Salón Marmanillo
Enviado por asva • 16 de Septiembre de 2013 • Ensayo • 1.092 Palabras (5 Páginas) • 337 Visitas
Inclinado al borde de la parcela colindante con el estéril yermo, rodeado de "yerbas santas" y llantenes viendo correr entre sus raíces que vibraban en la corriente, el agua fría y turbia de la acequia, aquel árbol corpulento y lozano aún, debía llamarse Hebaristo y tener treinta años. Debía llamarse Hebaristo y tener treinta años, porque había el mismo aspecto cansino y pesimista, la misma catadura enfadosa y acre del joven farmacéutico de "El amigo del pueblo", establecimiento de drogas que se hallaba en la esquina de la Plaza de Armas, junto al Consejo Provincial, en los bajos de la casa donde, en tiempos de la independencia, pernoctara el coronel Marmanillo, lugarteniente del Gran Mariscal de Ayacucho, cuando presionado por los realistas, se dirigiera a dar aquella singular batalla de la Maracona.
Marmanillo era el héroe de la aldea de P. porque en ella había nacido, y, aunque en sus puertas se realizara una poco afortunada escaramuza, en la cual caballo y caballero salieron disparados al empuje de un puñado de chapetones, eso, a juicio de las gentes patriotas de P. no quitaba nada a su valor y merecimientos, pues era sabido que la tal escaramuza se perdió porque el Capitán Crisóstomo Ramírez, dueño hasta el año 23 de un lagar y hecho capitán de patriotas por Marmanillo, no acudió con oportunidad al lugar del suceso.
Los de P. guardaban por el coronel de milicias recuerdo venerado. La peluquería llamábase "Salón Marmanillo"; la encomendería de la calle Derecha, que después se llamó "28 de Julio" tenía en letras rojas y gordas, sobre el extenso y monótono muro azul, el rótulo Al descanso de Marmanillo y por fin en la sociedad Confederada de Socorros Mutuos, había un retrato al óleo, sobre el estrado de la directiva en el cual aparecía el héroe con su color de olla de barro, sus galones dorados y una mano en la cintura, fieles traductores de su gallardía miliciana.
Digo que el sauce era joven, de unos treinta años y se llamaba Hebaristo, porque como el farmacéutico tenía el aire taciturno y enlutado, y como él, aunque durante el día parecía alegrarse con la luz del sol, en llegando la tarde y sonando la oración caía sobre ambos una tan manifiesta melancolía y un tan hondo dolor silencioso, que eran de partir el alma. Al toque de ánimas Hebaristo y su homónimo el farmacéutico, corrían el mismo albur. Suspendía éste su charla en la botica, caía pesadamente sobre su cabeza semicalva el sombrero negro de paño, y sobre el sauce de la parcela posaba el de todos los días gallinazo negro y roncador.
Luego la noche envolvía a ambos en el mismo misterio, y, tan impenetrable era entonces la vida del boticario cuanto ignorada era la suerte de Hebaristo, el sauce...IIEvaristo Mazuelos, el farmacéutico de P. y Hebaristo, el sauce fúnebre de la parcela eran dos vidas paralelas; dos cuerdas de una misma arpa; dos ojos de una misma misteriosa y teórica cabeza, dos brazos de una misma desolada cruz; dos estrellas insignificantes de una misma constelación.
Mazuelos era huérfano y guardaba al igual que el sauce, un vago recuerdo de sus padres. Como el sauce era árbol que sólo servía para cobijar a los campesinos a la hora cálida
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