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Leyenda


Enviado por   •  27 de Enero de 2013  •  Apuntes  •  384 Palabras (2 Páginas)  •  445 Visitas

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Es quizás una de las leyendas que más rápido llegó al resto del mundo. La leyenda de la Llorona nace donde se fundó la ciudad de México, lo que hoy conocemos todos como DF, o Distrito Federal.

Se dice que existió una mujer indígena que tenía un romance con un caballero español. Fruto de esta pasión, nacieron tres niños, que la madre atendía siempre en forma devota. Cuando la joven comienza a pedir que la relación sea formalizada, el caballero la esquivaba, quizás por temor al que dirán. Dicho y hecho, un tiempo después, el hombre dejó a la joven y se casó con una dama española de alta sociedad. Cuando la mujer se enteró, dolida y totalmente desesperada, asesinó a sus tres hijos ahogándolos en un río. Luego se suicida porque claro, no soporta la culpa.

Desde ese día, se escucha el lamento lleno de dolor de la joven en el río donde esto ocurrió. Luego de que México fuera establecido, comenzó un toque de queda a las once de la noche y nadie podía salir. Es desde entonces que dicen escuchar un lamento cerca de la plaza mayor, y que al ver por las ventanas para ver quien llamaba a sus hijos de forma desesperada, veían una mujer vestida enteramente de blanco, delgada y que se esfumaba en el lago de Texcoco gritando: ¡Ay, mis hijos!.

En la época de la venida de los españoles, una de las leyendas más conocidas es la de Cihuacóatl, que gritaba y lloraba por las noches.

Ella era la primera de todas las madres que murió al dar a luz, lo cual en la época de los aztecas esa forma de morir era muy respetada.

A partir de ese acontecimiento fue convertida en diosa, la diosa Cihuacóatl, que en náhuatl significa “la de la falda de serpientes”.

La diosa, vestida de blanco vagaba por el lago de Texcoco llorando por la muerte de su hijo y de su propia vida.

Además se decía que se lamentaba por el terrible destino que les esperaban a los habitantes de ese lugar, a la llegada de los españoles.

Según cuenta la leyenda se le veía y escuchaba por las noches caminar y lamentarse por el lago de Texcoco:

-¡Hijitos míos, pues ya tenemos que irnos lejos!

Y a veces decía:

-¡Hijitos míos! ¿A dónde los llevaré?”

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