Cuentos Literarios
Enviado por sailorandromeda • 29 de Junio de 2014 • 965 Palabras (4 Páginas) • 209 Visitas
I. El dedo
Un hombre pobre se encontró en su camino a un antiguo amigo. Éste tenía un poder sobrenatural que le permitía hacer milagros. Como el hombre pobre se quejara de las dificultades de su vida, su amigo tocó con el dedo un ladrillo que de inmediato se convirtió en oro. Se lo ofreció al pobre, pero éste se lamentó que eso era muy poco. El amigo toco un león de piedra que se convirtió en un león de oro maciso y lo agregó al ladrillo de oro. El pobre insistió en que ambos regalos eran poca cosa.
-¿Qué cosa deseas, pues? -le preguntó sorprendido el hacedor de prodigios.
-¡Quisiera tu dedo! -contestó el otro.
(Valadés, Edmundo. El mundo de la imaginación. Fondo de Cultura Económica, México, 2007)
II. Deshaced ese verso
Deshaced ese verso
quitadle los caireles de la rima,
el metro, la cadencia
y hasta la idea misma.
Aventad las palabras,
y sí después queda algo todavía,
eso
será la poesía.
(León Felipe. Versos y oraciones del caminante. Visor Libros, España, 2007)
III. El rayo que cayó dos veces en el mismo sitio
Hubo una vez un Rayo que cayó dos veces en el mismo sitio; pero encontró que ya la primera había hecho suficiente daño, que ya no era necesario, y se deprimió mucho.
(Monterroso, Augusto. La oveja negra y demás fábulas. Punto de lectura, España, 2000)
IV. La rama
Canta en la punta del pino
un pájaro detenido,
trémulo, sobre su trino.
Se yergue, flecha en la rama,
se desvanece entre alas
y en música se derrama.
El pájaro es una astilla
que canta y se quema viva
en una nota amarilla.
Alzo los ojos: no hay nada.
Silencio sobre la rama,
sobre la rama quebrada.
(Paz, Octavio. Lo mejor de Octavio Paz. Planeta, España, 1999) V. Tu cuerpo está a mi lado
Tu cuerpo está a mi lado,
fácil, dulce, callado.
Tu cabeza en mi pecho se arrepiente
con los ojos cerrado
y yo te miro y fumo
y acaricio tu pelo enamorado.
Esta mortal ternura con que callo
te está abrazando a ti mientra yo tengo
inmóviles mis brazos.
Miro mi cuerpo, el muslo
en que descansa tu cansancio,
tu blando seno, oculto y apretado
y el bajo y suave respirar de tu vientre
sin mis labios.
Te digo a media voz
cosas que invento a cada rato
y me pongo de veras triste y solo
y te beso como si fueras tu retrato.
Tú, sin hablar, me miras
y te aprietas a mí y haces tu llanto
sin lágrimas, sin ojos, sin espanto.
Y yo vuelvo a fumar, mientras las cosas
se ponen a escuchar lo que no hablamos.
VI. Fausto
LA HECHICERA: ¡Ah, ah! Tales son vuestras maneras; veo que continuáis siendo lo que habeís sido siempre, un gran pícaro.
MEFISTÓFELES: (A Fausto): Amigo mío, sírvete de ejemplo; ese es el modo con que debe tratarse a las brujas.
LA HECHICERA: Ahora decidme, señores ¿En qué puedo complaceros?
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