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La Pacion De Cristo


Enviado por   •  7 de Abril de 2015  •  6.011 Palabras (25 Páginas)  •  411 Visitas

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OBRA DE TEATRO LA PASION DE JESUS DE NASARET.

PRIMERA ESTACION: LA SENTENCIA DE JESUS

ESCENA 1:

Narrador: En la casa del Sumo sacerdote Caifás se hallaban reunidos los maestros de la ley y las autoridades judías, satisfechos de haber logrado capturar a Jesús. Con sus espías, habían convocado de noche a los 23 miembros más leales, el mínimo para una decisión del Sanedrín, cuerpo de 70 ancianos responsables de los asuntos civiles, legislativos, judiciales y religiosos del pueblo. Por más de 40 años Anás había sido el verdadero dueño de Israel, padrino todopoderoso de la mafia sacerdotal que controlaba el país. Su yerno Caifás era un mero títere. El templo era un buen negocio al funcionar como centro bancario y mercado para las ofrendas. Como serpientes estaban acostumbrados a corromper a los jueces. No creían sino en los intereses de los grandes. Los romanos realzaron su prestigio para hacer creer que los judíos se gobernaban a sí mismos; pero ofrecían el cargo al mejor postor entre los colaboracionistas de la política del invasor.

Sumo Sacerdote: Que pasen los testigos (Solemne, todos ¿Juran, por el Dios viviente, declarar toda la verdad y solamente la verdad?

Testigos: (una mano al pecho, otra levantada junto al rostro con la palma al frente, la cabeza inclinada) Juro.

Sumo Sacerdote: Oigamos su declaración.

Testigo 1: Este hombre dijo: Yo puedo destruir el sagrado Templo de Dios y reconstruirlo en tres días. Eso significa blasfemar contra el templo; y la Ley manda castigar a los blasfemos apedreándolos.

Testigo 2: Se proclama a sí mismo profeta, y hasta ha tenido el atrevimiento de igualarse a Moisés, al Mesías, y hasta a la Ley y al Altísimo. Un blasfemo contamina a nuestro pueblo santo, y sólo apedreándolo se quita esta mancha colectiva.

Testigo 1: Ha discutido abiertamente con nuestros jefes religiosos, oponiéndose a su enseñanza. Y hasta blasfemó llamando Padre a Yahveh, y diciendo: "Mi Padre y Yo somos uno". Manda el sagrado Libro del Levítico castigar con la muerte a quien blasfeme el nombre del Señor, bendito por los siglos..

Sanhedrín: ¡Ha blasfemado, reo es de muerte!

Sumo Sacerdote: ¿Tienes algo qué responder o declarar a tu favor en contra de los testigos? (Silencio; Jesús ni siquiera le mira).

Sumo sacerdote: ¿No tienes nada qué responder? ¿Qué es esto que declaran en tu contra?

Criado 1: Irrespetuoso judío, respóndele al representante del Altísimo en el pueblo (le da un golpe en la mejilla).

Jesús: Si he hablado mal, demuéstramelo; y si no ¿por qué me pegas?

Sumo Sacerdote: Basta ya, Jesús. En nombre de Dios vivo te mando que nos contestes: ¿Eres tú el Cristo, el Hijo de Dios?

Jesús: Tú lo has dicho, Yo soy. Así es, tal como acabas de decir. Y les anuncio además que a partir de hoy ustedes verán al Hijo del Hombre sentado a la derecha del Todopoderoso y viniendo sobre las nubes.

Sumo Sacerdote: (rasga su túnica) ¡Ha blasfemado! ¿para qué necesitamos más testigos? ustedes mismos acaban de oír esas palabras escandalosas ¿Qué les parece?

Sanhedrín: ¡Merece la muerte! ¡Merece la muerte!

Sumo Sacerdote: Nosotros no tenemos "derecho de espada", reservado a los ciudadanos romanos. Así que llevemos al preso a nuestro gobernador, que sea quien dicte la sentencia. Sólo que procuraremos no entrar al palacio de un pecador para no contaminarnos, de lo contrario, no podríamos celebrar la gran fiesta de Pascua.

Criado 1: Pero ¿qué acusaciones podremos hacer que interesen a Pilato y pueda condenarlo a muerte?

Sumo Sacerdote: Diremos que es un alborotador galileo, ya ves que temen a los galileos de la guerrilla. Diremos que evade impuestos y que predica que no los paguen. Diremos que pretende hacerse rey, y por eso anda sublevando a las masas; y ese es un crimen muy grave de lesa majestad. Porque no basta que le maten; es necesario que muera vergonzosamente, de suerte que se borre para siempre su nombre de la historia. (Entre empellones, burlas y golpes lo llevan los soldados)

Narrador: Poncio Pilato fue el quinto procurador romano que dirigió Palestina desde que Roma quitó a Arquelao, hijo de Herodes el grande. La dura disciplina de la Legión le hizo exigente. Veía mal a los judíos, ya que Palestina era un islote en el imperio, que no seguía las costumbres romanas, despreciaban abiertamente a los invasores, sintiéndose elegidos de Dios, y tenían muchos privilegios de autonomía concedidos por César Augusto. Apenas llegado Pilato de Cesarea, metió de noche las insignias y banderas romanas al templo, y al siguiente día la multitud ocupó el palacio dispuestos a morir antes que ser desalojados, mientras una comisión en Cesarea pedía su destitución, hasta que cinco días después cedió Pilato. En el Palacio de Herodes colocó unos escudos de oro en honor de Tiberio, pero las presiones del pueblo le obligaron a retirarlos por orden del mismo emperador. Su red de espionaje le había mantenido bien informado sobre la acción de Jesús de Nazaret. Bien sabía que si ahora los zorros judíos acudían a él era porque intentaban tenderle una trampa y tramaban una maldad.

ESCENA 2:

Pilato: ¿Qué acusación traen contra este hombre?

Sumo Sacerdote: Hemos hecho juicio contra él, y el Sanhedrín en pleno lo ha encontrado merecedor de muerte por ir contra nuestra Ley.

Pilato: Tómenlo entonces ustedes y júzguenlo según su Ley.

Sumo sacerdote: A nosotros no se nos permite dar muerte a nadie.

Pilato: ¿Qué ha hecho digno de muerte?

Sumo Sacerdote: Hemos comprobado que este hombre es un agitador; no quiere que paguen los impuestos al César; y además se dice rey de los judíos enviado por Dios; si lo aceptas tendrás problemas con Roma, pues es delito de alta traición.

Pilato: Quiero hablar a solas con él.

Criado 1: Retírense un momento, por favor, mientras entrevista al reo en particular.

Sumo Sacerdote: ¿Dudas de nosotros? Si éste no fuera malhechor no te lo hubiéramos traído?

Criado 1: Es una orden: Retírense un momento, mientras entrevista al reo.

Pilato: Jesús de Nazaret ¿eres tú el rey de los judíos?

Jesús: Me haces esa pregunta por tí mismo, o te lo han dicho otros de mí?

Pilato: ¿Acaso soy yo judío? A mí que me importan sus distinciones religiosas y sus líos internos. Tu nación y tus pontífices te han entregado a mí. Basta que protestes fidelidad

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