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Reporte De Letras Y Acentos.


Enviado por   •  13 de Marzo de 2015  •  394 Palabras (2 Páginas)  •  240 Visitas

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Erase una vez una joven muy bella que no tenía padres, sino madrastra, una viuda impertinente con dos hijas, a cual más fea.

Era ella quien hacía los trabajos más duros de la casa. Y como sus vestidos estaban siempre machados de ceniza, la llamaban Cenicienta. (Aparece Cenicienta limpiando)

Un día el rey de aquel país anunció.

Rey: Atención a todos los ciudadanos del pueblo, voy a dar una gran fiesta en mi palacio a la cual están invitadas todas las jóvenes del pueblo.

Al escuchar el anuncio, la madrastra dijo a Cenicienta:

Madrastra: Tú Cenicienta, no irás al baile. Te quedarás en casa limpiando y preparando la cenca para cuando volvamos.

Llegó el día del baile y Cenicienta, desolada, vio por la ventana cómo su madre y sus hermanastras se dirigían hacia el palacio.

Cuando se quedó sola, no pudo reprimir sus sollozos.

Cenicienta: ¿Por qué seré tan desgraciada? ¿Por qué a mí?

De pronto apareció su Hada Madrina y le dijo:

Hada: No te preocupes. Tú también podrás ir al baile… pero con una condición, que cuando el reloj de Palacio dé las 12 campanadas tendrás que regresar a casa sin falta.

Y tocándola con su barita mágica la convirtió en una hermosa joven.

La llegada de Cenicienta a Palacio causó una gran admiración. Al entrar en la sala de baile, el Rey se quedó prendado de su belleza………… Y bailó con ella toda la noche. (Bailan)

En medio de tanta felicidad Cenicienta oyó sonar las 12 campanadas.

Cenicienta: ¡Oh, Dios mío! ¡Tengo que irme!

Rápidamente atravesó el salón y se marchó de Palacio perdiendo en su huida un zapato. El Rey lo recogió asombrado. Se quedó pensativo e ideó un plan para encontrar a la bella joven.

Rey: Me casaré con aquella que pueda calzarse este zapato.

Así el Rey recorrió todo el Reino. Las doncellas se lo probaban en vano, pues no había ni a una que le fuera bien el zapato. Finalmente llegaron a casa de Cenicienta. Abrió la madrastra.

Madrastra: Hola, ¿qué desea?

Rey: Busco a una joven a la que le sirva este zapato.

Madrastra: Pues igual es mío.

Rey: No, señora, no creo (Aparece Cenicienta por ahí con el trapo) – Señorita, acérquese por favor.

Cenicienta: ¿Yo?

(La Madrastra lo intenta evitar pero Cenicienta se acerca)

Cuando Cenicienta se puso el zapato vieron con estupor que le estaba perfecto.

Rey: ¡Eres tú!

Y así sucedió que el Rey se casó con la joven y vivieron muy felices.

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