Violencia
Enviado por tazitaa • 23 de Febrero de 2015 • 3.534 Palabras (15 Páginas) • 140 Visitas
Violencia y literatura
Por: Samuel Cavero
Y si se encuentra su tumba
Como una piedra incendiada
Arma en tu honda esa piedra
Que reviente su granada
Que reviente los aromas
De mil voces campesinas
Ricardo Dolorier: Canción DESAPARECIDO
I
Porque pensamos los hijos del Condorcunca y herederos de los Pokras, del Sarasara y Rasuhuillca, que nuestro futuro no siga siendo ahogado en tanto oprobio y la sangre tantas veces derramada no vuelva más a repetirse, es que merecen en primer lugar ser recordadas algunas reflexiones que hacen eco en las causas de la violencia:
Según Carlos Iván Degregori: “Ayacucho aparece a lo largo de la historia como nudo de conflictos y enfrentamientos bélicos. Desde la expansión Wari hasta el encarnizado enfrentamiento entre los cusqueños y la Confederación Chanka; desde las guerras entre los conquistadores hasta la guerra de la Independencia; desde la Campaña de la Breña y los innumerables levantamientos campesinos hasta la situación actual, Ayacucho aparece como una región interminablemente sacudida por la violencia”…”Frente a la situación actual, finalmente, las cifras frías, finalmente, las cifras pero al mismo tiempo demoledoras demuestran inobjetablemente que la grave crisis y la convulsión por la que atraviesa el departamento tiene sus raíces centrales e indiscutibles en la explotación, atraso, miseria, y abandono del departamento”.
Según Guillermo Lumbreras: “Ayacucho se llama un lugar donde los hombres, desde siempre han luchado erguidos por la transformación de todo aquello que impida o limite su existencia. Aún la dureza del territorio y el clima fueron sometidos a la condición humana, creando una nueva geografía, retando a los dioses de la lluvia y el viento”.
A la sombra de estas reflexiones Alberto Benavides, notable filósofo quien fue profesor de la Universidad Nacional San Cristóbal de Huamanga, en su libroDespués de la Guerra. nos dice: “Huamanga de Ayacucho es quizá la ciudad más virreynal que nos queda. Los “20 años de Sendero Luminoso significaron que “no hubo progreso”, o sea que no se derrumbaron las viejas casas para construir edificios. A lo, mejor es una bendición tener ese pueblo con una “religiosidad ardorosa y tétrica, de catolicismo español y medieval”, Riva Agüero: Paisajes Peruanos, 1919)
Con gran acierto Alberto Benavides al hablar de Huamanga nos hace redescubrir la intuición que tenemos de que en esa ciudad “está en juego el Perú /ese difícil proyecto. Y, por supuesto, en el Perú está en juego el Universo Mundo”.Comparten la misma idea muchos escritores vinculados a Huamanga, entre ellos José Antonio Sulca Effio y su esposa Inés Acosta del Centro Cultural Teselo, ambos distinguidos poetas residentes en Ayacucho, a los que por suerte tuve la oportunidad de entrevistarlos en su residencia en Ate, días después de su última presentación literaria en Antares, Miraflores.
¿Pero por qué se desarrolló aquí, en Ayacucho, la violencia contenida del Perú? Ahora con cerca de 25 mil muertos lo sabemos. Nuestro país es un país de promesas y desencuentros. Ayacucho es un espejo de lo que sucede en el resto del país.
Aquí el marxismo-maoísmo quizá fue la máscara, el pretexto, el detonante. El pensamiento deformado al servicio del poder o en su búsqueda usando la violencia ha hecho siempre lo mismo; ha elaborado un catecismo de dogmas y sueños políticos inconclusos, ha tenido violentos sus propios doctrineros y extirpadores de idolatrías. La guerra fue en sí misma un acto de barbarie, estupidez contra estupidez. ¿Lo justificaba su olvido y aislamiento respecto de Lima y su centralismo del poder y desarrollo? Los casi 500 años de dominio occidental (español o republicano) del Perú son otros tantos años de incomprensión y maltrato a los pueblos indígenas. No fue conquista sino invasión, como ha dicho Pablo Macera, o quizá como bien enfatiza en su libro Alberto Benavides: “no fue conquista sino violación. Los pueblos de América fueron saqueados cuando no exterminados”.
Hay una lectura y análisis de la visión de esta guerra desde los militares que no se ha querido dar cuenta en la crítica especializada que es de gran interés e importancia. También hay por cierto una literatura que se contrapone a otras aparecidas con motivos claramente mercantilistas, tal es el caso del libro Muerte en el Pentagonito, Editorial Planeta, 2007, del periodista Ricardo Uceda oSecretos del Túnel, Editorial Norma, 2007, de Humberto Jara e incluso La Cuarta Espada de Santiago Roncagliolo. Quizá más acorde con el gusto está la novelaAbril Rojo del mismo Roncagliolo, Premio Alfaguara de novela 2006. Si bien es un thriller policial sangriento, como lo confiesa su autor, desde “el laboratorio” intenta dar cuenta magníficamente de un proceso en la personalidad del escrupuloso fiscal Félix Chacaltana. Los métodos de ataques senderistas descritos en este libro, así como las estrategias contra subversivas de investigación, tortura, y desaparición, son reales, cuenta su autor. En todo caso intentan ser reales.
Cuentos Verdes de la zona roja, de Carlos Edal, por ejemplo, es una obra de gran realismo que narra las vivencias de los jóvenes peruanos que cumplen el servicio militar en el departamento de Ayacucho. A diferencia del cuentoKilómetro 450 del libro Danzantes en Casa del Diablo de mi autoría, y otros con esta temática, como los de Dante Castro, Porfirio Meneses Lazón, Hermógenes Janampa, Víctor Tenorio, Marcial Molina, entre otros, Cuentos Verdes de la zona roja permite conocer desde la visión de los propios militares comprometidos en la guerra subversiva a ese joven anónimo que valiente y estoicamente lucha y muere en la defensa de la sociedad peruana y del Estado. Es verdad, como dice Carlos Edal, que cada uno de nosotros tendrá su propio cuento de los años de la violencia que la sociedad peruana ha tenido que enfrentar, dejándonos una huella imborrable. Es interesante en cuanto se ha escrito mucho desde la visión del pueblo o de los subversivos, pero pocas veces desde los militares quienes igualmente sacrificaron muchas vidas. Los cuentos “El barranquino” no puede ser más elocuente: “En unos segundos el mundo se le vino abajo; lo llevaron al cuartel. No podía ser, él era de Barranco y unos simples provincianos no podían destrozar su mundo. Las seis de la tarde marcaron cuando el sonido de una corneta lo trajo a la realidad. Arriaban la bandera y él se encontraba parado en le patio de cuartel. Todo había cambiado. Tenía que pedir permiso hasta para hablar, todo era mecánico y sin sentido, inclusive el comer.
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