El Antonio
Enviado por ovsinaca • 24 de Febrero de 2013 • Ensayo • 1.014 Palabras (5 Páginas) • 258 Visitas
El día en que Antonio cumplió diez años no fue el más feliz de su vida, como
se lo había imaginado. Ni siquiera ocurrieron las cosas como en su cumplea-
ños número nueve donde lo único que le importaba era que sus amigos se
divirtieran y en lugar de hacer una gran fiesta los invitó a comer, al boliche y
al cine: comieron tantas palomitas que Antonio creyó que reventarían. Su
mamá le armó una casa de campaña en el jardín y allí durmieron pensando que
el mundo es mejor cuando se tienen nueve años.
—¡Qué horrible tener ocho, eres un bebé! —le dijo a su mamá esa mañana
de hace un año.
Esta nueva mañana, ahora, en este mismo ins-
tante Antonio cumple diez años. Todos están
despiertos ya en la casa, se escuchan rui-
dos terribles en la cocina, como si su
papá —que es chef— quisiera matar a
los sartenes o castigar a los huevos ti-
bios. La regadera en el cuarto de su
hermano produce silbidos como los
de un barco de vapor y el sol entra
tibio y veloz por su ventana como
empujándolo de la cama:
—¡Anda, flojo, que hoy es tu
cumpleaños! —parece decirle.
Antonio se estira como un
gato, bosteza por última vez y al
fin se levanta. Nadie lo saluda,
nadie lo felicita. Parece que to-
dos se hubiesen olvidado de
qué día es.
—¡29 de mayo, el mejor
día de la humanidad! —quie-
re gritarles, pero le da pena.
Mejor se viste, se peina el cabello que ahora se ha dejado largo y que casi
le tapa los ojos como a un perro viejo de los Pirineos.
Entonces se escucha la primera señal de que el día no va a ser el mejor:
—¡Antonio, apúrate, se hace tarde para la escuela! —seguido de un: —¡No
te va a dar tiempo de desayunar, tus vitaminas, Antonio!
A veces los adultos no se dan cuenta de que el tiempo puede pasar más
lento, más calmado, más a gusto y que los minutos sí alcanzan para hacer todo
lo que uno se ha propuesto.
Con desgana Antonio toma el maletín de la escuela y llega a la mesa don-
de ya todos están desayunando. Su hermana disfrazada de princesa y su her-
mano de corredor de Fórmula 1. El único que falta es su papá que trae lo que
falta del desayuno.
Nada de un pastel, ni velas, ni canciones. Antonio piensa que es mejor no
recordarles, a ver cuánto duran sin darse cuenta de que él ya es un año más viejo.
En el colegio, a pesar de que todos sus amigos conocen la fecha tampoco
se acuerdan. Lo saludan como todos los días, hasta un poco más distantes.
Alonso le dice que si quiere jugar futbol y le tira el balón a la barriga, sacán-
dole el aire. Luego su maestra empieza a poner cifras en el pizarrón. Números
locos, gigantescos, como él nunca ha visto.
—Antonio, despierta —le grita—, contesta este ejercicio, ¿cuánto es
8670,000,001,000 por 12,456,000,000,000.
Por su cabeza danzan los números macabramente
como en uno de los cuentos de terror que su papá le
cuenta frente a la chimenea en las noches de otoño.
Una voz le susurra la respuesta y él la dice.
¿De dónde viene esa voz. Es una voz como eléc-
trica,
...