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De apocada asistente personal... ¡a esposa del jefe!


Enviado por   •  26 de Agosto de 2012  •  Ensayo  •  1.318 Palabras (6 Páginas)  •  603 Visitas

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De apocada asistente personal… ¡a esposa del jefe!

Alexandra Hill está a años luz de las sofisticadas empleadas de Max Goodwin. Pero este director general necesita una intérprete y… pronto. Contrata a Alex con una condición: ¡un cambio de imagen! Pronto pasa de ser una poco agraciada traductora a una asombrosa belleza… y los pensamientos de Max pasan de lo profesional a lo muy personal…

La vida de playboy de Max no puede ser más distinta de la educación conventual de Alex, pero ella no quiere ser sólo la amante de un millonario. Sin embargo, Max había decidido hacía mucho tiempo que jamás se casaría…

Nº Páginas —102

Capítulo 1

Alexandra Hill llegó a su casa de Brisbane una mañana de mayo especialmente fría.

Había estado esquiando con unos amigos en los Alpes meridionales. Y aunque hacía frío en Canberra cuando se había subido al avión envuelta en su bufanda, no había pensado que agradecería tanta ropa en el previsible invierno subtropical de Brisbane.

Aún llevaba el abrigo cuando se bajó del taxi que había tomado en el aeropuerto para encontrarse con su jefe, que la esperaba en la puerta de su casa en Spring Hill.

Simón Wellford, pelirrojo y regordete y creador de Wellford Interpreting Services, la rodeó con un brazo.

—¡Gracias a Dios! Tu vecina no sabía si volvías hoy o mañana. Te necesito, Alex. Realmente te necesito —dijo apasionado.

Alex, que sabía que Simón estaba felizmente casado, se liberó de sus abrazos.

—Aún estoy de vacaciones, Simón, así que…

—Lo sé —la interrumpió—, pero te compensaré, te lo prometo.

Alex suspiró. Trabajaba para Simón como intérprete y sabía que era impulsivo.

—¿Qué emergencia hay esta vez? —preguntó.

—Yo no lo llamaría emergencia, definitivamente no —negó—. ¿Llamarías a Goodwin Minerals otra cosa que no fuera un golpe maestro?

—No sé nada sobre Goodwin Minerals y no sé de qué me hablas, Simón.

—Es enorme —chasqueó la lengua—. Es una empresa puntera en el mundo de la minería y está entrando en el mercado chino. Bueno —agitó una mano en el aire—, están a punto de empezar las negociaciones en Brisbane con un consorcio chino, pero uno de sus intérpretes de mandarín está enfermo y necesitan una sustituta. Casi de inmediato —añadió.

Alex apoyó la bolsa en la maleta de ruedas.

—¿Intérprete presencial? —preguntó ella.

—Mira —Simón dudó un momento—. Sé que para mí sólo haces trabajo por teléfono y de documentación, Alex, pero eres muy buena.

—¿Se va a hablar con lenguaje técnico de minería?

Simón la miró mientras pensaba, después dijo:

—No. Te necesitan para los eventos sociales. Ellos… —dudó— querían saber si te sientes cómoda con las formalidades sociales.

—Así que les has dicho que no me como los guisantes con el cuchillo —señaló Alex y después se echó a reír.

—Les he dicho que tienes formación en diplomacia. Eso ha parecido tranquilizarlos —dijo un poco incómodo porque, a decir verdad, tenía alguna reserva sobre Alex que no era sobre sus buenas maneras ni sobre su fluido mandarín… sino sobre cómo vestía.

Nunca la había visto con otra cosa que no fueran unos vaqueros, también tenía una variada colección de largas bufandas que gustaba de enrollarse al cuello, y estaba claro que no se hacía con su pelo. También llevaba gafas. Parecía la clásica bibliotecaria.

Nunca le había importado su aspecto porque atender el teléfono y traducir documentación era algo que se hacía entre bastidores. De hecho, hacía gran parte del trabajo desde casa.

Tendría que resolver eso más tarde. Lo importante era conseguir el trabajo y se agotaba el tiempo.

—Sube al coche, Alex —dijo—. Tenemos una entrevista con Goodwin dentro de veinte minutos.

—Simón… —lo miró de soslayo—, estás de broma. Acabo de llegar a casa. Tengo que darme una ducha y cambiarme de ropa. ¡Además aún no estoy segura de querer este trabajo!

—Alex… —abrió la puerta del coche—, por favor.

—No, Simón. ¿Me vas a decir que te has comprometido a que haría una entrevista y a que Wellford aceptaría este contrato antes de estar seguro de que volvía hoy de vacaciones?

—Sé que parece un poco… bueno… —se encogió de hombros.

—Parece

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