Toma Del Palacio De Justicia
Enviado por leycantzzz • 20 de Octubre de 2013 • 2.591 Palabras (11 Páginas) • 651 Visitas
"Detengan a esa", gritó un soldado en el momento en que una fila de mujeres evacuaba el Palacio de Justicia. En ese instante a Clara Helena Enciso se le paró el corazón. Pensó que la habían identificado y que había llegado su fin. Cuál no se sería su sorpresa al ver que los soldados en vez de de
tenerla a ella le echaban mano a su compañera, Irma Franco, que venía a su lado. El shock hizo que se desvaneciera y un soldado, creyendo que se trataba de una rehén corrió a ayudarla, la cargó y la puso en una camilla. En cuestión de segundos se encontraba en una ambulancia en medio de dos enfermeros y un P.M. rumbo al Hospital Militar. Consciente de que la llegada al hospital era captura segura, pidió que, como no estaba herida, en lugar de llevarla al hospital la dejaran en su casa. El enfermero después de tomarle el pulso dio el visto bueno. El soldado, luego de vacilar, ordenó al conductor que desviara la ambulancia hacia la dirección que ella daba en el barrio Bavaria.
Con esta versión Clara Helena Enciso, guerrillera del M-19 de 37 años, explica cómo logró ser la única sobreviviente del comando guerrillero que el 6 de noviembre de 1985 se tomó el Palacio de Justicia. La cosa no es de poca monta. En los tres años que han transcurrido desde la tragedia ha existido un misterio que hasta ahora no ha sido resuelto: ¿qué pasó con los "desaparecidos" del Palacio de Justicia? Por desaparecidos se entiende las 11 personas de las cuales se afirma que salieron con vida y nunca se volvió a saber de ellas. Una de estas personas es Irma Franco, la guerrillera que iba al lado de Clara Helena y que según varios testigos lo último que se supo de ella fue que los militares la detuvieron en la Casa del Florero, sitio a donde eran conducidas todas las personas que no estaban heridas, con el fin de interrogarlas.
El tema es muy delicado porque la palabra "desaparecido" en Colombia, al igual que en el Cono Sur, es inevitablemente asociada con ejecuciones. Para los familiares de estas personas, así como para los militantes de la izquierda, eso fue exactamente lo que ocurrió. Consideran que terminado el holocausto, todo aquel que en el interrogatorio dejara sospechas era hombre muerto. El Ejército colombiano se indigna con esta versión. Piensa que la toma del Palacio de Justicia fue un acto de violencia de la guerrilla contra el Estado y que es inaudito pretender convertirlo en un acto de violencia de los militares contra la guerrilla. El tema de los desaparecidos para ellos no es más que un "caballito de batalla" de la subversión para desprestigiar a las Fuerzas Armadas. A la opinión pública en general el tema le ha sido indiferente y el cuento de los desaparecidos, o no lo cree o no le importa. Sobre todo, si se tiene en cuenta, que fue precisamente a partir de la toma del Palacio de Justicia que el péndulo de la opinión se fue radicalmente en contra de la guerrilla.
Tal vez esa indiferencia de la opinión pública pueda ser la explicación de que la reciente aparición de Clara Helena haya pasado casi inadvertida. Su historia tiene todos los ingredientes de una novela de intriga y su aparición está rodeada de tanto misterio como su desaparición. Para comenzar nadie sabía que existía. Como en la ambulancia en que se salvo dio su cédula, quedó registrada a partir de ese momento, no en la lista de desaparecidos sino en la de sobrevivientes. El M-19 apenas se enteró que estaba viva la escondió para ponerla a salvo. En un momento dado pensó en hacer una gran denuncia y decidió invitar a un periodista que escuchara de sus labios toda la historia. El elegido fue Ramón Jimeno quien contaba con el respeto del grupo guerrillero por haber sido el autor de la última entrevista con Jaime Bateman.
En junio de 1986, dos personas que dijeron ser del M-19 visitaron a Ramón Jimeno y le comunicaron que le tenían una chiva para que la publicara en la revista `Proceso, de Méjico' de la cual era corresponsal en ese momento. "En un principio no creí mucho el cuento, sin embargo acepté ir con ellos. Me vendaron y me subieron a un carro y luego de un recorrido de aproximadamente una hora llegamos a un apartamento bastante modesto donde se encontraba Clara Helena Enciso". La chiva estaba prefabricada. Tan pronto llegó el periodista la "aparecida", comenzó a leer un extenso autorreportaje realizado con la asesoría de la dirección del Eme. Jimeno al sentirse que le estaban dando tratamiento de idiota útil les manifestó que periodísticamente ese documento no tenía ninguna validez y que él aceptó ir porque lo que le habían prometido era una entrevista. "Después de una pequeña discusión ellos acogieron mi propuesta y durante dos horas hablé con Clara Helena. Hubo muchas interrupciones porque ella estaba muy nerviosa y lloraba cuando recordaba a sus compañeros y en especial a su novio" (el guerrillero muerto Helvencio Ruiz). Al concluir, el periodista solicitó que le dejaran tomar algunas fotos a la sobreviviente ya que esto sería lo único que le daría credibilidad al reportaje. Después de otra pequeña discusión aceptaron y le facilitaron una cámara. Jimeno tomó las fotos, una de las cuales es la que aparece publicada en la portada de esta revista. La confrontación de esta fotografía con una de las encontradas por el Ejército en el allanamiento a la casa donde se planeó la toma del Palacio, confirman la autenticidad de la sobreviviente.
La foto había sido tomada en la víspera del asalto al Palacio y mostraba a Clara Helena Enciso al lado de otra guerrillera posando para lo que consideraban un documento gráfico que pasaría a la historia. Aunque para la época de la entrevista Clara Helena había pasado de mona a pelinegra, salta a la vista que se trata de la misma persona. Hasta que no se confirmaron las dos fotos, se llegó a pensar que podría ser de un embuchado y que se trataba de algo parecido al caso de la mujer que pasó 50 años diciendo que era Anastasia. la hija del Zar de Rusia, sobreviviente de la ejecución colectiva de que fue objeto su familia a manos de los bolcheviques.
Una de las condiciones que puso el M-19 al periodista fue la de que la entrevista sólo se podría publicar, previa revisión del texto, cuando ellos le avisaran. Por razones de seguridad este testimonio tendría que mantenerse en secreto hasta tanto ella no hubiera sido sacada del país. Jimeno quedó a la espera del aviso, el cual sólo se produjo casi un año después.
Por esa misma época a mediados del 87, un contacto similar se realizaba en otra parte del mundo. Esta vez era en Méjico y la escogida era la periodista Olga Behar, quien a raíz del allanamiento a su apartamento y de la publicación de su libro "Las Guerras de la Paz",
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