Sartori Ingenieria Constitucional
edhersin8211 de Junio de 2015
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DESARROLLO
Señala el autor la coincidencia que guardan la mayoría de los países latinoamericanos, al escoger sus formas constitucionales; las cuales se inspiraron en el modelo estadounidense; y será porque el modelo que dicho país exporto al mundo, es el del presidencialismo; contrario a los modelos europeos.
La excepción a la regla la constituye México, al crear hace más de setenta años, un casi único “sistema hegemónico” de gobierno. Como se puede observar, y bien lo advierte aquella vieja y conocida expresión de Vargas Llosa “la dictadura perfecta”.
Si bien es cierto, Sartori advierte con claridad “que instituciones y Constituciones no pueden hacer milagros (…) difícil será que tengamos buenos gobiernos sin buenos instrumentos de gobierno”. También lo es que el autor del libro manifiesta que las Constituciones deben constituir mecanismos que funcionen y produzcan algo; para ello es indispensable -tal y como lo afirmó Bentham- que se empleen los castigos y las recompensas. De aquí que Giovanni Sartori conciba a las Constituciones como estructuras cimentadas en incentivos. Estoy de acuerdo, el principio de la zanahoria y del garrote ha demostrado que funciona bien en muy diversos campos, incluido el derecho constitucional. (Carpizo:2002)
Retomando la afirmación de que las constituciones se parecen (de alguna manera) a las máquinas, pues sus mecanismos deben “funcionar” y producir algo; al estilo de Bentham, los castigos y las recompensas. Le da una visión técnica a las concepciones que de la Constitución pudiéramos haber tenido. Véase por ejemplo la que nos proporciona Lassalle cuando sostiene que una Constitución es la expresión de “los factores reales de poder” (Lasalle: 2004)
El amplio estudio de Sartori nos permite no sólo entender el aspecto técnico, sino su funcionamiento, es decir el de las Constituciones en otros países. En esta tesitura considero medular el interrogante de Sartori que nos pregunta ¿Sabemos que reformar y cómo lo vamos a hacer?. Cuestionamiento que deberán formularse una y otra vez nuestros representantes populares.
Cuando el autor aborda los sistemas electorales y los proporcionales, hace recordar que “los sistemas electorales determinan el modo en que los votos se transforman en curules, y por consiguiente, afectan la conducta del votante”. Hace una aseveración que hoy prácticamente es regla general, salvo en las dictaduras; es decir, en los sistemas de mayoría el triunfador se queda con todo; mientras tanto, en los sistemas proporcionales, el triunfo es compartido; e, inexorablemente se requiere un porcentaje electoral. Parece que se hace una comparación fotográfica de lo que era nuestro sistema electoral cuando se abrió a los diputados de partido.
Expresa Sartori que los sistemas de mayoría o mayoritarios no procuran un Parlamento que refleje la distribución de las votaciones; buscan un vencedor indiscutible. Su propósito no sólo es elegir un Parlamento sino seleccionar a la vez -aunque sea de manera indirecta- un gobierno. Pareciera que el autor bosquejara lo ocurrido antes de la elección de 1997, en la cual el partido mayoritario perdió la mayoría en la Cámara de Diputados. Es importante decir que hasta ese momento la Cámara de Diputados no había sido sino la caja de resonancia de los deseos y a veces caprichos del Presidente de la República. Después de dicha elección, la oposición cameral cambio los contrapesos al hacer un bloque opositor.
No obstante dicha escenificación, el autor en comento afirma la existencia de un problema, toda vez que los méritos de un acuerdo electoral pueden ser fácilmente anulados por los partidos que se aliaron simplemente para obtener escaños o posiciones gubernamentales; y que tan pronto como termina la elección retornan a sus divisiones previas.
Es necesario no dejar de lado que en las democracias de hoy, los grupos políticos organizados como partidos políticos, coaliciones o alianzas, presentan sus programas de gobierno a los ciudadanos, quienes con su voto habrán de decidir cual de ellos ocuparán los puestos de decisión política.
Respecto al capítulo de la representación proporcional, el insigne italiano comparte la idea de que el sistema más puro de todos, es el Voto Único Transferible (VUT). Y a su vez, presenta una clasificación de los sistemas proporcionales menos puros; siendo los más conocidos a) el método del “mayor residuo”; b) el método de D´Hondt o del “mayor promedio”, y c) la fórmula Sainte-Lague.
Sostiene que las diferencias entre los sistemas mencionados son matemáticas. El factor más importante para establecer la proporcionalidad o desproporcionalidad del sistema de Representación Proporcional es el tamaño del distrito electoral. Sobre este tema, es decir, el de la desproporcionalidad o no respecto del tamaño del distrito; afirmo que las reformas electorales locales se han detenido por temas como este: el de la redistritación electoral, pues los partidos políticos que están bien asentados con sus estructuras y redes en un distrito, difícilmente cederán ante una nueva redistrictación electoral, producto del crecimiento poblacional.
Ahora bien, sobre la “Doble ronda electoral”, Sartori nos comparte la idea de que dicho sistema permite a “los electores votar dos veces, con un intervalo de una o dos semanas entre la primera votación y la votación final, y esto significa que los votantes pueden reorientar conscientemente sus preferencias considerando los resultados de la primera elección.” Complementa su afirmación al expresar “La doble ronda electoral es un sistema muy flexible que hace posibles acuerdos de mayoría y de proporcionalidad”.
En el apartado II titulado ¿A quién se elige?, Sartori se pregunta ¿Cómo se convierte alguien en candidato y es elegido para un cargo? El autor encuentra la respuesta de forma muy próxima al compartir que lo más frecuente, es que los candidatos sean incluidos en la papeleta electoral basados en su fuerza dentro del partido y como resultados de una contienda dentro del mismo. No obstante lo anterior, el politólogo italiano afirma que en la actualidad, en las democracias occidentales la identificación con un partido y sus símbolos se está debilitando.
Ilustrativamente, Sartori trae a colación al emperador romano Calígula, quien nombró senador a su caballo, lo cual nos recuerda que en política la expresión “los caballos de Calígula” tiene el sentido de que “cualquiera” (incluso un caballo) puede lograr que se le elija. Dicha expresión ha cobrado un valor particular en algunos estados o ciudades del país donde la presencia y preferencia de los partidos políticos es tal, que cualquier candidato vencerá a su contrincante.
En su III apartado denominado La importancia de los sistemas electorales; Sartori, sostiene que “el cambio mediante reformas siempre es difícil. Una vez que se establece un acuerdo electoral, sus beneficiarios protegen sus propios intereses y se esfuerzan por seguir jugando el juego con las reglas que conocen”. Por supuesto, su afirmación tiene referencia inmediata en nuestro país si nos referimos a que el sistema de partidos mantuvo por buen tiempo el acceso a los espacios de representación sólo vía ellos. A este respecto, es trascendente recordar que la reforma política aprobada hace algunas semanas por el Senado establece las candidaturas independientes. Habrá que estar atentos como dictamina la colegisladora.
Con relación a la Nueva enunciación de la influencia de los sistemas electorales, Sartori refiere que los sistemas electorales tienen dos efectos: uno en el votante y otro sobre el número de partidos; lo cual es claro. Y sostiene más adelante “Estos efectos deben evaluarse por separado, porque el número de partidos no se deriva únicamente del comportamiento de los votantes, sino además de la forma en que sus votos se convierten en escaños electorales”. Dicha situación podemos corroborarla en nuestro sistema electoral que permite la diversidad de partidos políticos, aunque pone la condición de obtener un determinado número de votos para conservar el registro.
Cuando el autor en comento aborda la parte IV titulada la selección de un sistema electoral, la pregunta que se plantea es ¿Cuál es el mejor?, para contestarla encuentra afirmaciones propias de la realidad de cualquier Nación, pues refiere que es “comprensible que en cualquier país, retornar de la apertura de la Representación Proporcional a la rigidez del mayoritarismo trastorna a los grupos de presión y sus hábitos políticos. Pero si se hace el cambio, la mejor forma de hacerlo es mediante un sistema abierto de doble ronda electoral” Un efecto similar fue el ocurrido con la apertura en nuestro país del sistema de diputados de partido, -como lo referí con antelación- a un sistema de representación proporcional.
Al llegar la segunda parte, la cual nombra presidencialismo y parlamentarismo, el maestro florentino refiere que así como se divide a los sistemas electorales en mayoritarios y proporcionales, a los sistemas políticos democráticos se les divide en presidenciales y parlamentarios.
No sobra referir la descripción que hace sobre el particular: “Un sistema político es presidencial si, y sólo si, el jefe de Estado (el presidente) a) es electo popularmente; b) no puede ser despedido del cargo por una votación del Parlamento o Congreso durante su periodo pre-establecido, y c) encabeza o dirige de alguna forma el gobierno que designa.” Como se observa, no hay duda de la calidad de sistema
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