Los buenos días grises

Los buenos días grises

Apurada, inquieta, nerviosa, alistaba mi maleta. No podía creer que en cuestión de horas iba a cumplir lo que tanto había soñado. Al tener todo listo terminé hecha polvo. En cuestión de horas alisté todo lo que necesitaba llevar a mi viaje.  Sin embargo, sentía que algo me faltaba. De pronto, llegó el taxi. Era hora de irme.

Al salir el clima estaba frío, nublado, lluvioso. Era un día gris. Subí al taxi y estuve mirando por la ventana todo el camino. Observaba a la ruidosa lluvia vacía de las calles. De pronto, ya estaba llegando a mi destino pero algo nos detuvo. La entrada al aeropuerto estaba colapsando de carros. Era una cola interminable. No sabía si bajar o quedarme a esperar. Finalmente, decidí bajar. No podía esperar más.

Al entrar al aeropuerto busqué rápidamente los counters de mi aerolínea para hacer el check in. De pronto, me di con la sorpresa que un mar de gente estaba haciendo cola. No podía creer que fuera a tener tanta mala suerte. Al estar en el counter le brindé todos mis documentos a la señorita cuando de pronto me dijo: “Señorita usted no puede viajar, tiene un problema con su pasaporte”. Me quedé anonada y sin saber por qué me dijo eso. Simplemente todo lo que tenía planeado se asemejaba a una torre que se desploma. No lo podía imaginar. Había esperado tanto por este viaje, que no podía creer que no lo fuera a realizar. De pronto le contesté a la señorita: “¿Por qué no puedo viajar? ¿Qué problema hay con mi pasaporte?”. A lo que ella me respondió: “Su pasaporte esta vencido”. No supe que decirle. Podría ser posible que haya traído mi pasaporte antiguo.

Me quedé pensando si pudo ser eso posible, hasta que la señorita me hizo un gesto con las manos como un “hola” para llamar mi atención. Inmediatamente reaccioné y lo único que atiné a hacer fue recibir mis documentos y salir a un lado del counter. Al estar allí, decidí llamar a mi mamá. Felizmente, me traería el pasaporte actual hasta aquí. Al estar sentada esperando empecé a observar alrededor. Esta zona de aquí es tan bulliciosa, llena de tantas personas, todo el mundo corriendo de aquí para allá, todas estas personas con muchas historias detrás de todos esos abrazos y lágrimas que observaba en mucho de ellos. Al mismo tiempo, empecé a observarme a mí misma a través de un reflejo. Parecía muerta en vida, estaba despeinada, con los ojos rojos por no dormir. De pronto, mi celular empezó a sonar. Era mi mamá, ya estaba aquí. Inmediatamente salí en busca de ella y me entregó mi pasaporte. Rápidamente me despedí de ella y regresé a los counters de check in. El joven del counter me saludó cordialmente y enseguida entregué mis documentos. Este joven era tan lento como una tortuga. Además, se la pasaba conversando con sus compañeras. Finalmente, me entregó mis documentos y corrí hacia la puerta de embarque. Al estar en camino a los siguientes controles en lo único que pensaba y deseaba era que no hubieran más colas. Al llegar a mi puerta de embarque me quedé esperando sentada. Al observar alrededor, me di cuenta de que este era un lugar tranquilo, todo estaba lleno de asientos y en muchos de ellos las personas estaban durmiendo. Además, todo este lugar estaba lleno de pantallas en donde figuraban los números de vuelos. Finalmente, ya me encontraba a punto de subir al avión y enrumbar en una gran aventura.

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