Raúl Gómez Jattin: El Poeta "maldito" Que Todos Los Poets Sueñan Ser Sin Atreverse A Serlo
Enviado por manuelcortes • 17 de Marzo de 2014 • 4.492 Palabras (18 Páginas) • 395 Visitas
Raúl Gómez Jattin: el poeta “maldito” que todos los poets sueñan ser sin atreverse a serlo
Manuel Cortés Castañeda
En el panorama de la poesía contemporánea tenemos por un lado, “los jóvenes decentes, los de la cotidianidad de toilette, los caligrafistas, los que buscan un status de escritor. Por el otro están los anarquistas, los poetas narrativos y los nuevos líricos marxistas, los vagabundos, los que viven la poesía, los que se pasean vestidos de erizos por la cotidianidad pequeñoburguesa, a los que les importa un comino el oficio de escritor”. (Roberto Bolaños).
La obra poética de Raúl Gómez Jattin, relativamente breve (6 libros publicados en vida y dos libros póstumos) conmocionó al establishment colombiano y a la clase literaria de turno. No tanto por lo innovadora, o fuera de lo común, -aunque en el contexto de la poesía colombiana es una voz diferente y disidente- sino por la vida misma del poeta que rompió con/todos los moldes de comportamiento idealizados por la ciudad letrada y la Inteligentia colombiana. En algunos de sus poemas Jattin pone en entredicho la relación entre un hombre y una mujer y, por extensión, la institución en la que se sustenta nuestra cultura y la conservadora sociedad colombiana: el matrimonio. Para él hay más honestidad y verdad en las relaciones homosexuales o en las relaciones con seres excluidos por la sociedad, por ejemplo las sirvientas, o en relaciones alternativas. Pero lo que en verdad escandalizó a las buenas conciencias, al clero, y lo hizo popular en ciertos segmentos de la población fueron sus poemas de tinte escatológico donde exalta el acto sexual con animales tales como gallinas, pavos, burras. Especialmente las burras que en su escritura aparecen como un sustituto ideal de la mujer. El escándalo que subsitaron estos poemas, sin embargo, no tiene fundamento ya que es bien conocido por toda la sociedad colombiana y allende este tipo de prácticas. Uno de los poemas en cuestión es el siguiente:
Te quiero burrita/ porque no hablas/ ni te quejas/ ni pides plata/ ni lloras/ ni me quitas un lugar en la hamaca…te quiero/ ahí sola/ como yo/ sin pretender estar conmigo/ compartiendo tu crica/ con mis amigos/ sin hacerme quedar mal con ellos/ y sin pedirme un beso.
Si nos detenemos un momento en el poema y leemos entre líneas, sin juicios preestablecidos y sin emociones apresuradas, podemos ver que el poema, más que exaltar la relación entre un hombre y un animal, lo que hace es criticar sutilmente la moralina de la sociedad contemporánea. Es el humor, la burla, el sarcasmo lo que domina el poema y no el contenido. Jattin se mofa de manera sutil e inocente de ciertos temas que todavía son tabú en la sociedad latina tan acostumbrada a la hipocresía. No es difícil imaginar, quizás, que lo que Jattin se proponía era escandalizar a las beatas-aburguesadas y a las buenas conciencias tan apegadas en Colombia a la moral hipócrita de la iglesia católica y últimamente a tanto credo y secta religiosa que proliferan y se extienden igual que la violencia.
Jattin Igualmente escribió algunos guiones muy interesantes para teatro. Antes de entregarse de lleno a la poesía, era actor y estudiaba derecho, carrera que terminó. Uno de esos guiones está basado en el proceso de Kafka. Es un poco extraño que ningún “crítico” se haya ocupado de esta parte de su escritura y compromiso con el teatro. Y sí, no falta, un solo “crítico” que no mencione su vida y sus tantas formas de sentirla y de sufrirla. Una vida marcada según la percepción de la mayoría, por la enajenación, la locura, la obsesión, la angustia, la desesperación, el delirio, la neurosis, la psicosis, la paranoia, y todos los imperativos habidos y por haber habidos del neo-psicoanálisis y el post-estructuralismo, que ya lo único que dejan, de tanto patinar, es un mal sabor en la boca. Nadie deja de mencionar su paso reiterativo por los asilos, su vida de vagabundo, su orfandad total, sus tendencias suicidas y su homosexualidad entre comillas. Es fácil entender que con una vida tan “fascinante” (al menos para el que no sabe de verdad todo lo que implica este tipo de vida) la poesía se deje de lado, o simplemente no pueda tener otra explicación sino es en simbiosis total con la vida del hacedor. Sin embargo no hay poemas en la obra de Jattin, donde se exalte o se plantee toda esta sicopatología de la enajenación, ni a nivel temático ni sintáctico. Los poemas de Jattin son precisos y bien estructurados. Nada que ver con un golpe de dados, automatismos o cadáveres exquisitos. Lo único sub-real que aparece en su escritura son los temas que siguen siendo una constante en la poesía contemporánea, que no el estilo.
Airoso en su galope/ levantó la mano armada/ hasta su sien/ y disparó: / suave derrumbe/ del caballo al suelo/ doblado sobre un muslo/ cayó/ y sin un solo gemido/se fue a galopar/ a las praderas del cielo/ (El suicida).
Algunos poetas-críticos (entre ellos William Ospina) han escrito sobre la poesía de jattin, especialmente sobre los poemas que conforman el libro Poemas sinuanos . Poemas donde Jattin deja ver con una claridad perturbadora una profunda nostalgia por un mundo perdido. El mundo de la infancia, de su ciudad natal, de sus mayores, el río y los árboles frutales. Un mundo que aparentemente aparece intacto, -y que como todos los poetas afirman es la verdadera fuente de la poesía-, pero que de verdad una vez desaparecida la infancia también desparece irremediablemente con ella. Una infancia que en el caso de Jattin le trae a la memoria al mismo tiempo esperanza y vacío. Lugar donde el objeto de todos sus deseos y sus obsesiones parece esperarlo a cada instante para hacerse palabra, a la vez que se transforma y se diluye y se pierde en el silencio de la nada. Necesidad de un reencuentro con la vida pero sin poder evitar ver de forma lúcida que todo lo que se puede recuperar del pasado no es más que ficción, historias, experiencias ajenas; o como bien decía Borges una memoria que es un espejo hecho pedazos. Encuentro con la vida y a la vez pérdida de la misma. Idealización que no puede aflorar a la palabra si no es acompañada de la soledad, la nostalgia, el dolor. Por supuesto que no podemos negar que en el mundo de la infancia el poeta encuentra cierta tranquilidad y solaz, pero esa paz refluye, más que en la vida del creador, en el poema. Se concreta en el poema y por ningún motivo se transforma, recurriendo al recuerdo, en una medicina para la angustia y la obsesión. No olvidemos aquella premisa de Verlaine que deja al poema siempre en el laboratorio de la duda y de la derrota: “un poema acabado es un poema malogrado”. La escritura jamás es una substitución adecuada a nuestras obsesiones y carencias. Y no importa que filósofos y escritores de prestigio como Platón entre otros tantos
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