He visto a mi padre
Enviado por karliuxf • 31 de Marzo de 2013 • Ensayo • 1.235 Palabras (5 Páginas) • 322 Visitas
He visto a mi padre
Le vi sentado frente a la tele, veía y no veía, era como esos perros que miran pero en verdad olfatean, en este caso, mi padre esperaba mi llegada. Hola, le dije. Mi padre volteó y me dio una sonrisa, le faltaban dientes, su pelo escaseaba y el que estaba, era blanco como pelusa, telaraña. Te estaba esperando, me dijo, gracias por venir, tienes que venir siempre hijo, te quiero, tú lo sabes... sí, papa, respondí. Me senté junto a él y me preguntó por mi hermano, mi hermana, mi perro, mi novia, por todo. Respondí que estaba bien, todo estaba bien. ¡Ah! qué bien, dijo. ¿Y, cómo está tu hermano, hermana, perro, novia, todo?, volvió a preguntar. Respondí igual. Calló, hubo un silencio y continuó mirando la tele hasta quedarse dormido. Me levanté para irme cuando mi padre despertó y me dijo: qué milagro, ¿cuándo has llegado? ¿Y tu hermano, hermana, perro, novia, todo...?. Sonreí, le cogí de la cabeza y lo apreté contra mi pecho. Escuché un gemido, luego, le vi los ojos rojos, llenos de lágrimas. Todo está bien padre, todo, le dije. Este me miró y volvió con los mismo... sonreí y el también. Padre, ¿vamos a dar un paseo?, le pregunté pues había un lindo día en el asilo, todo estaba lleno de jardines, de ancianos en sillas de ruedas que nos miraban. ¡Ya!, respondió, ¡vamos! me alegré y le vi entrar a su cuartillo, cerrar la puerta y empezar a cambiarse. Me puse a esperarlo, pero el tiempo pasaba y pasaba y mi padre no salía. Toqué la puerta y mi padre la abrió. ¿Sí?, preguntó, ¡hijo! ¡qué milagro!... y... ¿cómo está tu hermano, hermana, perro, novia, todo...?, repitió... le abracé y me puse a llorar y mi padre me miró a los ojos y me dijo que no llorase, que esto es la vejez y es así, todo se olvida y es maravilloso... sí, padre, le dije.
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Sueños ajenos
Me hubiera gustado no escuchar a mamá, pero ella hablaba sin parar como si eso fuera lo más importante en la tierra. Tuve un sueño raro, me dijo. Estaba en la casa, me habían traído una nueva empleada, era muda, pero buena muchacha. Le dije lo que debía hacer durante el día cuando de pronto vi que un ratero entraba por la ventana de la casa. Le dije a la muchacha que saliera a buscar a la policía, pero parecía no poderme escuchar. Cogí el teléfono pero no había línea. Salí a la calle, en plena oscuridad y comencé a gritar: ¡policía, ladrones!, pero, nada, ni siquiera la gente que pasaba por mi lado me hacía caso. Vi mi casa con las luces encendida y recordé a la muda, a la empleada. Entré con un palo en la mano a la casa, cuando quedé boquiabierta al ver que el ratero y la muchacha hablaban de que yo estaba loca. De tanta sorpresa se me cayó el palo que traía en la mano, eso pareció despertar al ladrón y a la muda. Me fijé en su rostro y tenía una cara grande, muy grande, usaba un sombrero y era medio aindiado, alto, vestía de negro... en todo eso me fijé cuando me acordé de gritar y grité. ¡Cállate loca!, me gritó la muda, y luego, el ladrón me cogió de la mano y como si fuera un perrito, me echó de mi propia casa. Iba a tocar la puerta, pero ya los dos estaban saliendo con un cofre muy pequeño y brillante. Me le acerqué y le pregunté al ladrón qué era eso. Me miró con su carota y esos ojos achinados, y me dijo
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