Historia Literaria Puertorriqueña
Enviado por coquijote • 3 de Septiembre de 2014 • 2.483 Palabras (10 Páginas) • 242 Visitas
Esa clase dirigente había marginado tradicionalmente a la clase trabajadora y también a los negros y a las mujeres, quienes comienzan a tomar la palabra en época reciente. Así surge un grupo de narradoras que por primera vez atacan las relaciones de género heredadas de la cultura puertorriqueña y supuestos elementos de la identidad nacional. Estas autoras, que en cierto modo se beneficiaron de la influencia feminista norteamericana, tienen la dura labor de revisar elementos culturales y sociales que hasta ahora no se habían tratado. Un ejemplo claro es el de Rosario Ferré y sus Papeles de Pandora (1976), donde rescribe los cuentos de hadas a través de los cuales se han transmitido roles de género impuestos por la sociedad y la cultura puertorriqueña.
El tema de la emigración a Estados Unidos también aparece en la literatura isleña a partir de los años cincuenta, concentrándose en la supervivencia cultural y económica en la sociedad racista norteamericana. Ejemplos de esta literatura son Pedro Juan Soto en Spiks (1970), Emilio Díaz Valcárcel en Harlem todos los días (1978) y José Luis González con En Nueva York y otras desgracias (1981).
La lengua sigue siendo un tema muy debatido tanto entre los escritores puertorriqueños en Estados Unidos y en la isla. Se ha criticado mucho el uso de spanglish en poesía y narrativa, que según algunos supone una corrupción del español y de las raíces hispánicas. Sin embargo, muchos apuntan al spanglish como un efecto irremediable de la situación en la que ha vivido la población puertorriqueña fuera y dentro de la isla. Como señala Alfredo Matilla en “The Broken English Dream,” los poetas en Estados Unidos reconocen los cambios que se han producido dentro de la cultura puertorriqueña desde 1898 que desembocan cada vez más en un alejamiento de lo puramente hispánico (307) .
Sin lugar a dudas se está llegando a cotas de ambivalencia cultural en ambos espacios geográficos que podemos observar incluso en la obra de escritores y escritoras isleños como Ana Lydia Vega. En su relato “Pollito Chicken,” incluido en Vírgenes y Mártires, la narradora muestra dicha ambivalencia en términos lingüísticos que reflejan claramente la transformación que ha tenido lugar en el ámbito nacional aunque no deja de plantear una crítica irónica y aguda sobre las tácticas norteamericanas en la isla:
Por el camino observó nevertheless la transformación de Puerto Rico. Le pareció muy encouraging aquella proliferación de urbanizaciones, fábricas, condominios, carreteras y shopping centers. Y todavía esos filthy, no good Communist terrorists se atrevían a hablar de independencia. A ella sí que no le iban a hacer swallow esa crap. Con lo atrasada y underdeveloped que ella había dejado esa isla diez años ago. Aprender a hablar good English, a recoger el trash [sic] que tiraban como savages en las calles y a comportarse como decent people era lo que tenían que hacer y dejarse de tanto fuss. (77)
En las últimas décadas, la ambivalencia cultural ha tomado tintes extraordinarios. Simplemente hay que observar cómo los cambios de gobernador y partido político en el gobierno de la isla han hecho que cambie a su vez la política cultural. Durante los primeros años de esta década, con Rafael Hernández Cruz como gobernador pro-ELA (Estado Libre Asociado o Commonwealth), se impulsó un proceso de recuperación cultural de las raíces hispánicas.[24] No obstante, con la llegada del nuevo gobernador pro-anexionista Pedro Roselló, se ha producido un retroceso hacia posturas asimilacionistas a Estados Unidos que propugnan la definitiva anexión.
En los últimos años han tenido lugar varios plebiscitos en los que se ha consultado a la población sobre las tres posibilidades de gobierno de la isla representadas por las fuerzas políticas mayoritarias: la continuidad como Estado Libre Asociado, la anexión como estado de la Unión y la independencia definitiva de Estados Unidos. Los últimos plebiscitos presentaban siempre como ganadora la papeleta de la ELA, aunque con un ligero margen superior a la de anexión a Estados Unidos. Sin embargo, estos plebiscitos no tenían otra función que la de ser meros orientadores de la opinión popular puesto que sus resultados nunca han sido vinculantes para el congreso de Estados Unidos que, como hasta ahora, siempre ha tenido la última palabra.
El plebiscito del 13 de Diciembre de 1998 fue sin duda insólito y muy ilustrativo del panorama político puertorriqueño. Los votantes tenían que elegir entre cinco papeletas u opciones: La opción 1 era la del Estado Libre Asociado “territorial”; la opción 2 era la de Libre Asociación; la opción 3 era la de la estadidad y la opción 4 pedía la independencia y la opción 5 rechazaba todas las anteriores. La opción 5 fue la vencedora en el plebiscito seguida por la opción 3 de la estadidad. Obviamente, un gran sector de la población que apoya al Partido Popular Democrático, defensor de la continuidad del E.L.A., votó esta opción como protesta por la definición “territorial” del ELA impuesta por el partido en el gobierno, el Partido Nuevo Progresista (PNP), que persigue la estadidad para Puerto Rico. Por lo tanto, los resultados de este plebiscito vienen a apoyar aún más nuestra visión de la situación puertorriqueña en términos de ambigüedad y ambivalencia evidentes. El futuro de Puerto Rico sigue siendo incierto, tal y como era hace exactamente un siglo.
No obstante, la experiencia bajo la colonización norteamericana ya ha marcado y transformado irreversiblemente la identidad cultural de la población puertorriqueña fuera y dentro de la isla. Algunos ven en el caso de Puerto Rico un símbolo del futuro de la cultura hispánica que poco a poco se desvanecerá bajo la influencia del coloso norteamericano. La historia de Puerto Rico en el siglo XX parece confirmar su función como escaparate del capitalismo liberal norteamericano frente al comunismo que Cuba representa. Este hecho hace que muchos aún sigan considerando la situación casi colonial de la isla como la vergüenza política del mundo occidental en el siglo XXI si su estatus colonial disfrazado bajo el Estado Libre Asociado persiste. Otros, al contrario, admiran esta ambivalencia cultural como respuesta a la influencia norteamericana.
Sin duda, en Puerto Rico el colonialismo moderno está tomando nuevas direcciones y sólo queda preguntarse qué derroteros va a seguir esta colonia, postmoderna al fin y al cabo por la inestabilidad de su definición, por su ambigüedad y su desafío a modelos tradicionales de colonialismo e identidad cultural.
[1] La reflexión sobre
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