Cuento Club de verano

Club de verano

Las vacaciones siempre coincidieron con el verano y el temporal de lluvias. Todo el campo enverdecía, crecían matorrales altos en las praderas alejadas al pueblo, los ríos llevaban suficiente agua de temporal. Eran temporadas verdes que luego tornasen amarillas. Me acuerdo de aquella casa desde donde se observan las praderas verdes y amarillas cuando florean. Allí reinaba la juventud y la pobreza de costumbres. El cielo estaba todo azul, el sol muy ardiente. Las moscas tenían reflejos verdes y zumbaban, tarareando cálidas canciones. En el cielo trinaban pajaritos de diferentes colores sin cesar. Lo más divertido era que no teníamos que ir a la escuela, porque siempre tenía prioridad, además del trabajo familiar. Las expediciones para conocer lugares insólitos no se hacían esperar, sobre todo los prohibidos.

En la cuadra había dos clubes de Toby organizados por edades. El club del Llano, así le llamaban al club de los adultos, expertos, enseñaban y tutoraban en el mundo de las artimañas, leyendas, chistes, juegos, negocios, drogas y sexo. Circulaban revistas y películas sexuales. El club de niños-adolescentes (no llegaban ni a los doce años) imitaban al club del Llano. En ambos estaban exentas las mujeres. Ya les he contado que las cuidaban como a las perlas de la Virgen, jamás debían perder su valor, debían permanecer intactas o ganarían para siempre el infierno terrenal. Era bastante normal, todo mundo tenía una hermana en casa o más de una, así que las hermanas se respetaban, como varón eras parte de su séquito, signo de autenticidad y veracidad de la virginidad que las engalanaba.

Todos queríamos pertenecer al club del Llano, pero eran miles de requisitos y pruebas. Había un rito de iniciación, sí pasabas las pruebas empezabas como mandadero. Eulalio era parte de nuestro club, nos abandonó probando suerte con los del Llano, tenía apenas 12 años. Le gustaba experimentar y que mejor que el club de los bravucones. Al principio no dejo de frecuentarnos, traía información relevante. Nos contó todas las excentricidades que realizaban en el club. Se abocó a contar las hazañas sexuales, cosa que más le impactó, como si le hubiera comido el cerebro. Nos describía las revistas de mujeres desnudas y de cómo resguardaban más de cien ejemplares. En aquellos años ya funcionaban las películas de vídeo casete, para verlas se organizaban en horarios y en casas para pasar desapercibidos o que nadie se enterara. Era como una especie de educación sexual a escondidas, se aprendía a relacionarse con el sexo opuesto. Para salir del club de los adultos debías tener novia o fecha para el matrimonio: un rito de paso para la vida social de verdad. No había malas intenciones, así eran las normas del club. A veces los rancheros que se casan y ni siquiera saben dónde introducir el pene a la mujer, por lo que algunos practican con las mujeres de la zona rosa del pueblo (zona de tolerancia como le llaman a veces). También se sabe que los mismos padres llevan a sus hijos con las prostitutas antes de su boda para que no queden en ridículo. Eulalio ya no asistió más con nosotros, se cambio por completo de club.

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