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El Castellano De La Sierra Del Perú


Enviado por   •  29 de Junio de 2013  •  2.416 Palabras (10 Páginas)  •  289 Visitas

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El Castellano de la Sierra del Perú 1)

1. Consideraciones Preliminares

El castellano de la sierra del Perú o, si se quiere, el castellano andino evoca

connotaciones no sólo lingüísticas y estructurales sobre el funcionamiento interior de

la variedad, sino también étnicas, pedagógicas, sociales y hasta políticas. Su origen,

como es lógico, se remonta a la llegada de los españoles al Perú en el siglo XVI. A la

caída del imperio incaico y una vez roto el aparato político administrativo que le daba

sustento, el quechua -la lengua oficial del incanato- vio disminuido el poder que

ejercía. En un principio, la variedad cuzqueña del quechua atrajo el interés de la

administración colonial hispana y fue propagada para la evangelización y para la

movilización de la mano de obra indígena hacia el Ecuador y hacia el norte de

Argentina. Fueron justamente los españoles quienes estuvieron involucrados en la

última expansión del quechua que tuvo lugar en la segunda mitad del siglo XVF>. Sin

embargo, al poco tiempo, dentro de la política agresiva y violenta por imponer su

cultura, los mismos utilizaron la lengua de conquista como el principal medio de

dominación y para esto prohibieron las lenguas vernáculas con el pretexto de que a

través de ellas se preservaban prácticas morales y religiosas contrarias a lo que

promulgaba la corona y el cristianismo. Desde entonces, se les calificó como

vehículos de comunicación simples, escasas de vocablos para poder declarar los

misterios de la santa fe católica y atentatorias contra la unidad del imperio español.

Además, la carencia de escritura que las caracterizaba contribuyó a una desvaloración

que todavía no ha terminado. Así, finalmente, en el Perú, luego de la administración

borbónica y, sobre todo, del juzgamiento de Tupac Amaru 11, el poder colonial optó

por una política de represión cultural que tenía como primer objetivo una

82 V. Zavala

castellanización que se radicalizaría en la república o, más específicamente, en la

segunda mitad del siglo XX3

).

La importancia de mencionar lo anterior radica en que existe una perfecta

continuidad entre las políticas lingüísticas coloniales y las que se sucedieron luego de

la independencia. En efecto, una de las razones que favorecen esta semejanza es que

el sistema educativo actual sigue promoviendo una castellanización asimilacionista

que implica un profundo desconocimiento de pedagogía lingüística, a la par que un

menosprecio por la lengua (y la cultura) andina y por sus productores serranos. En

palabras de Broce Mannheim: "las opciones políticas, los argumentos usados para

justificar cada una de ellas [las políticas lingüísticas] y la metodología de implementación,

en su esencia han persistido por más de cuatro siglos"41• Como resultado de esto,

el castellano andino de hoy en día se asemeja mucho a aquel castellano que aprendían

los nativos durante el virreinato español. En otras palabras, un buen grupo de

hablantes, sigue adquiriendo -al igual que antaño- un español interferido caracterizado

por un agudo fraccionamiento estructural en los diferentes niveles de análisis; se

trata de una variedad lingüística que se define por una simplificación del sintagma

español debido a la reducción de categorías y omisión de nexos.

La condición bilingüe -y trilingüe en algunas zonas- que define al Perú contemporáneo

asume ciertas características determinadas. Una de ellas, quizá la principal,

puede explicarse en términos históricos y étnicos: el bilingüismo afectó (y afecta) casi

exclusivamente a los miembros de las culturas indígenas ya que el poder español

organizó el virreinato en la lengua castellana yeso motivó que la castellanización -al

menos en teoría- fuese una acción política principal, es decir, que los indios tuvieran

que aprender el español a como diera lugar. Desde los inicios de la formación

"moderna" (mestiza) del país, lingüísticamente hablando, se plantearon las cosas de

modo tal que un buen grupo nunca aprendería el quechua, otro lo dominaría por

razones económicas políticas y religiosas y, el tercero (el más numeroso) poco a poco

debería castellanizarse. Esta situación no varió con la instauración de la República

pues, como ha subrayado buena parte de la historiografía contemporáneaS), el

advenimiento de aquélla no significó ningún cambio cultural (ni económico) que

sostuviera los inicios de un nuevo concepto de identidad y de nación. Hasta la

actualidad, los ahora representantes del poder económico y político nunca han visto la

necesidad no sólo de aprender las lenguas ancestrales para poder establecer una

comunicación -y por ende, una integración- con el mundo andino sino tampoco las

han promovido para sostener coherentemente el bilingüismo y la pluriculturalidad del

país ..

Por otro lado, al hablar de un bilingüismo en el Perú debemos calificar a éste como

diglósic06

) pues existe una notable diferencia de poder y de prestigio entre las dos

lenguas. Por diglósico entendemos una situación sociolingüística referida a emplear

una u otra lengua según la función que socialmente se le atribuyan a las mismas. En el

Perú esto se ha manifestado, desde inicios de la Colonia, a través de una jerarquización

rígida que concibe en el imaginario y en la práctica cotidiana al castellano

como la lengua del poder (es decir, de la educación, del comercio, de la política, etc.)

El Castellano de la Sierra del Perú 83

y al quechua (o a cualquier otra lengua ancestral) como una lengua de uso limitado

relativa únicamente al desarrollo interno de las comunidades rurales.

Si revisamos las estadísticas de este siglo respecto de la condición lingüística de los

peruanos, notaremos que existen profundos cambios entre la primera mitad del siglo y

la segunda. Así, el censo de 1940 mostraba que existía un 43% de hispanohablantes,

un 16% de bilingües (castellano-quechua y castellano-aimara) y un 35% de monolingües

de estas lenguas vernáculas. Cuarenta años después, las cifras variaron

notablemente. Para el año 1981, el 73% correspondió a hispanohablantes, el 15.83% a

bilingües de castellano-quechua y de castellano-aimara y el 8%

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