Introducción, traducción directa y notas de Carlos Montemayor
Enviado por Clara Fattal • 16 de Octubre de 2017 • Apuntes • 30.854 Palabras (124 Páginas) • 247 Visitas
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Safo
Poemas
Introducción, traducción directa y notas de Carlos Montemayor
Edición completa de los fragmentos sáficos
índice de contenido
Introducción 2
Bibliografía sumaria 10
Nota sobre la presente traducción 11
Fragmentos 12
Libro I 13
Libro II 42
Libro III 52
Libro IV 56
Libro V 70
Libro VI 76
Libro VII 80
Libro VIII 82
Libro IX 84
Fragmentos de ubicación incierta 90
Fragmentos no recopilados en la edición de T. Reinach 114
Notas y comentarios 121
Introducción
I
Cuando Dionisio de Halicarnaso enumeró los más altos modelos del estilo literario, señaló a Safo como la principal exponente de la poesía lírica.[1] En esa ocasión transcribió el Himno a Afrodita, único poema de Safo que conocemos completo.[2] De una u otra forma, podríamos decir que este poema ilustra las preocupaciones de ella: el amor, la tristeza, el abandono, los celos, el deseo, la ternura, la piadosa emoción por la diosa; también, que toda la obra de Safo despliega la misma sonoridad y sencillez de lenguaje. En la afirmación de Dionisio de Halicarnaso se han asimilado perfectamente las dos irrupciones que conllevó el surgimiento de Safo en la cultura griega: primero, el amor personal como principal tema poético; segundo, su condición de mujer, razones que podrían bastar, si no hubiésemos conocido su obra, para entender la división histórica que antes y después de ella puede hacerse en la poesía griega.
No siempre se aceptó con naturalidad su condición de mujer. Aristóteles mismo reparó en ello, involuntariamente, al explicar que en todos los sitios se honraba a los sabios; así los habitantes de Quíos a Hornero, "aunque no fuera de esa ciudad", y los de Mitilene a Safo, "aunque fue una mujer".[3] Acaso por ello le conformaron la falsa imagen de prostitución y lascivia que durante siglos escondió sus palabras a veces bajo el fuego mismo,[4] imagen sólo comparable con la vejación sufrida por Sócrates en las Nubes de Aristófanes. Al finalizar el siglo IV, el peripatético Chamaileón[5] a pesar de la disparidad cronológica, le atribuyó relaciones amorosas con Anacreonte. Más tarde hicieron lo mismo los autores de la Comedia Media con Hipponax y Faón; con el último de ellos crearon la historia de su suicidio en el promontorio de Leucadia, lo que varios autores registrarían como fidedigno.[6] Ovidio recogió tan persuasivamente en su Heroida xv todas las grotescas historias que sobre su inmoralidad imaginaron Antífanes, Efipos, Timócles, Ameipsias y otros que fue la obra que más deformó la imagen de Safo a lo largo de la literatura occidental, y a la que se le prefirió en lugar de la propia poesía sáfica en antologías que aparecieron durante los siglos xvii y xix, por lo que aun Byron y Leopardi le prestaron oídos. El ambiente no fue mejor entre los Alejandrinos del siglo ι a.c., puesto que Séneca refiere que un gramático llamado Dídimo se ocupaba de investigar, entre otras necedades, si Safo fue prostituta[7]. Una expresión de Ovidio puede ilustrar, en medio de las leyendas sobre su perversión, la imagen negativa que durante siglos se superpuso a su obra: mira a Safo: ¿qué más lascivo que ello? [8]
Muy diferente fue, en su misma época, la actitud de Solón, según lo registra Estobeo:[9] una tarde, el legislador escuchó una canción de Safo en labios de su nieto; al terminar éste, Solón le pidió que se la enseñara, pues, le expíicó, "quisiera aprenderla antes de morir". Conviene recordar aquí el epigrama atribuido a Platón en que a Safo se le llama décima musa;[10] también aquel que contiene la hermosa designación de "musa mortal entre inmortales musas".[11] Máximo Tirio explicó que Sócrates le llamaba "la bella Safo" no por su físico, sino por su poesía. Estrabón afirmó, después de citar a Pitaco
y Alceo como figuras ¡lustres de Mitilene: "en la misma época vivió Safo; fue un ser extraordinario, porque no sabemos que en ningún otro tiempo, por más que nos remontemos al pasado, hubiese existido otra mujer que por poco que fuese pudiera comparársele en poesía".[12] Fue tal su renombre que pronto se le representó en monedas, medallones, estatuas y vasos. Por Cicerón sabemos que robaron una estatua suya de bronce, fundida por Siliano, del Pritaneo en Siracusa y tenemos noticia de que hubo otra en Bizancio, hacia el siglo v d.c.[13] Este gran reconocimiento que mereció desde tempranos tiempos llegó al grado de que varios autores imaginaron la existencia de otra Safo, hacia la cual trataron de dirigir todas las falsas historias de una disipada vida.[14]
Para entender su significación en el pensamiento occidental es necesario conocer tres principales aspectos: su contexto femenino y educador, su concepto del amor y su excelencia propiamente poética. Así podríamos recibir el justo sentido de una alusión como la de Horacio, cuando afirmó que vería:
A Safo, con la lira de los eolios,
llorar de amor por las muchachas de su pueblo[15]
O el de estas líneas de Safo misma, hermosas y fieles a su espíritu:
Yo amo la delicadeza...
y se me ha concedido el amor, la luz del sol y lo bello.[16]
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