Gracias Rey Juan Antonio Reséndiz Arellano
Enviado por liguanito • 16 de Abril de 2018 • Trabajo • 1.682 Palabras (7 Páginas) • 154 Visitas
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‘‘Gracias Rey’’ Juan Antonio Reséndiz Arellano |
El señuelo de su alma me hablaba, resonaban sus gritos silenciosos dentro de mí, dentro de mi alma. Jamás iba a poder resarcir el daño, lo que un descuido significó, todo lo perdía; sus risas se escapaban entre mis ojos inundados de lágrimas, sus besos y abrazos se iban sobre mi inmóvil cuerpo, la última lágrima que vi caer fue la que humedeció aquella camisa de cuadros justo antes de entrar a esa camioneta.
Creo que todo ha ido mal, he cometido muchos errores, pero jamás creí que este sería el precio, mi princesa se iba, soltaba mi mano, se alejaba lentamente y lloraba, ella no me quería dejar ahí. Pero aun así se marchó.
Pasados unos días me levanté de aquella cama tan suave y cómoda que había logrado hacer que mis ánimos reposaran durante un buen tiempo. Salí apresurado de aquella fría y amplia habitación, la luz cubrió mis parpados penetrando hasta las corneas que días antes ella miraba, únicamente se escuchaba el sonar de la aves, la charla entre las personas y al fondo risas de niños jugando, me llené de paz y tranquilidad. Claro que aún pensaba en ella, como el primer día. Jamás creí que nos separaríamos, <
-Abuelo, he venido a consultarte; necesito que ayudes a este, tu pequeño pupilo inexperto
Claramente sabía que él no podría ayudar, pero no les miento cuando digo que lo su presencia atravesó mis ojos, al otro lado de esa pequeña plaza, a un costado de la fuente en la que más de dos pájaros tomaban un baño, << ¿Es él?>> fue lo que vino a mi mente, --¡Abuelo! – Fue lo que pude exclamar, el volteó con su gran melena blanca, las arrugas que quedaron grabadas la última vez que lo vi en aquella fría caja fúnebre estaban intactas ni mencionar su mirada cansada, justo como cuando terminaba de asear la casa. Nos miramos unos segundos entonces me di cuenta de que ambos sabíamos quiénes éramos.
-Abuelo, ¿qué puedo hacer para recuperar a mi princesa? ella me dejó ir.
Fue lo único que pude decir entre tartamudeo y lágrimas, la verdad no sabía si todo esto era real.
-Hijo, veo que has crecido, y aún no sabes lo que ha pasado, tú estas aquí, conmigo, y eso es bueno.
-¿A qué te refieres abuelo?
-Ahora estas pero, no estas; estas presente para ella, pero en su corazón; al igual que yo lo fui para ti.
Empecé a entender lo que mi abuelo decía, pero no podía creerlo; el abuelo sugería que mi presencia sería recordada por las almas nobles que yo algún día ayudé, visité, escuché o aconsejé. Creo que estoy más lejos de ella de lo que creo << ¿Qué puedo hacer ahora? >> Es lo que quería saber, es lo que quería que el abuelo me ayudara a descifrar, él me llevo a otro de esos cuartos amplios y fríos, estando ahí me enseñó cómo me veía todos los días
-Aquí nos permiten verlos, interactuar con ustedes
-¿Con nosotros?- Pregunté desconcertado
-Sí, con los de allá abajo, con los que aún no vienen y los que queremos cuidar. Yo igual pensé que mi princesa me había dejado, que nada de esto estaba bien y que había sido mi culpa; pero hijo, esto no es tu culpa, puedes verlos y convivir con ellos, ahora tu estas aquí, mi princesa pronto lo estará, y seguramente la tuya igual.
El abuelo decía y explicaba tantas cosas que para mí era tan confuso; me dijo que estaba ahí, ansioso por que la abuela lo acompañe, pero disfrutando cada momento que la abuela aún disfrutaba ahí abajo, con nosotros, viéndola sonreír, cantar, juagar, enojarse, incluso verla llorar, porque así recordaría cada detalle del por qué se enamoró de ella.
-Aquí hijo, no hay noche ni hay día, tampoco hay años ni meses, lo único que hay es paz, tranquilidad y bondad, ahora puedo descansar y esperarlos a ustedes aquí arriba.
-Pero abuelo, ¿No es acaso que yo ya estoy aquí?
-Claro que no hijo, tu estas aún allá, solo has venido a visitarme, tu princesa te está esperando.
-¿Pero cómo es posible eso?
-¿Por qué no lo ves por ti mismo?
El abuelo decía cosas tan extrañas para mí que logró hacer que perdiera el sentido todo, ahora no pensaba más en mi princesa, pensaba en el abuelo, que de buenas a primeras había desaparecido y me había dejado otra vez, en esta ocasión en esa habitación con su panel mágico en el que podía ver ‘a los de abajo’ con temor e incertidumbre me acerque lentamente a ese pequeño panel y pude observar a mi princesa, ella estaba llorando, igual estaba mi madre y la princesa del abuelo, todas lloraban, no sabía que ocurría, pero empecé a desplazar el cursor y con ello pude ver a mis amigos; todos reunidos y orando, a mi padre con mi hermana y mi prima, todos tan tristes y conmocionados, seguí moviendo el cursor y me di cuenta que ellos se hallaban en un hospital, en una sala de urgencias. Fue ese el momento preciso en que empezó a tener coherencia lo que había dicho el abuelo. Yo estaba en el panel, en una camilla con tubos y jeringas, con máquinas que hacían ruidos extraños y con doctores al rededor, lucia esa camisa de cuadros, llena de lágrimas y sangre.
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