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Cuentos Con Moraleja


Enviado por   •  18 de Diciembre de 2012  •  40.465 Palabras (162 Páginas)  •  709 Visitas

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CUENTO CON MORALEJA

(Protección contra los abusos)

Un emperador estaba por salir de su palacio para dar un paseo matutino, cuando, a las puertas del mismo, se encuentra con un mendigo.

Suponiendo el pedido de una limosna, le preguntó: - ¿Qué quieres?

El mendigo lo miró y le dijo: - Me preguntas de una manera... como si tu pudieras satisfacer mi deseo.

El emperador le respondió: - Por supuesto que puedo satisfacer tu deseo... ¿Cuál es?

Y el mendigo le dijo: - Piensa dos veces antes de prometer.

El emperador, comenzando a molestarse, insistió: - Te daré cualquier cosa que pidas. Soy una persona muy poderosa, y extremadamente rica... ¿qué puedes tú desear que yo no pueda darte?

El mendigo le dijo: - Es un deseo muy simple... ¿ves esta bolsa que llevo conmigo?... ¿puedes llenarla con algo valioso?

- Por supuesto - dijo el emperador.

Y Llamó a uno de sus servidores y le dijo: - Llena de dinero la bolsa de este hombre.

El servidor lo hizo... y el dinero, apenas ingresado a la bolsa, desapareció.

Echó más y más, y el mismo desaparecía al instante.

La bolsa del mendigo, por lo tanto, siempre estaba vacía.

El rumor de esta escena corrió rápidamente por toda la ciudad y entonces una gran multitud se reunió en el lugar, poniendo en juego el prestigio del emperador.

Entonces el emperador le dijo a sus servidores: - Estoy dispuesto a perder mi reino entero, pero este mendigo no se va a salir con la suya, ya que me dejará en ridículo frente al pueblo.

Diamantes, perlas, esmeraldas... uno a uno los tesoros del emperador iban ingresando en la bolsa, la cual no parecía tener fondo.

Todo lo que se colocaba en ella desaparecía inmediatamente.

Era el atardecer y habiendo quedado el emperador ya sin ninguna cosa que colocar en la bolsa del mendigo (habiendo llegado incluso a desprenderse de joyas que habían pertenecido a su familia por siglos), se tiró a los pies del mendigo y, admitiendo su derrota, le dijo: - Has ganado tú, pero antes que te vayas, satisface mi curiosidad: ¿cuál es el secreto de tu bolsa?

El mendigo le dijo: - ¿El secreto?... está simplemente hecha de deseos humanos.

Anónimo

AGUANTA UN POCO MÁS...

(Educación)

Se cuenta que una vez en Inglaterra, existía una pareja que gustaba de visitar las pequeñas tiendas del centro de Londres. Una de esas tiendas era una en donde vendían vajillas antiguas.

En una de sus visitas a la tienda vieron una hermosa tacita. “¿Me permite ver esa taza?” Preguntó la señora, “¡nunca he visto nada tan fino como eso!” En cuanto tuvo en sus manos la taza, escuchó que la tacita comenzó a hablar.

- Usted no entiende – Yo no siempre he sido esta taza que usted esta sosteniendo. Hace mucho tiempo yo era solo un montón de barro. Mi creador me tomo entre sus manos y me golpeó y me amoldó cariñosamente.

Luego llegó el momento en que me desesperé y le grité: “Por favor”... Ya déjame en paz...

Pero mi amo sólo me sonrió y me dijo: ...”Aguanta un poco más, todavía no es tiempo.”

Después me puso en un horno. Yo nunca había sentido tanto calor... Me pregunté por que mi amo querría quemarme, así que toqué la puerta del horno.

A través de la ventana del horno pude leer los labios de mi amo que me decían: “Aguanta un poco más, todavía no es tiempo...”

Finalmente se abrió la puerta, mi amo me tomó y me puso en una repisa para que me enfriara.

“Así está mucho mejor”.. me dije a mi misma, pero apenas me había refrescado, cuando mi creador ya me estaba cepillando y pintando. El olor a la pintura era horrible...”Sentía que me ahogaría”.....”Por favor detente...” le gritaba yo a mi amo; pero él solo movía la cabeza haciendo un gesto negativo y decía: “Aguanta un poco más, todavía no es tiempo...”

Al fin mi amo dejó de pintarme; pero, esta vez me tomó y me metió nuevamente en otro horno... No era un horno como el primero; sino que era mucho más caliente...

Ahora sí estaba segura que me sofocaría... Le rogué, y le imploré a mi amo que me sacara...

Grité, lloré; pero mi creador sólo me miraba diciendo “Aguanta un poco más, todavía no es tiempo”

En ese momento me di cuenta que no había esperanza... Nunca lograría sobrevivir a ese horno... Justo cuando estaba a punto de darme por vencida se abrió la puerta y mi amo me tomó cariñosamente y me puso en una repisa que era aun más alta que la primera. Allí me dejó un momento para que me refrescara.

Después de una hora de haber salido del segundo horno, mi amo me dio un espejo y me dijo: “Mírate” “¡Esta eres tú!”

¡Yo no podía creerlo! ¡Esa no podía ser yo! Lo que veía era hermoso. Mi amo nuevamente me dijo: “Yo sé que te dolió haber sido golpeada y amoldada por mis manos; pero si te hubiera dejado como estabas, te hubieras secado. Sé que te causó mucho calor y dolor estar en el primer horno, pero de no haberte puesto allí, seguramente te hubieras estrellado.

También sé que los gases de la pintura te provocaron muchas molestias, pero de no haberte pintado tu vida no tendría color. Y si no te hubiera puesto en el segundo horno, no hubieras sobrevivido mucho tiempo, porque tu dureza no habría sido la suficiente para que subsistieras.

¡”Ahora tú eres un producto terminado!” “¡Eres lo que imaginé cuando te comencé a formar!”.

Anónimo

EL PAISAJISTA

(Privación de libertad = no se puede encerrar los sentimientos y las vivencias en un cuadro)

Un pintor de mucho talento fue enviado por el emperador a una provincia lejana, desconocida, recién conquistada, con la misión de traer imágenes pintadas. El deseo del emperador era conocer así aquellas provincias.

El pintor viajó mucho, visitó los recodos de los nuevos territorios, pero regresó a la capital sin una sola imagen, sin siquiera un boceto.

El emperador se sorprendió, e incluso se enfadó.

Entonces el pintor pidió que le dejasen un gran lienzo de pared del palacio. Sobre aquella pared representó todo el país que acababa de recorrer. Cuando el trabajo estuvo terminado, el emperador fue a visitar el gran fresco. El pintor, varilla en mano, le explicó todos los rincones del paisaje, de las montañas, de los ríos, de los bosques.

Cuando la descripción finalizó, el pintor se acercó a un estrecho sendero que salía del primer plano del fresco y parecía perderse en el espacio. Los ayudantes tuvieron la sensación de que el cuerpo del pintor se adentraba a poco en el sendero, que avanzaba poco a poco en el paisaje,

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