LOS NUEVOS RETOS DE LA ENSEÑANZA DE LA LITERATURA Y LA FORMACIÓN LECTORA
Enviado por dianibe • 10 de Agosto de 2014 • 1.729 Palabras (7 Páginas) • 187 Visitas
La didáctica de la literatura al igual que los proceso de lecto escritura en el entorno escolar requieren una revisión urgente, pues si bien la literatura se constituye en un aspecto primordial de la planeación curricular, no está exenta de ser cuestionada sobre su sentido en el aula y el rol que cumple el docente de lenguaje en la didáctica de la literatura y en la formación de lectores críticos a partir de una adecuada planeación, seguimiento y evaluación de actividades que apunten al desarrollo de la competencia literaria. En este tercer acompañamiento como tutora del programa todos a aprender, cuyo objetivo principal es socializar diversas propuestas didácticas que permitan integrar los referentes de calidad en el área del lenguaje a la prácticas de aula, es obligatorio tratar el tema de los factores de los estándares de lenguaje y los ejes que se plantean en los referentes curriculares; cuando abordamos el factor literatura, que es sin duda bastante controvertido, teniendo en cuenta su carácter subjetivo; surge un diálogo muy interesante y constructivo con los docentes y al debatir sobre el papel que cumple la literatura en sus clases, me inquieta la reflexión de la mayoría : “Que los estudiantes lean las grandes obras literarias”; Entonces inmediatamente recuerdo la escena incómoda de una joven ( mi hija) que el fin de semana (mejor dicho, el domingo) trata de leer una obra “clásica”, en una batalla desigual entre un texto complejo y un lector sin habilidades ni motivación para desentrañarla.
Surge una duda: ¿se puede aprender a comprender los textos sin que haya un aprendizaje dirigido? Desde mi experiencia docente, contesto: Sí; Desde luego que es posible aprender a leer sin mediación de un maestro, esto es, por auto aprendizaje; Muchas personas han aprendido de ese modo, simplemente fueron “arrojados” a interpretar, por ejemplo, complejos textos literarios sin ningún tipo de ayuda, Cuántos no han tenido que soportar, en noveno o décimo grado, la horrible tarea: “Léase para dentro de dos semanas El Mío Cid porque vamos a hacer un control de lectura”. ¿Y con qué estrategias de comprensión va a contar un adolescente para entender un texto clásico de la literatura española del siglo XI, absolutamente lejano en léxico, temática, contexto histórico e intereses personales?
No cabe duda, que al igual que con ciertos aprendizajes de la lengua (la codificación y la decodificación alfabética, la ortografía, la gramática), seguimos enseñando y evaluando literatura como hace cien años. Viejas ideas que aún persisten: En primaria, enseñar, generalidades de los tipos de texto en los que se expresa la literatura (fábula, cuento, poema); en secundaria, la lectura “obligatoria” de la literatura colombiana (en grado octavo), latinoamericana (en noveno), española (décimo) y universal (once). ¿Será esto terquedad de nosotros los maestros o prácticas ancladas en la vida escolar? ; Y si analizamos la experiencia de lectura de cualquier persona no mayor de veinte años, encontramos que en general no ha sido significativa, ni grata; incluso se percibe una gran apatía de los adolescentes hacia la lectura. Este solo hecho nos debería llamar la atención a los maestros de Lenguaje y llevarnos a cuestionamientos: “¿Qué no estamos haciendo bien?, ¿por qué no estamos cumpliendo con los objetivos de aprendizaje?”, pues está claro que no podemos seguir culpando a los estudiantes de ese choque con los textos literarios.
Es importante entonces tener en cuenta dos aspectos centrales que permitirán reformular la enseñanza de la literatura: la formación de lectores y el desarrollo de la llamada competencia literaria; el reto de formar lectores involucra un trabajo conjunto del docente de lenguaje, los profesores de las otras áreas, los padres de familia y en general de toda la comunidad educativa y en este proceso el apoyo del PNLE ha sido fundamental en nuestras instituciones. Hay que insistir que resulta indispensable pasar de un modelo basado en la obligatoriedad de leer, a uno en que nuestra tarea de docentes de lengua castellana sea formar lectores y escritores competentes. La mayoría dirán que es una fórmula fácil de decir, pero compleja de llevar a la práctica, y eso es cierto, pero esa fórmula resume nuestra tarea y la dimensión del desafío que tenemos en frente.
El hábito de lectura se refleja en una conducta asertiva hacia los libros y la lectura por parte de los estudiantes, esto conlleva a la implementación de un plan lector en las instituciones que tenga en cuenta tanto los intereses de nuestros estudiantes y el desarrollo de estrategias lectoras que requieren para comprender, desde los textos más sencillos a los textos más difíciles de entender.
También hay que tener presente que la lectura y la escritura son, ante todo, prácticas sociales y culturales que están ligadas a la tradición de un grupo social y al lugar que ocupan estas prácticas en sus diferentes ámbitos: familiar, educativo, político, cultural, literario; dada su naturaleza social y cultural, la lectura y la escritura no están distribuidas de manera uniforme en las sociedades; Por ejemplo, en nuestro contexto son diferentes las condiciones de acceso a la lectura en el sector rural que en las grandes ciudades; Incluso dentro de éstas, hay grandes diferencias de acceso al mundo letrado para los ciudadanos. Además, el desarrollo del gusto y el hábito de la lectura están ligados a las condiciones de familia; al nivel educativo de los padres
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