La Cocina De La Escritura ''Daniel Cassany''
Enviado por CinthiaLara11 • 24 de Junio de 2013 • 1.173 Palabras (5 Páginas) • 1.739 Visitas
PRÓLOGO
La mayoría de adolescentes se sienten muy inseguros cuando tienen que explicar algo e incluso aceptan su incapacidad. Esto no es bueno. Hay que darse cuenta de que redactar correctamente —lo cual no es un indicio de sensibilidad literaria— es ante todo un problema «técnico» y que debe resolverse a tiempo para que no se convierta en un problema psicológico.
JOSEP M. ESPINAS
La vida moderna exige un completo dominio de la escritura. ¿Quién puede sobrevivir en este mundo tecnificado, burocrático, competitivo, alfabetizado y altamente instruido, si no sabe redactar instancias, cartas o exámenes? La escritura está arraigando, poco a poco, en la mayor parte de la actividad humana moderna. Desde aprender cualquier oficio, hasta cumplir los deberes fiscales o participar en la vida cívica de la comunidad, cualquier hecho requiere cumplimentar impresos, enviar solicitudes, plasmar la opinión por escrito o elaborar un informe. Todavía más: el trabajo de muchas personas (maestros, periodistas, funcionarios, economistas, abogados, etc.) gira totalmente o en parte en torno a documentación escrita.
En este contexto escribir significa mucho más que conocer el abecedario, saber «juntar letras» o firmar el documento de identidad. Quiere decir ser capaz de expresar información de forma coherente y correcta para que la entiendan otras personas. Significa poder elaborar:
• un curriculum personal,
• una carta para el periódico (una/dos hojas) que contenga la opinión personal sobre temas como el tráfico rodado, la ecología o la xenofobia,
• un resumen de 150 palabras de un capítulo de un libro,
• una tarjeta para un obsequio,
• un informe para pedir una subvención,
• una queja en un libro de reclamaciones,
• etc.
En ningún caso se trata de una tarea simple. En los textos más complejos (como un informe económico, un proyecto educativo y una ley o una sentencia judicial), escribir se convierte en una tarea tan ardua como construir una casa, llevar la contabilidad de una empresa o diseñar una coreografía.
La formación que hemos recibido los autores y las autoras de estos textos es bastante escasa. La escuela obligatoria y el instituto ofrecen unos rudimentos esenciales de gramática que no pueden cubrir de ninguna manera las complejas y variadas necesidades de la vida moderna. Más allá, sólo los estudios especializados de periodismo, traducción o magisterio contienen, y de forma más bien limitada, alguna asignatura suelta de redacción. Incluso los escritores potenciales de literatura creativa tienen que conformarse estudiando filología (que enseña más a leer que a escribir) porque no hay equivalente de las Bellas Artes o del Conservatorio de Música en el campo de las letras.
¿Y el resto de personas que desempeñamos nuestra profesión con la escritura? ¿Y los ciudadanos y ciudadanas que tenemos que ejercer los derechos y deberes sociales? ¿Los abogados, psicólogos, ingenieros, físicos, políticos, etc., que escribimos en nuestro trabajo, dónde y cómo aprendemos a hacerlo al nivel que se nos exige? Terminamos por formarnos exclusivamente en nuestra profesión, en nuestra área específica de conocimiento, y permanecemos indefensos ante un papel en blanco. Si no nos las ingeniamos por nuestra cuenta, nos quedamos para siempre con las cuatro reglas escolares de ortografía.
En algunos casos esta carencia llega a comprometer el ejercicio profesional. Forma y fondo se interrelacionan de tal manera que los defectos de redacción dilapidan el contenido. ¿Cuántas veces has tenido que esforzarte para entender la letra pequeña de un contrato o de una ley, que se supone que deberíamos comprender con facilidad? ¿No te has encontrado nunca discutiendo
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