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Los De La Caravana


Enviado por   •  23 de Enero de 2013  •  711 Palabras (3 Páginas)  •  351 Visitas

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Los de la caravana, tomaron un camino del cerro, herbazales arriba, hacia el tope de Cachimbo. La transparencia del aire, lo despejado del cielo, prestaban mas elevación a la montaña, destacándose las dos redondas cimas de la silla, como cúpulas de un templo gigantesco, hasta perderse en las nubes.El ambiente, refrescado por las rumorosas quebradas, acariciaba la negra cabellera de Josefina, besuqueaba las mejillas de las morochas, se entraba en los pulmones de Paulo, ensanchandolos como un fuelle; descendiendo luego al valle, azotaba las frondas, maullaba como un zorro rabioso en los ahumados torreones de los trapiches; dando resoplido aventaba la hojarasca a diestro y siniestro; precipitándose en los poblados rezongaba en todos los rincones, charloteaba en los empinados campanarios, rompiase en los ángulos de las elevadas fachadas; engolfándose en estrechas callejuelas, ahogaba sollozos, recogía suspiros, vítores e himnos, y repleto de miasmas, miserias y alegrías, se abalanzaba sobre cerros calvos y lomas áridas.

De esplendido panorama gozaban los de la caravana, risueño como el semblante de una novia en la alborada de sus nupcias, ante aquel lienzo de matices diversos, Josefina paseaba sus ojos, deslumbrados por los fulgores del sol, de las vegas a las lomas y de allí a las sierras azulosas. Mas acá, encaramando en su colina, cubiertas las laderas de frondosas rosadas trinitarias, el de La Vega, tierra clásica de rojos budares y de las porosas mucuras. en lo mas ancho del Valle, Chacao, en medio de sus cafetales, bajo las purpura de los bucares, que ondulando se pierde en los mil recodos del valle de la pascua, del patronato de San Roque, regado por el río de las zarzas medicinales. Caracas, bajo la inmensa comba azul, ligeramente gris, en contraste con toda la escala de los verdes, que se enrojece cuando comienza a florecer el rosal salvaje, la rosa montañera. Caracas, la amada de los poetas, la deseada de los guerreros, con sus erguidas torres, sus techumbres rojas, sus esbeltos chaguaramos; ciudad de transparencia y neblinas, sus mañanas son vaporosas, risueñas, cual la primavera de la vida; sus tardes, tristes cual largo invierno de los años.

Cuando los ojos de Josefina se detuvieron en la ciudad, cuando divisaron aquellas cupulas y aquellas torres, hubo en su ser un ligero estremecimiento, como el que deben sentir las aves viajerasal ver desde lo alto la tierra de sus amores. Allí, en la ciudad había transcurrido los mejores dias de su juventud, cuando la enfermedad aun no le había robado los colores, y fuerte, altiva, coquetuela, loquilla, se entregaba al baile, en un vals de aquellos en los que musiquillos de la tierra, con suma maestría, interpretaban los complicado de las almas criollas, almas nuevas, salpicadas de atavismos de razas, almas simples a la vez q complejas. Oh! como terminaban aquellas fiestas, delirantes en alas del joropo repleto de sonoridades robustas y brutales,

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