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Como podemos observar la gran lucha a la que se enfrentaron políticos, pedagogos y maestros para instruir a un pueblo casi totalmente analfabeta no parece corresponder con las cifras de alfabetización que alcanzaron; Más que una campaña alfabetizadora, el triunfo educativo del Porfiriato consistió en una salida de cimentación ideológica y en un cambio radical en las materias y el método de enseñanza.

Durante el Porfiriato todos los estados tenían escuelas de tercera clase, mixtas o de dos turnos (es decir, niños en la mañana y niñas en la tarde), que estaban destinadas a las poblaciones pequeñas y diseminadas. Se consideraron como escuelas rurales las establecidas o por establecer en las haciendas, rancherías y agrupaciones de población que no fueran cabeceras de municipio. En cada colectividad de 500 habitantes se debía establecer una escuela de niños y otra de niñas y, si esto no fuera posible, una mixta por cada 500 habitantes. En el caso de poblaciones de menos de 200 habitantes y situadas a más de tres kilómetros de algún centro escolar, se establecería la enseñanza elemental por medio de maestros ambulantes.

El problema educativo más importante para el gobierno fue la educación de las poblaciones rurales. No era posible

aprovechar las fuerzas y facultades de los hombres del campo si no se contaba con centros de enseñanza adecuados. En este periodo la población rural era muy abundante por lo tanto si ellos no contaban con educación el país jamás tendría un avance en las cifras de progreso educativo.

Se ha dicho con frecuencia que el olvido de la educación rural provenía del desprecio con que los liberales y positivistas veían al indio. A partir de la primera década del presente siglo aumentó el interés por educar al indio, como único medio de integrarlo a la sociedad.

Algunos pensaban que la educación por sí misma no cambiaria el destino de los indígenas. Rabasa pensaba que antes de enseñarle a leer al indio era necesario liberarlo de sus propias miserias. Lo que urgía era hacer de él un miembro útil. El crecimiento escolar estuvo más bien concentrado en las zonas urbanas, lo que acentuó las diferencias tradicionales entre las ciudades y el campo.

En esta época el indio era despreciado por las clases sociales altas por lo tanto no querían integrarlo a la educación, pero como eran muchos se dieron cuenta que al instruirlo obtendrían más beneficios ya que sería más útil su mano de obra, sin embargo también se vio que para poderle enseñar era

necesario un gran esfuerzo por parte de los maestros y del gobierno.

Durante el Porfiriato el número de escuelas privadas y del clero era muy inferior al de las oficiales, el promedio en el número de centros educativos privados por estado fue de 50; en cambio el de las del clero fue de 10.

Al enfrentarse a la enorme escasez de escuelas y a la pobreza de recursos, el estado porfirista motiva a los particulares, ofreciéndoles útiles o textos escolares, para que abrieran planteles educativos siempre y cuando se sujetaran a las normas y programas establecidos por el gobierno.

Las escuelas particulares durante el

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