Ruben Dario
Enviado por 121252 • 16 de Junio de 2013 • 1.274 Palabras (6 Páginas) • 336 Visitas
1867
Nace Rubén Darío en Metapa (18/I), municipio de departamento de Matagalpa (hoy Ciudad de Darío) primogénito del mal avenido matrimonio de Manuel García (Darío) y Rosa Sarmiento Alemán. Es bautizado en León Santiago de los Caballeros, domicilio de sus mayores (3/III) dentro del rito católico y con el nombre de Félix Ramírez y no Máximo Jérez como el mismo poeta afirma en su autobiografía. Su nombre literario será la unión de su segundo nombre legal y el apellido Darío que produce de la tradición de llamar a los miembros de toda su familia con el nombre de su jefe: en este caso los Darío por Mayorga.
1869
Después de la separación de Manuel García, Rosa Sarmiento se fuga con su hijo Rubén y Juan Benito Soriano de la casa de su tía y madre adoptiva Bernarda Sarmiento, quien había concertado las primeras bodas Radican en San Marcos de Colón, Honduras, pero meses más tarde, el coronel Félix Ramírez Madregil, esposo de Bernarda Sarmiento, va a buscar al niño y lo lleva a León; desde entonces pertenecerá definitivamente al hogar Ramírez Sarmiento y firmará sus libros escolares Félix Rubén Ramírez. La casa de sus “padres” reunía políticos e intelectuales de la época; sus tertulias eran muy afamadas. “Mamá Bernarda” tenía dotes de conversadora.
1870
La infancia de Darío transcurre en León ciudad llena de cúpulas, calles empedradas, casa fortaleza y leyendas de “aparecidos”, caballos desbocados “curas sin cabezas”, todo un ambiente de colonial que inculca en su ánimo terror y religiosidad “La casa era mi temerosa por las noches. Anidaban las lechuzas en los aleros. Me contaban cuentos de ánimas en penas y aparecidos los dos únicos sirvientes: La Serapia y el indio Goyo. Vivía aún la madre de mi tía abuela, una anciana, toda blanca por los años y atacada de un temblor continuo. Ella también me infundía miedo. (Autobiografía)
Según el mismo Darío ya a los tres años sabía leer.
1871
“El coronel Ramírez murió y mi educación quedó únicamente a cargo de mi tía abuela. Fue mermando el bienestar de la viuda y llegó la escasez, si no la pobreza. La casa era una vieja construcción a la manera colonial: cuartos seguidos, un corredor, un patio con su pozo, árboles”. (Autobiografía)
1874
“Se me hacía ir a una escuela pública. Aun vive el buen maestro, que era entonces bastante joven, con fama de poeta: de licenciado Felipe Ibarra. Usaba, naturalmente, conforme con la pedagogía singular de entonces, la palmeta y en casos especiales, la flagelación en las desnudas posaderas... Pero quien primeramente me enseñó el alfabeto, mi primer maestro, fue una mujer: Jacoba Tellería, quien estimulaba mi aplicación con sabrosos pestiños, bizcotelas y alfajores que ella misma... La maestra no me castigó sino una vez, en que me encontrara. ¡a esa edad, Dios mío!, en compañía de una precoz chicuela, iniciando indoctos e imposibles Dafnis y Cloe”. (autobiografía)
1877
debe haber sido por este tipo que “en un viejo armario encontré los primeros libros que leyera. Eran un Quijote las obras de Moratín Las mil y una noche, la Biblia; los oficios, de Cicerón; la Corina de Madame stäel, un tomo de comedias clásicas españolas, y una novela de terrorífica, de ya no recuerdo qué autor, La caverna de strozzi. Estraña y ardua mezcla de cosas para la cabeza de un niño.
1878
“De mi sé decir que a los diez años ya componía versos, y que no cometí nunca una asola falta de ritmo.” “Del centro de uno de los arcos, en la esquina de mi casa, pendía una granada dorada. Cuando pasaba la procesión del Señor del Triunfo, el Domingo de Ramos, I agranda se abría y caía una lluvia de versos. Yo era el autor de ellos. No he podido recordar ninguno... pero si sé que eran versos, versos brotados instintivamente. Yo nunca aprendí a hacer versos. Ellos fue en mí orgánico, natural nacido.” (Autobiografía.)
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