FANTASÍAS O REALIDADES
Enviado por Montserrat24 • 30 de Mayo de 2017 • Resumen • 1.897 Palabras (8 Páginas) • 226 Visitas
FANTASÍAS O REALIDADES
En una ocasión fuimos de cacería mi amigo Javier y yo a un pueblo en donde la comunidad habla el lenguaje Náhuatl como idioma principal y solamente cuando vamos los fuereños usan el idioma español para comunicarse con nosotros. En esta comunidad hay una escuela bilingüe en donde se enseña el Náhuatl y el Español, el Náhuatl como lengua madre que permita continuar con las tradiciones y el Español para incorporarse a la civilización.
Ese día llegamos a la casa de Don Pedro Asensio, un amigo que conocimos en otra cacería y que nos había invitado a la tirada, argumentando que en el río que pasa por su pueblo había muchos tejones y en sus campos liebres y conejos.
Llegamos por la tarde a su casa, en la cual fuimos muy bien recibidos por su familia, por cierto, que nos pasó algo muy particular, que quiero referir como una anécdota muy especial de esa cacería. Cuando entrábamos, también llegaban unas señoritas que eran compañeras de estudios de la hija mayor de Don Pedro Asensio que estudiaban en la normal de maestros del estado, a todos nos salieron a recibir muy cordial y calurosamente y después de un rato de saludos, comentarios y remembranzas nos invitaron a pasar a comer, llevándonos a un cuartito que está a un lado de la casa que ellos ocupan como cocina. La dueña de la casa, Doña María estaba arriba del clecuil, echando sus tortillas y guisando la comida, que consistía en carne de puerco en mole verde, guisado que despedía un olor muy agradable lo que ocasionó que nos chillaran las tripas y se nos hiciera agua en la boca, muy atenta nos invitó a pasar, pidiéndonos que nos sentáramos a la mesa, ni tardos ni perezosos, nos instalamos en ella, quedando yo, en una de las cabeceras, con mi compañero Javier y las cinco muchachas enrededor, Doña María tomó uno de sus platos para servirnos, ocupando para esto, uno que más que plato era un platón, el que llenó de comida y me lo dio a mí, a lo cual pensé, esta señora de verás me vió con cara de hambre, está loca, si piensa que me lo voy a acabar todo, esto es para siete u ocho personas, pero bueno, hay un dicho que dice, a la tierra que fuese has lo que vieses, voy a esperar a ver cuánto le sirven a los demás para decirle que es mucho para mí, pero nada, al único que le sirvieron fue a mí, ni a mi compañero Javier ni a las cinco muchachas, y me dije, quizás en estos lugares se acostumbre que primero coma el invitado principal o el dueño de la casa, por lo que pensé, bueno voy a comenzar a comer, a ver qué pasa, para lo que preparé mi tortilla e inicié a sopear y cual no fue mi sorpresa que cuando me llevé el primer bocado, las cinco hermanas comenzaron a comer del plato que supuestamente era para mí y Javier, raudo y veloz, comenzó a hacer lo mismo, a comer del mismo plato, ya estábamos a punto de terminarlo cuando Doña María nos llevó otro con igual o más ración que el anterior y todos le volvimos a entrar con ganas hasta terminarlo, finalmente las chicas tomaron los trastes sucios, dieron las gracias y salieron para lavarlos, esta vivencia para mí fue muy particular y es por eso que la quise relatar ya que en nuestros pueblos morelenses hay costumbres no muy conocidas.
Una vez que terminamos de comer pasamos al patio a hacer la sobremesa fumándonos un cigarrillo, mientras tanto mi amigo Pedro Asensio se fue a invitar a otros amigos y parientes de él para que nos acompañaran en la cacería, compañeros que llegaron a la casa como a las nueve de la noche trayendo cada uno su lámpara con su respectiva escopeta.
Ya todos juntos y acompañados por unos tragos de mezcal que había llevado de Cuernavaca, nos pusimos de acuerdo que ruta llevaríamos, llevando la voz cantante mi amigo Pedro Asensio, una vez que se decidió por dónde íbamos a ir, se procedió a organizarnos en grupos, a mí me tocó con mi compañero Javier y con Wencesiao un cuate al que le dicen o le decían el chupamirto, don Pedro Asensio le indicó porque veredas y campos nos iba a llevar, para ver si encontrábamos algún conejo, indicándole, que nos veríamos en un lugar x para entrar a las orillas del río todos juntos y buscar a los tejones.
Una vez que todo estuvo organizado procedimos a tomar nuestras escopetas y mochilas para iniciar el camino que nos habían predeterminado, yendo nuestro cuate el chupamirto por delante, en ese momento comenzó nuestra vía cruces.
Nos encaminamos hacía las afueras del pueblo, llevábamos aproximadamente una media hora caminando e íbamos bajando por un sendero amplio a un costado de una pequeña colina, cuando escuchamos que a nuestra espalda venía una manada de caballos que por el ruido que hacían perecería que estaban desbocados, yo presentí por lo cerca que se escuchaban, que estaban a punto de arrollarnos, por lo que, como si los tres hubiésemos pensado lo mismo y puesto de acuerdo de antemano, todos al mismo tiempo nos aventamos a un lado del camino y por el declive que había rodarnos varios metros cuesta abajo, sacando varias magulladuras por la rodada, por cierto que yo lleve la peor parte, ya que caí sobre unos nopales, una vez medio recuperados de la caída, riéndonos y medio maldiciendo un poco, volteamos a ver el sendero hacia delante y hacia atrás, buscando ver pasar o hacía donde se dirigía la yeguada, pero nada, no había ni rastro ni nada que se pareciera a algo llamado caballo, solamente silencio, murmullo de hojas, grillos y el croac de algunas ranas y sapos que abundan por la cercanía del río, como consecuencia de esto, comenzamos a hacernos mil y un conjeturas de lo que había pasado, encontrando una que nos pareció lógica, y fue que quizá hubo a un costado de la colina un derrumbe y que el eco había producido el ruido semejante al de una manada desbocada, con el espíritu más tranquilo, continuamos nuestro camino.
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