una consecuencia aquí también. Y es que si ya sabemos o creemos que conocemos el final de la obra con antelación, puede haber poca motivación para continuar leyendo; con razón o sin ella, podemos convencernos de que no hay mucho más que pueda pasar hasta el final. Volviendo a Samuel por un momento, podría decirse que es tanto un escritor como un lector que cree saber cómo terminará el "trabajo" que es su vida. Lejos de ser el resplandor de la gloria que esperaba, habrá cenizas de decepción, arrepentimiento y vergüenza. Este final fallido que prevé para sí mismo magnifica su incapacidad para crear, tanto como artista como persona. De hecho, funcionalmente hablando, la incapacidad de crear es una forma en la que la idea de la exclusión narrativa puede ser operativa: en la medida en que el capítulo final de la vida de uno es una conclusión anticipada, uno ya no puede moverse creativamente hacia el futuro. La única historia que se cuenta es la que está terminada.

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