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Prometeo Encadenado


Enviado por   •  13 de Agosto de 2012  •  9.190 Palabras (37 Páginas)  •  993 Visitas

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ESQUILO PROMETEO ENCADENADO

PERSONAJES

CORO DE LAS OCEÁNIDAS

EL PODER,

LA FUERZA

HEFESTOS

PROMETEO

OCÉANO

IO

HERMES

(La escena representa la cumbre de un monte. Aparecen LA FUERZA y

EL PODER conduciendo el cuerpo de PROMETEO. HEFESTOS les

sigue cojeando, provisto de sus instrumentos de herrero.)) 3 (

ESQUILO PROMETEO ENCADENADO

EL PODER:

-Estamos ya en el último confín de la Tierra, en el camino del

país escita, en la soledad nunca hollada. Hefestos, ha llegado la

hora de que cumplas lo que el padre te ordenó y ates a ese forajido

con cadenas de hierro irrompible en la cima de estos abruptos

peñascos. Hurtó tu preciado don, el brillante fuego, padre de todas

las artes, y lo entregó a los mortales. Justo es, pues, que pague a

los dioses la pena merecida. Tal vez así aprenda a resignarse a la

dominación de Zeus y a cesar en su oficio de favorecedor de los

hombres

HEFESTOS:

-Poder y Fuerza, cumplida está por vuestra parte la misión que

Zeus os encomendó y nada os retiene ya aquí. En cuanto a mí,

siento que me falten las fuerzas para encadenar contra su voluntad

a un dios, y a un dios de mi propia sangre, en esta cima azotada

por las tempestades. No obstante, es preciso que encuentre el

valor para hacerlo, pues el desobedecer las órdenes del padre

acarrea siempre graves males.(A PROMETEO.) Hijo de la

consejera Temis, que nutres siempre en tu alma tan osados

pensamientos, fuerza es que, a pesar mío y tuyo, te sujete a esta

roca desolada por medio de indisolubles lazos de hierro. No llegará

ya a ti ni voz ni rostro humanos, sino que, abrasado por los

ardientes rayos del Sol, verás destruirse tu piel y cambiar de color;

con alegría mirarás a la noche ocultar la luz, bajo su manto

estrellado, y con alegría también verás al Sol, a su vez, secar el

rocío de la Aurora; pero el dolor de tus desdichas no cesará de

atormentarte un momento, porque aquel que te ha de liberar no

ha venido todavía. ¡He aquí lo que has conseguido con tu afición

a favorecer a los hombres! Dios a quien no asusta la cólera divina,

librando a los mortales, lo que era un honor entre nosotros, has

pasado los límite de lo permitido. En castigo por ello permanecerás

desde ahora sobre esta roca, en guardia dolorosa, siempre de pie,

sin dormir ni doblar las rodillas. En vano lanzarás entonces

incesantemente tus gemidos, en vano clamarás: el corazón de Zeus

es inflexible, pues nunca señor nuevo se mostró inclinado a la

piedad.

EL PODER:

-¡Vamos ya! ¿Por qué te detienes y te lamentas en vano? ¿No

abominas de un dios, maldito de los dioses, que ha osado entregar

a los hombres lo que constituía tu privilegio?

HEFESTOS:

-¡Son tan fuertes los lazos de la sangre cuando se junta a ellos el

trato!

EL PODER:

-Bien. Pero ¿es posible desobedecer la orden del padre, y sería

ello menos terrible para ti?

HEFESTOS:

-En ti el cinismo corrió siempre a parejas con la crueldad.

EL PODER:

-Con lamentarte por su desgracia no has de mejorar su suerte;

mejor es, pues, que no te fatigues en balde.

HEFESTOS:

-¡Oh, oficio mil veces maldito!

EL PODER:

-¿Por qué maldecir de tu oficio? Nada tiene que ver él con su

desgracia.

HEFESTOS:

-Pluguiera al Cielo, a pesar de todo, que hubiese tocado a otro en

suerte.

EL PODER:

-Todas las atribuciones quedaron ya establecidas, excepto para el

rey de los dioses; sólo Zeus es libre.

HEFESTOS:

-Cierto que es así y nada puedo objetar a lo que dices.

EL PODER:

-Apresúrate, pues, a sujetarle con cadenas; que el padre no te vea

inactivo.

HEFESTOS:

-Tengo ya las esposas en mi mano.

EL PODER:

-Rodea, pues, con ellas sus brazos; golpea luego con el martillo

con toda tu fuerza y clávale en la roca.

HEFESTOS:

-La obra está terminada, y sin falla alguna.

EL PODER:

-Golpea más fuerte, aprieta, haz que no pueda moverse, pues es

tanta su destreza, que encuentra salida hasta en lo imposible.

HEFESTOS:

-Ya está; este brazo no lo desatará, por más que se esfuerce.

EL PODER:

-Ahora este otro; encadénale sólidamente. Que sepa que su malicia

no es nada comparada con la de Zeus.

HEFESTOS:

-Nadie, con razón, podría quejarse de mi obra sino él.

EL PODER:

-Y ahora no vaciles: húndele con fuerza en medio del pecho el

duro diente de esta cuña de hierro.

HEFESTOS:

-¡Ah, Prometeo! ¡Cómo en mi alma gimo por tus males!

EL PODER:

-¡Todavía vacilas y gimes ante el enemigo de Zeus! ¡Cuida de que

no te toque un día gemir por ti mismo!

HEFESTOS:

-Estoy viendo lo que ningún ojo debía haber visto jamás.

EL PODER:

-Estoy viendo a uno que paga la pena que merece. ¡Ea, pásale la

férrea cadena en torno de la cintura!

HEFESTOS:

-Fuerza es que lo haga; no me des más órdenes.

EL PODER:

-Quiero dártelas, quiero que te apresures. Desciende ahora y átale

los pies.

HEFESTOS:

-Hecho está, y con rapidez.

EL PODER:

-Ahora, golpea con todas tus fuerzas y que los grillos se hundan

en la carne. Duro es el que ha de vigilar esta tarea.

HEFESTOS:

-Como tu rostro, así son tus palabras.

EL PODER:

-Sé blando cuanto quieras, pero no me reproches que mi naturaleza

sea obstinada y dura.

HEFESTOS:

-Partamos ya; ha quedado sujeto por todos los miembros.

EL PODER:

-Ahora muestra aquí a tu gusto tu insolencia, y roba a los dioses

sus privilegios para librarlos a los efímeros. ¿Qué podrán los

mortales para aliviar tus penas? En verdad que yerran los dioses

en llamarte Prometeo; un Prometeo necesitarías tú para deshacerte

de estos hábiles nudos. (Salen los dos. Un largo silencio.)

PROMETEO:

-¡Eter divino, vientos de rápidas alas, aguas de los ríos, sonrisa

innombrable de las olas marinas! Tierra, madre común, y tú, Sol,

ojo al que nada se oculta, yo os invoco en este lugar: ved lo que

un dios se ve obligado a sufrir por obra de los dioses.

...

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