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Una Buena Lectura


Enviado por   •  12 de Abril de 2015  •  3.967 Palabras (16 Páginas)  •  277 Visitas

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Ten en cuenta que para realizar una buena lectura es necesario organizarla dentro y fuera de ti. Contar con espacio y tiempo suficientes para poner la atención que un texto merece, tú sabes que no es lo mismo leer un texto en el transporte público que en una biblioteca; tampoco si lees con calma o bajo presión. Es muy recomendable que leas en un espacio tranquilo, con las herramientas como un diccionario (para un texto científico siempre es fundamental un diccionario especializado en el área), una libreta para notas. Evita los distractores, recuerda que una buena lectura depende de ti, de tu disciplina y empeño, si eres de las personas que puede escuchar música mientras lee pues adelante, pero si te distraes con el celular y la computadora es mejor evitarlos.

Eres responsable de lo que lees igual de lo que te llevas a la boca, antes de leer pregúntate sí estás leyendo por placer o por obligación pues las dinámicas son distintas, ya que un texto leído por placer te traerá mejores consecuencias. Para fortalecer tus hábitos de lectura y desarrollar una mejor comprensión, es importante que te preguntes a priori “por qué voy a leer, cuál es mi objetivo, qué espero encontrar”, de ésta forma estarás consciente del grado de implicación que requiere, las metas que tienes que alcanzar durante tu lectura.

Te recomendamos que hagas una pre-lectura, con frecuencia los autores remarcan las ideas principales haciendo uso de otro tipo de letra ya sea cursiva o negrita. Al hacer una lectura rápida al texto podrás hacerte una idea general del contenido, revisa el nombre del autor, la fecha de publicación, el índice de temas, la bibliografía en la que se apoyar.

Ahora trabajaremos el texto de Fernando Savater, específicamente “Ética para Amador” de la página 19 a la 33. ¿Has leído algo de él? ¿Sabes quién es? Bien, Fernando Savater es filósofo y escritor español, ha escrito cientos de artículos sobre ética, filosofía, pedagogía e incluso se ha considerado a sí mismo como un “filósofo de compañía,” sobre todo por su estilo ameno, sarcástico, reflexivo y polémico.

Savater nos habla de un modo informal sobre el comportamiento humano, más allá de normas moralizantes y del “deber ser”; nos habla desde ese tejido invisible que es la libertad, esa capacidad del ser humano para hacer lo que cree más conveniente con su vida. Sin embargo ésta tiene sus implicaciones ya que somos seres sociales y definitivamente no podemos tener todo lo que queremos, ni hacer cosas que interfieran con la libertad de los otros. Plantea la libertad con todas sus complejidades, desde las normas sociales que regulan nuestro comportamiento, la reflexión de nuestros actos en determinados contextos. Libertad es estar consciente de nuestros actos y que no estamos solos en el mundo.

Ética para Amador

Fernando Savater

Capítulo I. DE QUÉ VA LA ÉTICA

Hay ciencias que se estudian por simple interés de saber cosas nuevas; otras, para aprender una destreza que permita hacer o utilizar algo; la mayoría, para obtener un puesto de trabajo y ganarse con él la vida. Si no sentimos curiosidad ni necesidad de realizar tales estudios podemos prescindir tranquilamente de ellos. Abundan los conocimientos muy interesantes pero sin los cuales uno se las arregla bastante bien para vivir: yo, por ejemplo, lamento no tener ni idea de astrofísica ni de ebanistería, que a otros les darán tantas satisfacciones, aunque tal ignorancia no me ha impedido ir tirando hasta la fecha. Y tú, si no me equivoco, conoces las reglas del fútbol pero estás bastante pez en béisbol. No tiene mayor importancia, disfrutas con los mundiales, pasas olímpicamente de la liga americana y todos tan contentos.

Lo que quiero decir es que ciertas cosas uno puede aprenderlas o no, a voluntad. Como nadie es capaz de saberlo todo, no hay más remedio que elegir y aceptar con humildad lo mucho que ignoramos. Se puede vivir sin saber astrofísica, ni ebanistería, ni fútbol, incluso sin saber leer ni escribir: se vive peor, si quieres, pero se vive. Ahora bien, otras cosas hay que saberlas porque en ello, como suele decirse, nos va la vida. Es preciso estar enterado, por ejemplo de que saltar desde el balcón de un sexto piso no es cosa buena para la salud; o de que una dieta de clavos (¡con perdón de los fakires!) y ácido prúsico no permite llegar a viejo. Tampoco es aconsejable ignorar que si uno cada vez que se cruza con el vecino le atiza un mamporro las consecuencias serán antes o después muy desagradables. Pequeñeces así son importantes. Se puede vivir de muchos modos pero hay modos que no dejan vivir.

En una palabra, entre todos los saberes posibles existe al menos uno imprescindible: el de que ciertas cosas nos convienen y otras no. No nos convienen ciertos alimentos ni nos convienen ciertos comportamientos ni ciertas actitudes. Me refiero, claro está, a que no nos convienen si queremos seguir viviendo. Si lo que uno quiere es reventar cuanto antes, beber lejía puede ser muy adecuado o también procurar rodearse del mayor número de enemigos posible. Pero de momento vamos a suponer que lo que preferimos es vivir: los respetables gustos del suicida los dejaremos por ahora de lado. De modo que ciertas cosas nos convienen y a lo que nos conviene solemos llamarlo «bueno» porque nos sienta bien; otras, en cambio, nos sientan pero que muy mal y a todo eso lo llamamos «malo». Saber lo que nos conviene, es decir: distinguir entre lo bueno y lo malo, es un conocimiento que todos intentamos adquirir —todos sin excepción— por la cuenta que nos trae.

Como he señalado antes, hay cosas buenas y malas para la salud: es necesario saber lo que debemos comer, o que el fuego a veces calienta y otras quema, así como el agua puede quitar la sed pero también ahogarnos. Sin embargo, a veces las cosas no son tan sencillas: ciertas drogas, por ejemplo, aumentan nuestro brío o producen sensaciones agradables, pero su abuso continuado puede ser nocivo. En unos aspectos son buenas, pero en otros malas: nos convienen y a la vez no nos convienen. En el terreno de las relaciones humanas, estas ambigüedades se dan con aún mayor frecuencia. La mentira es algo en general malo, porque destruye la confianza en la palabra —y todos necesitamos hablar para vivir en sociedad— y enemista a las personas; pero a veces parece que puede ser útil o beneficioso mentir para obtener alguna ventajilla. O incluso para hacerle un favor a alguien. Por ejemplo: ¿es mejor decirle al enfermo de cáncer incurable la verdad sobre su estado o se le debe engañar para que pase sin angustia sus últimas horas? La mentira no nos conviene, es mala, pero a veces parece resultar buena. Buscar gresca con los demás ya hemos dicho que es por lo común inconveniente, pero ¿debemos consentir que violen delante

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