Un Suceso Extraño.
Enviado por Beraly • 18 de Agosto de 2011 • 679 Palabras (3 Páginas) • 858 Visitas
Suceso extraño...
Tuvo Gil González cuatro hijos, tres varones y una hija, y todos tuvieron desastradísimos fines... La hermana, que tenían sobre los ojos y muy guardada para casarla, conforme a su calidad, vino el diablo, y solicitó con ella y con un mozo mestizo y bajo en tanto estremo que aun paje no merecía ser, y enrrédalos en unos muy tiernos amores, metiendo cada uno prenda para perpetuarse en ellos, con notable despojo que se hizo al honor de sus padres, dándose palabra de casamiento.
No fue negocio tan secreto que no se vino a entender y saberlo el Alonso de Ávila y sus deudos; y sabido, con el mayor secreto que fue posible, no queriendo matar al mozo (el cual se llamaba Arrutia), y por no acabar de derramar por el lugar la infamia, le llamaron en cierta parte muy a solas y le dijeron, que a su noticia había venido que él había imaginado negocio, que si como lo sabían de cierto supieran, le hicieran pedazos, mas que por su seguridad le mandaban que luego se fuese a España, y llevase cierta cantidad de ducados (que oí decir fueron como cuatro mil) y que sabiendo estaba en España, y vivía como hombre de bien, siempre le acudirían, y que si no se iba le matarían cuando más descuidado estuviese; y que luego desde allí se fuese, y con él un deudo hasta dejarlo embarcado, y nadie lo supiese, y que el dinero ellos se lo enviarían tras él. Así lo hizo, que luego éste partió y llegó al puerto, y allí se embarcó y se fue con el dinero que le habían dado, y todos los años, o los más, le enviaban socorro. Como no se despidió de la señora, ni ella supo de él, estaba con grandísima pena, y un día, cuando más descuidada, le dijo su hermano Alonso de Ávila
—Andad acá, hermana, al monasterio de las monjas, que quiero, y nos conviene, que seáis monja (y habéislo de hacer), donde seréis de mí y de todos vuestros parientes muy regalada y servida; y en esto no ha de haber réplica, porque conviene.
Ella, sabe Nuestro Señor como lo aceptó, y luego la llevó a hancas de una mula, su hermano, y la puso y entregó a las monjas, las cuales dieron el hábito, y le tuvo muchos años, que no quería profesar, con la esperanza que tenía de ver a su mozo.
Visto y entendido de ella esto, fingieron cartas que era muerto, y dijéronselo, y sintiólo gravemente, y luego hizo profesión y vivía una vida tristísima.
Pasados más de qunce o veinte años, el Arrutia, harto de vivir en España, y deseoso de volver a su tierra (y ya no le daban nada, y ella era monja profesa), determina de venir a las Indías y a México, y pone en esecución su víaje, y llega al puerto y a la Veracruz, ochenta leguas de México, y allí determinó estar unos días hasta saber cómo estaban los negocios, y la seguridad que podía tener en su venida.
Como dice el proverbio antiguo que, «quien bien ama, tarde olvida o nunca», así él, que todavía tenía el ascua del
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